En medio de los ríos de tinta que han corrido en torno de Rodolfo Walsh, resulta más que interesante la oportunidad de leer sus propias palabras. Es cierto que, como suele decirse, un autor habla a través de sus libros. Pero no es menos cierto que la palabra resuena también en otros ámbitos en los que adquiere otras inflexiones, otros matices. Quizá es mucho más conocido el Walsh periodista y escritor que al Walsh entrevistado. Sin embargo, las entrevistas tienen el valor de ser una suerte de «instantánea» que, si bien está limitada por el género periodístico, tiene un mayor grado de espontaneidad y refleja con mayor fidelidad dudas, vacilaciones y reflexiones que suelen solaparse en el trabajo de elaboración del texto propio.

En este sentido, Les presentamos a R. J. Walsh (editorial Desde la gente), la compilación hecha por el escritor y periodista Osvaldo Aguirre de notas periodísticas realizadas al autor de Operación Masacre entre 1954 y 1974, permite penetrar en las palabras que quedaron fuera de su obra más formal, en la espontaneidad de su decir oral. Además, constituyen un verdadero documento histórico que va incluso más allá de Walsh, ya que en ciertos casos es entrevistado por figuras del campo cultural como Pirí Lugones o Ricardo Piglia. «Algunos escritores –dice Aguirre en la Introducción– son tan solicitados que se convierten en la agenda de los medios de prensa. (…) Pero las relaciones de Walsh con sus entrevistadores no estuvieron exentas de ciertas tensiones. Los periodistas no solo le reconocían méritos, sino que también le hacían reclamos en función del imaginario de escritor que entrará en crisis para Walsh a partir de sus relatos testimoniales. Además, estaba muy lejos de reservarse un rol protagónico: más de una vez se corre del centro en que lo coloca el género del reportaje y pasa a conducir la conversación, como ocurre en ‘Hablemos de teatro’, donde Pirí Lugones lo reúne con Germán Rozenmacher y Roberto Cossa, o retoma la pregunta del entrevistador y puede producir una respuesta, la retoma y, en lugar de ponerse en el lugar del que tiene cierto saber, la convierte en un cuestionamiento de sí mismo y en particular de su relación con la literatura, en ‘Narrativa argentina y el país real'».

Otra posibilidad que ofrecen las entrevistas es la de rastrear el desarrollo de las ideas políticas de Walsh, cuya mirada sobre el peronismo adquirió matices diversos a través del tiempo. Además, por supuesto, especifica claramente su posición sobre la literatura. En el reportaje realizado por Pirí Lugones dice algunas frases que hacen explícita de qué forma concebía la relación entre la creación literaria y la política. «Teniendo en cuenta el tipo de país que somos, semidependiente –dice dirigiéndose a Rozenmacher y a Cossa– el escritor tiene, además de la función de la creación artística o de placer estético a la que no puede renunciar, otra función, que es la de hombre de lucha. A esta altura de las cosas ya no se puede ser un mero esteta. Creo que el último escritor de derecha de Latinoamérica ha muerto o tiene 70 años (…) Pero aclara: «De ninguna manera una actitud de lucha significa descender a una mera actitud de propagandista callejero y renunciar a lo que es arte (…) Sí, yo trato de evadirme a veces, pero no puedo. La realidad argentina y la realidad latinoamericana pesan en mí de una manera abrumadora, ¿no? Mi primera tentación es buscar símbolos y eso te agarra de los…».

La entrevista en la que es acompañado por Rozenmacher y Cossa lo muestra, además, en su faceta hoy menos conocida, la de dramaturgo. Walsh escribió solo dos obras de teatro: La granada, donde hace una crítica al Ejército Argentino, y La batalla, en la que aborda la relación entre un dictador militar y la izquierda.

Es conocido el trágico final de Walsh, quien fue asesinado por un grupo de tareas en la esquina de San Juan y Entre Ríos del barrio de San Cristóbal. Pero ese desenlace estuvo precedido por otras persecuciones a las que debió hacer frente luego de la aparición de Operación Masacre y de ¿Quién mató a Rosendo? En una entrevista que no lleva la firma del periodista que la hizo, publicada en el mes de junio de 1965 en Siete días, se le pregunta qué riesgos corrió con la publicación de esos libros. Walsh contesta: «Es difícil evaluar el riesgo; pertenece un poco al reino de la fantasía, a las imaginaciones que cada uno se haga. Con Operación tomé muchas precauciones para no correr riegos. Fueron a buscarme a mi casa, en La Plata, y yo no estaba. Publiqué entonces una carta donde, aprovechando que en ese momento se había levantado el estado de sitio, yo a mi vez amenazaba al jefe de Policía y le decía que me estaba buscando clandestinamente, sin orden de juez, y que si él o sus hombres me llegaban a encontrar, me iba a resistir con los medios que dispusiera. Y no se animó a buscarme: lo puse en una disyuntiva que él no podía jugar. Yo no sentí ningún riesgo directo, nunca nadie me paró en la calle, ni recibí cartas ni llamados telefónicos. Será que tengo poca fantasía.» Su relato es interesante en la medida en que refleja no solo su propia posición frente al poder de turno, sino la situación que se vivía en el país antes de la dictadura del ’76, la más sangrienta de la historia argentina y cuya violencia se manifiesta, entre otras cosas, en la cantidad de chicos apropiados que aún no encontraron su verdadera identidad. Si algo demuestra la historia reciente del país y la de Walsh en particular es que aun teniendo una gran conciencia política como en su caso, resultaba difícil prever la virulencia que tuvo. La carta al jefe de Policía escrita 11 años antes del «Proceso» no tuvo el mismo efecto que la Carta a la Junta Militar. «