Fueron 955 días los que Marianella vivió con un corazón artificial. Hasta este mes, que fue operada con éxito en el hospital Garrahan. Se trata del caso pediátrico de mayor tiempo de vida con un corazón artificial, que se conoce en el mundo hasta hoy, superando los 877 días de una niña de 6 años oriunda de Erlangen, Alemania.

Marianella, de 9 años, oriunda de Unquillo, vivía conectada a un equipo de asistencia cardíaca ventricular desde el 18 de diciembre de 2013, cuando su corazón, afectado por una miocardiopatía, no dio más. El aparato que la transformó en récord mundial le permitió llegar con vida a un trasplante cardíaco que tardó en llegar, pero llegó. Fue hace unos diez días.

Su trasplante se transformó en el número 51 del Garrahan (y el 24º con corazón artificial previo): duró 4 horas y 15 minutos, en lo que resultó “casi una carrera contrarreloj del equipo de cirujanos que debieron, en ese tiempo, remover el corazón enfermo de la niña junto al corazón artificial y, a la vez, conservar indemnes las estructuras cardiovasculares necesarias para implantar el nuevo corazón”, explicaron desde el centro de salud. Según contaron, se considera que el tiempo de isquemia límite para los trasplantes cardíacos es de 300 minutos; en este caso fueron 249 minutos, hasta que el corazón donado comenzó a latir.

Explicaron los profesionales que la mayor dificultad “fue, paradójicamente, lo mismo que mantuvo la vida de Marianella hasta la llegada del tan esperado corazón”: el Berlin Heart. Ese es el nombre técnico del corazón artificial al que vivió conectada por más de dos años y medio, que posee una hora de autonomía sin estar enchufado (el tiempo que tenía la niña para salir de su cama de terapia intensiva) y que contiene elementos de poliuretano que están en contacto con el corazón enfermo y también con el exterior, donde se conecta a la bomba mecánica que suple el trabajo cardíaco. Así se explayó el jefe de Trasplante Cardíaco, Horacio Vogelfang: «En el tórax, con la presencia de esos tubos del corazón artificial, que son plásticos, se va generando todo el tiempo una reacción inflamatoria y de cicatrización, que dificulta mucho la extracción y la cirugía». 

Hubo controles, tratamientos anticoagulantes, posibles problemas de infección, pero la familia y sobre todo la propia Marianella, superaron la situación. Hoy recuerdan cuando la niña tenía 6 años y arribó al hospital emblema pediátrico de la Argentina, procedente de Córdoba, tras varios meses en la terapia intensiva del hospital infantil de su ciudad. Sandra y Julio, los padres, ya eran conscientes que la única posibilidad de vida era el trasplante. Lo que no imaginaron era que podía tardar tanto. 

En estos años festejó tres cumpleaños en el Garrahan y tres veces por semana las maestras de la Escuela Hospitalaria le daban clases en su habitación. Su semana se completaba con asistencia psicológica, gimnasio, controles médicos estrictos, entremezclado con “Soy Luna” (serie de la que es fanática), las sesiones de belleza de manos y cabello a doctoras y enfermeras de su Unidad 35, y la ayuda a los que manejan la caja del buffet para cobrarles a los médicos el café y las medialunas. A veces podía salir al patio interno, si el día lo permitía. Para eso, el personal de Mantenimiento instaló un enchufe especial con el que podía estar más tiempo al sol.

«Yo dije que no iba a volver a Córdoba si no era caminando de la mano con mi hija, Dios me escuchó y ella va a vivir hasta los 70 años», enfatiza Sandra. Ella también cuenta ahora con el récord mundial de la madre que más tiempo transcurrió en un hospital junto a una paciente conectada a un corazón artificial.