«Me fui criando en tango», confesó alguna vez Horacio Salgán, uno de los pianistas más importantes que tuvo la Argentina y que murió el viernes a los 100 años.

De niño, cuando su papá tocaba el piano y él apenas gateaba, se desplazaba por la gran casa donde se crió para estar cerca del piano. Unos meses después, cuando ya podía pararse, se estiraba hasta donde podía para tocar aunque fuera una tecla del piano, con el solo propósito de sacarle un sonido. «Mi padre tocaba el piano y la guitarra de afición nomás, no era músico profesional pero en mi casa había un gran ambiente predispuesto a la música», contó el gran artista en el documental Capos del Tango.

Horacio Adolfo Salgán nació en 1916 cerca del Mercado del Abasto. Comenzó a estudiar piano a los seis años y desarrolló una trayectoria que lo destacó como pianista, arreglador, compositor y director de orquesta. Admirado, como pocos, por tradicionalistas y renovadores, fue autor de composiciones emblemáticas como «Don Agustín Bardi» y «A fuego lento». Salgán no fue ni el más popular, ni el más estridente ni, acaso, tampoco, el más «vivo» de un ambiente que lo cuestionaba por no participar de los hábitos nocturnos de sus colegas.

A pesar de eso fue el que entregó su vida al estudio y a la música. Y el que consolidó un estilo. Solía decir: «Nunca me propuse tener un estilo ni hacer una renovación de nada. Lo que salió, salió espontáneamente porque así lo sentía».

El primer arreglo musical fue para la orquesta de Miguel Caló, para el tango «Los indios», de Canaro. «Para esa época yo estaba en al orquesta de Roberto Firpo que tenía su cuarteto donde tocaba el piano y una gran orquesta que era mi preferida, hasta que tuve la suerte de incorporarme a ella», contó en una entrevista. Fue admirado por músicos como Daniel Barenboim, Arthur Rubinstein o Igor Stravinsky. Salgán –y es obvio– no fue sólo tango. Irradió su técnica hacia la música brasileña, peruana, el jazz y lo clásico. Del mismo modo, el tango de Salgán lleva una dosis de negritud propia de las tradiciones musicales del continente.

Fue director, pianista, compositor y arreglador. Sus «arreglos», muchas veces, ya no son arreglos sino las versiones definitivas de esos tangos. Entre sus composiciones más emblemáticas está «A fuego lento». «Esa canción tiene una historia un poco pintoresca y desvinculada de la parte musical en sí porque se basa en una idea que parte de una frase que dice uno de los personajes de la obra El barbero de Sevilla. En un momento dado, el personaje dice refiriéndose a la calumnia: ‘va corriendo va corriendo por la oreja de la gente’. Decía que la calumnia se va inflitrando. Sobre estas palabras literarias fue donde tomé la idea de construir, componer un tema musical que empezara de a poco y se fuera infiltrando. Por eso comienza así el tango ‘A fuego lento'», contó el músico.

Entre su legado dejó un libro, Curso de Tango, publicado por primera vez en 1991, y que es acaso el primer material de género escrito con una perspectiva técnica y un gran un registro de su estilo.

Salgán fue el centro este año, en homenaje al centenario de su nacimiento, de múltiples homenajes. El pianista argentino-israelí Daniel Barenboim y la Orquesta del East-Western Divan tocaron su música en el Teatro Colón. <

El maestro según su hijo

El año pasado se estrenó la película Salgán & Salgán, documental que se ocupó de registrar la relación entre César y su papá Horacio. El pianista César Salgán, hijo de Horacio, tuvo con su padre una relación con encuentros y distanciamientos. César se crió sin su papá y recién tuvo un acercamiento a él en su adolescencia. Estudió primero el contrabajo (y el piano como segundo instrumento) y desarrolló una exitosa carrera en el automovilismo. Una tragedia familiar (la muerte de otro de los hijos de Horacio) los acercó luego de 18 años. «Trasciende edades, marcas de género y puede ser apreciado por cualquiera que tenga admiración por la buena música», dijo César acerca de su padre. «Así como hay músicos que han dedicado su vida a interpretar a Chopin, por obvias razones, y por una cuestión de empatía, dedico todo mi tiempo a su música, que la siento como propia». César se encuentra desde 2002 al frente del Quinteto Real, la emblemática formación de tango de escucha que su padre formó en 1960.