«¡Cómo será de teatral este país que fue un actor quien anunció desde un escenario la caída de la Junta de Sevilla y anticipó la Revolución de Mayo!», dice sonriente, Raúl Rizzo. Protagoniza junto a Álvaro Ruiz y con dirección de Eduardo Lamoglia la obra El cruce sobre el Niágara que está en cartel los domingos en el teatro El Tinglado.

La obra de Alonso Alegría está basada en una historia real, alrededor de Charles Blondin un famoso equilibrista francés del siglo XIX que cruza el Niágara a través de un cable, realizando diferentes proezas.

Apasionado como es, Rizzo no oculta la fascinación con la obra que lo tiene como protagonista. «Me encanta hacer teatro y dentro del teatro esta obra, que me representa. Cada uno a nuestra manera cruza el Niágara alguna vez y lo hacemos atravesando obstáculos. De los hombres o las mujeres que se proponen grandes desafíos ha cambiado el mundo para mejor. De los posibilistas no ha cambiado nada», afirma entusiasmado y reflexivo.

Cada papel es un acto de compromiso para Rizzo que según afirma lo asume con mucho trabajo, que es, en su caso una búsqueda rigurosa y constante en cada personaje. «Nunca tenés que quedarte con la primera idea que te surge, es solo el primer escalón. En el teatro y en el cine, la actuación es como una escalera sin descanso, sube y sube hasta que estalla. No podés descansar en esa escalera porque, si descansás, se te duerme la platea», describe. «Los personajes siempre están vivos porque viven con nosotros. En el teatro contás en una hora un pedazo de la historia de la humanidad que representa a millones.»

La condición de repetición del teatro es para Raúl una fuente permanente de vida e inspiración. «El público nunca va a ser el mismo. El teatro tiene una ventaja sobre las otras actividades del actor y es que lo que ocurre sucede aquí y ahora. Cada día construís un nuevo vínculo con la obra. Por eso, los actores tienen una vida longeva, por vivir otras vidas», expresa.

Con los años y el oficio, el actor adquirió una especial sensibilidad y con ella una manera profunda de mirar el mundo. Eso quizá sea lo que determina qué proyectos priorizar a la hora de seleccionar un papel. «El aprender a elegir proyectos tiene que ver con la formación. Yo tuve tres maestros a quienes les agradezco todo: Alejandra Boero, Raúl Serrano y Agustín Alezzo. De cada uno recibí mucho pero lo más importante que recibí fue una ética, una estética y una mirada del trabajo. Alezzo decía una frase que a mí me encantaba: ‘Un actor tiene diez buenas respuestas ante un personaje, elegí la once.’ Estoy convencido que es en esa búsqueda donde está lo artístico», asume.

Sin embargo, entre las cosas más trascendentales que se grabaron en su profesión es la condición colectiva del teatro. «El hecho colectivo que es el único que preserva individualidades. Las individualidades crecen a medida que lo colectivo funciona, no creo en ninguna individualidad que pueda sola porque se estrella contra el techo. Necesito mi compañero, necesito del músico, necesito al escenógrafo que te abre un mundo sensible en donde después todos hacemos las escenas».

Rizzo el formador

Además de su trabajo como actor, también se desempeña como docente. «Los chicos, si están formados en lugares nobles, hacen una buena carrera. En mi caso, además de la técnica trato de transmitir experiencia. Si ellos están formados, van a ir siempre al mejor abrevadero, lo importante es estar convencido del trabajo. Siempre hay riesgos, aun cuando te va bien en un determinado medio si no lo sabés manejar es peligroso y esto es una moneda con dos caras», afirma. «Hay un riesgo en la idea del éxito y que se confunde con el prestigio. El éxito a veces depende de circunstancias que no tienen nada que ver con el arte.» «

La urgente necesidad de expresarse

«Como espectador, cuando veo algunos programas de política me da impotencia porque siento que ofenden la inteligencia, entonces cuando voy de invitado y respondo, hablo, y eso a veces incomoda», dice Rizzo. Antes que actor soy ciudadano, Carlos Somigliana escribió en la declaración de principios de Teatro Abierto «porque amamos dolorosamente este país», y así lo amo yo. No nos enseñaron a amarlo de otro modo ni renuncié a ningunas de las cosas que sostenía. Sigo teniendo esa cuota de rebeldía que hace falta para actuar. Si no sos rebelde, dedicate a otra cosa. Porque si no lo hacés te convertís en un mercenario. Lo digo desde hace rato, pero yo tengo la sospecha (no lo afirmo) de que en la productora de Pol-Ka no me llaman por mi manera de pensar. Con esa productora gané el Martín Fierro, tuve varias nominaciones, hicimos éxitos, novelas con rating, y un día me mandaron un telegrama desangelado diciéndome que no pertenecía más a la novela. Fui a hablar con Adrián Suar y me dijo que me quería para el unitario que venía, que fue Farsantes. Tengo derecho a pensar que es porque me pronuncio que no me llaman, porque ellos llaman actores que no se manifiestan. Hay un actor que salió a defender a la producción en un diario (justo en Clarín). Me hubiera llamado primero. Lo mismo el autor de esa tira, un laburador como él defiende a una empresa que tiene magníficos y costosos abogados para que la defiendan, queda como un alcahuete y un abyecto. A mí no me afectan esas cosas, me duele más la injusticia de estos días, por eso no voy a dejar de pronunciarme”, finaliza.

¿Cuándo? El cruce sobre el Niágara se presenta los domingos a las 20:30 en El Tinglado, Mario Bravo 948.