«Esto no está solucionado, vemos que hay buena intención del Gobierno de buscar solución, pero, hasta tanto, estamos en pie de lucha», expresó uno de los manteros luego de la reunión con funcionarios del Gobierno, en la cual se intentó llegar a un acuerdo, tras la represión sufrida por los trabajadores en el barrio de Once.

Antes, cientos de manteros del barrio de Once habían cortado parcialmente la Avenida Pueyrredón luego del enorme operativo de desalojo montado este martes por la madrugada por la Policía de la Ciudad. “Vamos a levantar la mitad del corte como un gesto a la espera de una resolución”, dijo en ese momento Rodrigo, que no es delegado, pero con un rol similar es quien mantiene informados a los cientos de manteros que permanecen en la calle esperando una respuesta luego de la represión policial de esta madrugada.

El Rasta, como le dicen sus compañeros, había anunciado que desde las 16:30 se reuniría con el vicejefe de gabinete porteño, Juan Pablo Graña, y con la defensora adjunta del Puebo, María América González, para llegar a un acuerdo. «Nosotros pedimos un marco regulatorio para nuestra actividad. Somos parte del 40% de trabajadores que vive diciendo Macri que está en la informalidad», expresó el hombre antes de la reunión, que duró más de tres horas.

Tiempo dialogó con tres manteros que contaron su experiencia tras el ataque de la Policía de la Ciudad.

Berta, 32 años. Trabaja hace diez años en la calle Castelli: «Fui la primera persona agredida por la policía. Yo estaba en mi silla de ruedas, protestando, porque queremos trabajo. Yo de esto vivo, de esto mantengo a mi hija, de esto pago el departamento. De esto compro mi medicación porque a mí no me da el gobierno. Esto es una estafa, nos dicen que nos van a reubicar, que nos van a pagar, pero todo es mentira. La policía se vino contra mí y me arrebató todo. Yo estaba con mi hija, en la protesta, pero estaba lejos de la policía. Y ellos se arrinconaron y se fueron contra mí. Mi hija está toda golpeada y a mí me quitaron mi riñonera donde tenía mis documentos, el carnet de discapacidad, mi medicación y el celular. Yo estoy por mi cuenta, lo único que pido es seguir trabajando, no queremos que nos saquen de la calle. Vivo a cinco cuadras de aquí y pago mi alquiler con lo que sacó de mi trabajo. Casi me da un infarto, porque yo no puedo recibir ni emociones fuertes ni enojarme porque mi corazón, en el momento que me empujaron, saltaba horrible. Pensé que me iba a morir ahí. Yo no pago nada, a mí me deja vender la coreana del frente, yo no la molesto y ella me deja hace mucho años”.

Maicol, 26 años. Trabaja hace cuatro años en Once: “De la noche a la mañana vinieron de la Metropolitana a quitarnos nuestra mercadería. Estábamos laburando de noche y nos la quitaron. Yo estaba conversando con mi compadre, y llegó la Metropolitana y nos quitó todo. Yo vivo en Ezeiza con mi mujer y mis hijos. Soy el principal soporte de la familia. Muchas veces nos pidieron papeles para hacer los trámites de la habilitación, nos tuvieron de un lado para el otro y nunca llegamos a nada. De una u otra manera hay que salir adelante. Tratamos de laburar, pero tengo miedo, porque esto es lo único que tengo para mi familia. Tengo que pagar un montón de cuentas, todo se fue a las nubes, como la luz, y no tenemos otra cosa. Pago 5000 pesos de alquiler por mes y lo que gano mayormente se va a pagar el alquiler y la comida».

Gabriela. Trabaja de mantera hace siete años: “Llegué y me encontré con que no podía armar el puesto. A muchos compañeros les incautaron la mercadería y eso nunca se devuelve. Ya nos pasó varias veces antes. Queremos trabajar, pero que no nos lastimen, que no nos repriman. No podemos vivir con este miedo. En verano nos morimos de calor, en invierno nos morimos de frío y nunca sabemos que nos puede llegar a pasar. Tenemos miedo. Llegan en un horario en el que uno está descansando. Somos trabajadores. Yo tengo una discapacidad, producto de un accidente, y por eso tuve que trabajar de esto, porque nadie me da trabajo”.

El desalojo se realizó a las 2 de la mañana principalmente sobre la avenida Pueyrredón y Mitre, cerca de la estación de trenes, y, según informó el gobierno de la Ciudad, incluyó entre 2000 y 2500 puestos de venta ambulante y allanamientos a galpones del barrio donde se incautó mercadería ilegal.

Muchos de los vendedores ambulantes mencionaron que pagan cerca de 500 pesos diarios a la policía para que los dejaran trabajar allí.

«El operativo fue pedido por la Fiscalía General a modo de prevención para impedir la venta en el espacio público. Lo que se hizo fue un operativo durante la noche para evitar que los manteros se instalen durante la mañana y el personal de la Ciudad desarmó las estructuras que estaban montadas sobre la recova en Pueyrredón», señaló Luis Cevasco, a cargo de la Fiscalía General de la Ciudad de Buenos Aires, y recordó que ya se han desalojado de manera similar en Rivadavia y Acoyte en Caballito y la calle Avellaneda en Flores.

Por su parte, Omar Guaraz, de la organización Vendedores Libres, indicó que «muchos compañeros sabían que se iba a realizar este operativo y entonces no armaron y retiraron las cosas, pero otros no y se llevaron todo». «El barrio está militarizado. Nos dijeron que también se hicieron algunos allanamientos en los domicilios particulares de los vendedores y creemos que hay detenidos», indicó.

Guaraz describió que «si bien la población que vende en Once es fluctuante, por día deben trabajar allí entre 1500 y 3000 compañeros». «En los últimos cuatro años fueron desalojados 5000 manteros en Avellaneda, Caballito y otros puntos de la Ciudad. Ninguno de esos compañeros fue relocalizado como le prometió la Ciudad. Las personas que venden en la calle son trabajadores y lo hacen porque no tienen otro medio de vida», indicó.

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