Dos meses después de llegar a Buenos Aires, el ex juez texano Edward Prado encabezó su primera celebración del Día de la Independencia de los Estados Unidos como flamante embajador político de la administración del presidente Donald Trump. El estreno de sus funciones no tuvo la espectacularidad que intentó conquistar su antecesor Noah Mamet (designado por Barack Obama), pero contó con 1300 invitados que aportaron una foto política sobre la densidad de las relaciones del aparato diplomático norteamericano con el establishment argentino, a pesar de la reducida presencia de funcionarios del Gobierno Nacional. A diferencia de la despedida de Mamet, realizada hace dos años en el mismo lugar pero con medio Gabinete presente, esta vez la única ministra que participó del evento (como histórica habitué), fue Patricia Bullrich, que llegó acompañada por su jefe de Gabinete Gerardo Millman. Junto a ellos participaron todos los mandos de las fuerzas de seguridad federales, enviados de las tres Fuerzas Armadas y el jefe del Estado Mayor Conjunto, general Bari del Valle Sosa.

También se dejó ver el secretario de Seguridad porteño Marcelo D’Alessandro (en lugar de su jefe inmediato, el ministro Martín Ocampo), y los habitantes de otro terreno clave en las relaciones tejidas por el Departamento de Estado: el Poder Judicial. La prueba estuvo en la fugaz visita de la jueza de la Corte Suprema Helena Highton de Nolasco, el interés del juez federal Claudio Bonadio por deambular entre los presentes y en el bajo perfil que intentó mantener su colega del mismo fuero Sebastián Casanello, flanqueado por sus pares Julián Ercolini, Rodolfo Canicoba Corral y el fiscal federal Carlos Stornelli.

Curiosamente no fue de la partida el ministro de Justicia German Garavano, amigo personal de Prado. En su lugar estuvo su subalterno, el secretario de Derechos Humanos Claudio Avruj, otro de los pocos funcionarios de Cambiemos presentes que dialogaba muy cerca de los empresarios de medios que sonreían con amabilidad, como el CEO del Grupo Clarín Hector Magnetto y su vice, José Aranda. Cuando llegaron al salón del primer piso para escuchar a Prado, el dueño del Grupo América, el mendocino Daniel Vila, tomó sus cosas y se fue por donde había llegado, quizás en un sutil gesto de rechazo a sus competidores que estaban exultantes luego de haber logrado la autorización del Gobierno para fusionarse con Telecom y constituir el mayor grupo de telecomunicaciones y medios del país. Ese conglomerado, mediante su aparato de management, goza de una relación privilegiada con el State Dept.

«Trump y Macri ya se conocen hace mucho tiempo. Trump apoya el trabajo de Macri, pero son tiempos dificiles. Todavia tienen que mejorar y tenemos fe», dijo el recién llegado. Si bien no habló de crisis, ensayó una justificación para sus dichos: «Por la inflación que tienen, por la cosa economica, es algo que tienen que arreglar, pero tienen que tener algunos cambios, yo se que no es fácil si no hay una solucion al problema económico, pero los cambios van en la direccion correcta», cintureó el ex magistrado, que se empeñó en mostrar sensibilidad ante las consecuencias del modelo económico de Cambiemos y del acuerdo firmado con el FMI, La administración Trump es el principal garante del endeudamiento histórico de 50.000 millones de dólares.  «