Yo paro porque me indigna que en pleno siglo XXI prevalezca la desigualdad, la violencia y la discriminación contra las mujeres. En México, las vivimos en todos lados. Al salir a la calle: cuando enfrentamos miradas obscenas o cuando caminamos con temor de que alguien nos dañe. En la escuela, cuando nos impulsan a estudiar carreras “afines” que reproducen “estereotipos de género”, cuando las niñas y adolescentes son acosadas sexualmente para obtener una calificación. En el trabajo, cuando nuestra labor es desacreditada y nuestra voz poco escuchada o invisibilizada y no se dice al interior de nuestras familias.

Según el Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio (OCNF), en México son asesinadas siete mujeres al día, muchas veces a manos de sus propias parejas o familiares, en sus propias casas.

Yo paro porque me preocupa que la violencia contra las mujeres se reproduzca hasta en las generaciones más jóvenes. Hoy una chica me llamó, terminó su relación de pareja. Su ex novio la corrió de su casa pero la continúa amenazando y hostigando en el trabajo. Ella se preguntaba si lo que estaba viviendo es violencia o si estaba exagerando. 

El nivel de violencia que vivimos las mujeres es tan sutil, que hasta a nosotras nos cuesta identificarlo. La hemos normalizado tanto que a veces dudamos de nosotras mismas y seguimos tolerando lo intolerable.

Yo paro porque es necesario reivindicar los derechos de las mujeres como una responsabilidad compartida de la ciudadanía y de las autoridades. Tenemos que dejar de ver lejos a las instituciones y hacerlas responsables de garantizarles a las mujeres una vida libre de violencia.

Ayer, al conocer la resolución de un tribunal que ordena la restitución de una mujer que fue desplazada del puesto público que ganó en elección popular, un político le advirtió: “¿Te queda claro que si te reasignan será como vivir en un matrimonio que solo está junto por los hijos?” Esa advertencia –además de provocar nuestro repudio- dejó ver la postura misógina y patriarcal que impera en nuestras sociedades, donde los derechos de las mujeres no son reconocidos como tal y donde los hombres siguen pensando que nuestro lugar es en la casa y nuestra “encomienda”: la reproducción.

En un país donde las manifestaciones son recurrentes por la cantidad de demandas de nuestra sociedad, veo necesario que las mujeres tomemos las calles y las hagamos nuestras. Dado el tamaño y la diversidad la coordinación es todo un reto, sin embargo se tejen acciones en distintas partes del país: manifestaciones, encuentros de mujeres, presentaciones de libros, ciclos de cine, entre otras.

Este 8 de marzo me sumo también al Paro Internacional de Mujeres, impulsado nuevamente desde el sur de América. Sabernos acompañadas nos hermana. Unimos fuerzas para impedir la regresión de nuestros derechos, ante las políticas ultraconservadoras. Hoy más que nunca es necesario. «

*Comunicadora social y activista, integrante de la Red Nacional de Defensoras de Derechos Humanos en México.

Entrá a la web especial de Tiempo sobre el Paro Internacional de Mujeres.