Con las burbujas del festejo todavía flotando, con el humo de los fuegos artificiales aún dando vueltas por el Monumental, es posible hacer un análisis táctico de este equipo que armó Marcelo Gallardo para encarar una nueva temporada. Cambió mucho River con respecto al que terminó de jugar en junio. Y a veces los cambios son para mejor, como en este caso. Hay que tener la cabeza abierta y las ideas claras para mantenerse como entrenador de un equipo grande durante dos años, ganar cinco títulos y caminar renovado rumbo a un flamante desafío. Gallardo demostró que puede hacerlo y el equipo demostró, en el primer tiempo de la final contra Independiente Santa Fe de Bogotá, que puede jugar muy bien al fútbol aunque enfrente tenga un equipo duro, estructurado, muy físico y capaz de dejar la piel en busca de presionar, quizás hasta el límite de lo que permite el reglamento.

Jugó muy bien River desde que empezó el partido hasta los diez minutos de la segunda mitad. Después entró en el torbellino de presión contra presión, roces en el medio y pelotazos de más. Pero queda para el análisis todo lo bueno que hizo cuando sacó dos goles de ventaja, los dos goles que le permitieron dar otra vuelta olímpica.

El gran cambio táctico que pergeñó Gallardo para este nuevo River está en el mediocampo. Ahí es donde saca diferencia y se puede decir que encontró un estilo que no tiene antecedentes. Puede ser parecido a otros, pero tiene un sello que permite decir que hoy River juega sólo como River. Y en eso tiene mucho que ver la idea de armar un tándem que nace en el círculo central, con Ponzio bien parado como 5 y con Nacho Fernández unos metros más adelantado. A la derecha de ellos, D’Alessandro, en un posición revolucionaria para su historia como enganche clásico. Hoy D’Alessandro juega como un 8 adelantado, cubriendo una gran franja de la cancha. Y del otro lado, a la izquierda, casi como un espejo, el Pity Martínez. No son extremos, no son delanteros, son volantes que participan de la creación del juego. Y son dos excelentes jugadores. Tienen talento, habilidad, gambeta, pase preciso, buena pegada. Y le permiten al equipo generar fútbol desde diferentes posiciones. En el medio, ahí por delante de Fernández, aparece
Driussi, un delantero que baja a buscar la pelota y sabe meterse en el circuito de juego, pero también puede alternar esta función con Alario, el goleador, el que la mete, pero también el que demuestra siempre que no es un negado con la pelota y es capaz de hacer una pared con cualquier volante que se acerque.

En todo este entramado que nace en el medio y termina en el área contraria, Gallardo es el gran ideólogo. Porque bancó a Martínez a pesar de que lo silbaban más que a Giunta en el Monumental. Porque tuvo la valentía de cambiarle la posición de siempre a una figura internacional como D’Alessandro. Porque se le ocurrió que Fernández tiene marca y juego como para ser el volante por el medio. Y porque armó este sistema que de ahora en más tendrá su sello. Es muy ofensiva la apuesta, porque el único de todos los nombrados que se dedica a marcar es Ponzio. Pero para equilibrar necesita que los 11 jugadores se comprometan con la idea. Y entonces así como Martínez, Driussi y D’Alessandro trabajan para presionar en busca de recuperar la pelota cuando la pierden, Maidana también se muestra dispuesto a no rifar pelotas desde el fondo. Eso se logra con alma de líder, algo que Gallardo demostró tener desde que se dedicó a ser entrenador.

Después queda la parte defensiva y el recambio. Atrás es más convencional River. Ahí sí se parece a otros equipos que intentan salir jugando con la pelota dominada. Cuenta con dos marcadores de punta firmes en la marca, de buen manejo y con velocidad como para sumarse al ataque, como Casco y Moreira; más dos centrales también parecidos entre sí, de buen cabezazo, veloces para anticipar y capaces de salir jugando, como Maidana y Mina. El arquero es una incógnita que alterna tapadas espectaculares con errores infantiles. Es lógico porque sólo tiene 20 años, ya tendrá tiempo de inclinar la balanza para un lado o para el otro. En el banco quedan varios que todavía no pudieron debutar, como Lollo, y otros que perdieron el puesto, como Mora. También chicos que piden pista, como Andrade.

Lo cierto es que River se reinventó. Con el mismo entrenador y varios cambios de jugadores, es un equipo nuevo. Arrancó la temporada con todo, jugó muy bien y encara el campeonato con el ánimo por encima de las nubes después de esta vuelta olímpica internacional. El cambio táctico que propone Gallardo es fiel a su idea de mundo, ofensiva y vistosa. Ahora la tendrá que afianzar, retocar y buscarle las variantes necesarias como para que no le tomen la mano. Si lo hace, ya no será una sorpresa. Simplemente porque no caben dudas de que es un entrenador destinado a entrar en la historia.