Roberto Navarro, periodista de formación económica convertido en los últimos años en un productor que gerencia sus propios emprendimientos, recibe a Tiempo en el piso que alquila su productora. Son las primeras horas de la tarde de un viernes. El departamento sobre la calle Thames muestra el movimiento de un lugar de trabajo: redactores y programadores que trabajan en la actualización permanente de El Destape web. Navarro tiene su oficina personal en un ambiente vidriado con vista al contrafrente.

El domingo pasado, el periodista que arrancó en la gráfica, pero que cimentó su popularidad en la pantalla, presentó El abismo. Crónica de la destrucción vertiginosa de un país, editado por Aguilar, en el salón Jorge Luis Borges de la Feria del Libro. Por esas casualidades que desvelan a los editores, la publicación de Navarro coincidió con la situación más tensa que haya atravesado el gobierno de Cambiemos desde diciembre de 2015. El miércoles, el diario La Nación ubicó a El abismo como uno de los títulos más vendidos en el fin de semana largo. 

Se trata de un libro que produce varios efectos y que esconde sorpresas. Navarro describe en detalle escenas y diálogos que mantuvo desde diciembre de 2015 con funcionarios del macrismo, grandes empresarios y dirigentes opositores. Esos diálogos –que Navarro difunde tras haber advertido que no se trataba de intercambios en ‘off’– sugieren el involucramiento personal del jefe de ministros Marcos Peña en el desplazamiento de Navarro y en el objetivo de Cambiemos de controlar C5N.

–En el libro usted cuenta que un ministro de Macri le adelantó que lo iban a echar de C5N y que Marcos Peña se quería quedar con el canal.  

–A todos los funcionarios y dirigentes políticos que nombro en el libro les pedí permiso. Les avisé que la conversación que estábamos teniendo iba a ser publicada.

–Allí un funcionario le dice que Peña se quiere quedar con C5N y que a usted lo van a echar. Eso después se confirma. Ese tipo de noticias a veces se las toma como teorías conspirativas exageradas. Como que el lector desconfía y dice: «No, no pueden ser así». 

–Es interesante esto. (Rogelio) Frigerio pensaba que me estaban haciendo un favor al avisarme. Como que era una gentileza de su parte. Como si alguien te dijera: «Mirá, dentro de dos semanas, dentro de mi gobierno, alguien te va a matar. Pero yo tengo la gentileza de avisarte para que vos te puedas despedir de tu familia y eso». Obviamente, no era él sino otro ministro (por Peña) el que me iba a echar. Pero yo no veo que estén peleados, ¿no? Con lo cual Frigerio es parte de mi despido. En ese momento los medios decían «lo que pasa es que Navarro tiene mal carácter». Cosa que quizá sea cierto. 

–En el ambiente periodístico circuló que usted era difícil en el trato cotidiano con la gente que trabajaba en funciones de menor responsabilidad. Se lo pregunto, entonces.   

–Eso que dijeron es feo. Porque yo soy un tipo difícil con la gente que está arriba mío. Jamás con la gente que está abajo mío. Circunstancialmente abajo. Me refiero a que una persona puede ser o empleado tuyo o alguien que trabaja para vos en un canal pero no es empleado tuyo. Todo lo contrario. Cualquiera de los muchachos que trabaja conmigo te puede decir cuál es nuestra relación. Me enoja que digan eso porque va contra mi esencia: yo me peleo con Macri, que es el presidente de la Nación; con (Fabián) De Sousa, que es el dueño del canal. 

–¿Qué piensa de la nueva detención de Cristóbal López y De Sousa?

–Es la detención de los dueños del medio crítico más importante de la Argentina, que es C5N y el grupo de radios. En cuanto a la causa en particular, la verdad es que (López y De Sousa) son morosos, ni siquiera evasores. De una cantidad gigantesca de dinero, es cierto. Pero también hay que decir que están en la misma situación de miles de empresarios que no van presos. Van presos porque son dueños de un medio de comunicación crítico y los encarcelaron justo ese día porque ese día explotó el dólar. Ellos (por el macrismo) quieren quedarse con C5N, con Radio 10. Dicen que ya está arreglado para que se los queden Manzano y Vila. Pero cuando digo «dicen» no es que me lo dijo un taxista. Me lo dijo gente muy bien informada. 

–En el libro usted cuenta que De Sousa le censuró un informe.

–El de Nicky Caputo. Me pidió que no lo hiciera. Pero yo reivindico a De Sousa y a Cristóbal López por seguir estando al frente. Ellos podrían haber arreglado. O irse del país. Reivindico el hecho de que tengan un medio crítico en un país en el que al que tiene un medio crítico o lo funden, o lo difaman y hasta lo meten preso.

–En el libro usted cuenta que Triaca lo llamó tres veces para pedirle que «por favor» no siguiera con el tema del maltrato a su exempleada doméstica. ¿Lo sorprendió el pedido?

–Para mi gusto, Triaca se mostró demasiado frágil ante un periodista. No sé por qué pensó que me podría convencer. No es lo que yo estoy acostumbrado que suele hacer un ministro: pedir «por favor» que no le publiquen. No lo respeto nada. 

–Algunos colegas equiparan cosas ocurridas durante el gobierno de Cristina en materia de medios con cosas que están sucediendo hoy. 

–Yo creo que Cristina tuvo algunos jefes de Gabinete muy agresivos con los medios. Yo una vez estaba en CN23 y creo que era (Juan Manuel) Abal Medina el que llamó ese día a (Sergio) Szpolski y quería que me echaran porque yo había llevado al estudio al Pollo Sobrero, al que habían metido preso un fin de semana. Szpolski es un grosero, un maleducado. Me interrumpió el aire. No sé si sobreactuó, pero yo me encontré con que llamaban del gobierno de Cristina enojados. O cuando lo echaron a Feinmann. Porque, sí, era el gobierno que llamaba para pedir que lo desplazaran. Esas cosas pasaban. Pero también es cierto que era otro el contexto y que al tipo lo echaban y al otro día estaba trabajando en el Grupo América, o Longobardi ya estaba en Radio Mitre. Que no fue mi caso. A mí me llaman para hacerme un reportaje y lo que buscan es demonizarme, estigmatizarme. Hasta el mismo Fabián De Sousa me dijo, antes de ir preso otra vez: «Bueno, si trabajáramos juntos otra vez, las condiciones serían distintas». Hasta que uno piensa que, bueno, si no puedo hablar de todo eso más vale me quedo en El Destape, donde no voy a tener la misma visibilidad pero puedo hablar de todo. Tenemos una serie de limitaciones que, salvo un medio como Tiempo, nosotros y algunos otros, que somos todos medios chicos, el resto tiene un nivel de condicionamientos como yo nunca vi desde la vuelta de la democracia. 

–En el libro menciona a varios periodistas y conductores de TV porque se abastecen con información de los servicios de inteligencia. ¿Qué piensa del peso creciente que tienen «los servicios» en los medios hoy? 

–Hay que decir que la inteligencia hace rato que tiene ese espacio en la Argentina. Van y vienen, en todo caso. Con las acusaciones que les hicieron a un grupo de periodistas y conductores, mi impresión –que es un poco de información y un poco de opinión– es que se trata de un mensaje para todos ellos. Los han apretado para que no se corran ni un poquito. Porque los tipos empiezan a decir «yo me voy a cuidar un poco ante mi público porque tengo un capital y tengo que seguir viviendo toda la vida, y el gobierno tiene problemas que yo no puedo negar». Pero el gobierno no los deja correrse. 

–Usted lo invitó a Verbitsky a sumarse a Economía Política. Fue allí donde Verbitsky contó lo que ese día había publicado en Página/12: el blanqueo del hermano de Macri, Gianfranco. ¿Por qué a Macri le molestó tanto que se supiera que habían modificado por decreto la ley de blanqueo para beneficiar al hermano?

–Es bastante enojoso, ¿o no? De todas las cosas que se dijeron de Macri, que el hermano haya blanqueado 662 millones, con lo cual queda claro que la tenía en negro… Y, además, tomando en cuenta que el presidente dice en sus declaraciones de bienes que sólo tiene 100 millones. El rating de ese programa fue enorme. Horacio es un periodista que no tiene miedo de publicar nada. Yo tampoco. –Usted es periodista con formación económica. ¿Cómo seguirá la situación tras dos semanas de devaluación y suba del dólar?

–El contexto es que hay una suba de la tasa de Estados Unidos, que genera como efecto un «vuelo a la calidad» (fly to quality). De los países subdesarrollados los dólares salen y van hacia EE UU. Hubo devaluaciones en toda la región. Argentina tiene un nivel de desregulación como no tiene ninguno de nuestros vecinos. Los chilenos tienen un encaje: vos no te podés ir en cualquier momento y llevarte el capital porque perdés una parte. En la Argentina no sólo se desreguló la inversión financiera sino que además se le permitió al campo, a los dueños de los dólares de la Argentina, que no tengan obligación de liquidarlos. Por lo tanto, los que te pueden dar los dólares para equilibrar el mercado no te los dan, porque vos desregulaste. Y los que se llevan los dólares se los pueden llevar cuando quieran, porque vos desregulaste. Y ya lo que se está rumoreando en la City es que se podrían canjear las Lebac, que son instrumentos financieros a cortísimo plazo, a un mes, a dos meses, por un bono a dos años, a cinco años, a diez años. Si eso ocurre, como los bancos tienen invertida buena parte de sus depósitos, no tendrían la liquidez para pagar los plazos fijos que estaban calzados en esas Lebac. En definitiva, estás poniendo en peligro un sistema financiero recontrasólido como el de Argentina. «