Los lobistas nacionales suelen decir que cuando Brasil se resfría, la Argentina se engripa. Es una figura (sencilla) que les sirve para explicar la relación estrecha y desigual entre el país y su vecino, y es un recurso infaltable cuando se trata de convencer al periodista de turno de que las empresas locales tienen problemas de competitividad que demandan “medidas dolorosas pero necesarias” para que el trabajo argentino no pierda contra sus pares de la región.

El miedo a la gripe cundió esta semana en los despachos privados cuando se supo que Brasil había aprobado una reforma laboral contundente a favor de los sectores concentrados. En rigor fue una mezcla de temor y envidia porque el cambio puede pronunciar la inclinación de la cancha a favor de los vecinos pero a la vez es la realización del modelo por el que ellos vienen bregando en el país desde hace años.

La ilusión de una ley se propagó rápidamente. Los medios nacionales instalaron la posibilidad de repetir la iniciativa brasileña con el supuesto fin de “limitar posibles coletazos negativos en la economía local”.
El gobierno apoyó la reforma laboral, pero le bajó el tono a la idea de una ley y ratificó su estrategia de negociar sector por sector, como ya hizo con los petroleros de Vaca Muerta y como está haciendo con las automotrices con el plan para fabricar un millón de autos en los próximos seis años. 

Hay que aclarar que están todos de acuerdo con la “necesidad” de discutir las condiciones vigentes: los empresarios grandes y los chicos, los nacionales y los extranjeros, los de la ciudad y los del campo, los del mar y los del aire, sin distinción de sectores. Los matices, una vez más, se organizan en torno a la dicotomía shock, por medio de una ley a la brasileña, o gradualismo, a la manera de los consensos actuales.

La ley tiene partidarios de peso como las multinacionales, en definitiva las que más influyen en las decisiones de Balcarce 50. Un dirigente puso primero en la lista a Techint que “siempre alega costos insostenibles en dólares” a la par de las petroleras. En la misma lista están las automotrices, que son a la vez multinacionales y exportadoras y “que recurrentemente comparan sus costos con los de los otros países”, protestó.

Desde algunos sectores del empresariado acusan “una incongruencia porque en todas estas empresas el salario incide en un 15 o 16% sobre el costo del producto. Sin embargo se quejan como si esto fuera lo que los saca de competencia. Los textiles de la indumentaria tienen el costo salarial arriba del 70 por ciento.”

En defensa de las grandes compañías, el director Ejecutivo del Instituto para el Desarrollo Empresario (IDEA), José Luis Blanco, defendió que si bien “es saludable el ejemplo de Vaca Muerta, el Congreso es el lugar en el que se deben discutir las cosas”.
El hombre de Swiss Medical reconoció que “tiene que haber creación de empleo genuino para combatir la pobreza” y adelantó que “las comisiones (del Parlamento) citarán a las partes para empezar a discutir”, aunque no precisó fechas. “Brasil es un país con el que competimos y si su reforma impacta va a haber considerarla”, concluyó.

En sentido opuesto, el dirigente de la Unión Industrial (UIA), José de Mendiguren defendió las negociaciones sector por sector porque “en la economía los rubros no son todos iguales” y además “existe mucha madurez en la relación con los gremios”.
El también candidato a legislador por el massismo reconoció que “hay una vieja tendencia a pedir una ley pero no nos vamos a confundir: el problema de la industria tiene que ver con la macroeconomía, la tasa de interés, la bicicleta financiera” que favorecen la especulación.

Por el lado de las pymes nacionales, el dirigente de Cgera y la agrupación Gelbard, Ariel Aguilar, cuestionó la reforma laboral más allá de las vías de aplicación y reclamó “discutir competitividad sin ajustar salarios” además de “parar los aumentos sobre todo de los alimentos y frenar las tarifas porque eso achica el mercado, que se achica en detrimento de las empresas”. «

A través de un comunicado, la CGT repudió a Temer

A pesar de la ofensiva deliberada que preparan el gobierno y las cámaras a través de un proyecto de reforma laboral el triunvirato que conduce la CGT se limitó a difundir un comunicado de repudio a la visita del presidente brasilero Michel Temer cuyo gobierno acaba de aprobar una ley de reforma laboral que pretende ser modelo para el continente.

El texto difundido por el triunvirato sostiene que esa reforma coincide con el proyecto «de la derecha de la Argentina hoy en el poder» y que implicaría un retroceso de 100 años en las condiciones laborales.

De todas formas, y a sabiendas de que la reforma forma parte de la agenda del gobierno, la central no ha modificado su fixture que tiene como fecha fija la movilización pautada para el 22 de agosto. Fuentes de la CGT confiaron a Tiempo que el próximo 26 de julio, cuando la central realice un homenaje por el fallecimiento de Eva Perón será la oportunidad para que sus dirigentes hagan declaraciones públicas contra el gobierno y su proyecto de reforma. Dos días después se reunirá el plenario de secretarios generales.