¿Inclusión financiera en una agenda de género neoliberal? La financiarización que nos propone el W20 es uno de los tantos eufemismos utilizados para profundizar la implementación de un modelo económico basado en el despojo de aquellas/es que menos tienen. El sistema financiero tiene estrategias para llegar transversalmente a toda la población, aun a los sectores más empobrecidos: basta con un DNI para estar incluida/e.

Los productos que coloca en estos sectores son tan simples como rentables. Los principales bancos privados tienen empresas satélites de colocación de créditos para consumo que son la puerta de acceso de los sectores populares: las tasas a las que colocan estos créditos son exorbitantemente más altas que las de su primer segmento. Muchos de estos proveedores operan sin regulación del BCRA y sin que se conozca el origen del dinero. Y quienes toman estos créditos a tasas usurarias son principalmente mujeres, lesbianas, bisexuales, no binarias, travestis y trans: el sector informal de la economía está conformado principalmente por mujeres, sin secundario completo y provenientes de hogares de nivel socioeconómico bajo y la brecha salarial en este sector es del 35 por ciento.

Al estar más precarizadas, no poder demostrar ingresos, y ser aun más pobres que cualquier varón en igual condición, las políticas de ajuste, tarifazo e inflación redundan en que las mujeres se deban endeudar más y a tasas más altas.

El Poder Ejecutivo, alentado por el W20, apuesta al endeudamiento de las/les que menos tienen a través de este segmento desregulado. Para entenderlo basta saber que se siguen flexibilizando las garantías para la toma de crédito para consumo aun cuando se restringió el acceso al crédito en todas sus líneas y que en los últimos meses se duplicó el riesgo de estas carteras crediticias. Exigir la regulación de este segmento del sistema financiero es necesario pero queda corto. La única forma de revertir y resistir este proceso es con mucha inteligencia y organización. Tomemos las finanzas por asalto.«