Mercancía o información. Maximizar ganancias o asegurar supervivencia. Libertad de prensa o derecho a la comunicación. El mapa comunicacional argentino, en el que conviven y se tensionan intereses y dicotomías, se reconvierte mes a mes. Medios que cierran, medios que nacen, trabajadores despedidos, empresarios que vacían y se fugan, empresarios que aprovechan y compran. El 2016 sirvió como síntesis de un proceso que no sabemos –nadie sabe– cómo y dónde terminará. Pero lo que sí sabemos es que entre tanto río revuelto, los medios cooperativos, autogestivos y populares supieron mostrarse como una alternativa válida. Ya no son una ilusión romántica, una palmadita en el hombro de los que se creen dueños de las verdades, sino una experiencia real e incontrastable: quijotes contra molinos de viento.

Tiempo Argentino –y más tarde Infonews y El Argentino Zona Norte– homologaron esta situación durante todo el año. A Tiempo lo envolvió cierta épica, siempre necesaria para marcar el camino, para cautivar a los que miraban de reojo.

Pero antes de Tiempo también hubo experiencias valiosas. Ahí están, como ejemplo, todos los medios de FADICCRA, diseminados a lo largo y ancho del país; o las revistas culturales independientes como MU, La Garganta, Barcelona o Nan; o radios comunitarias como En tránsito, Sur, Gráfica o La Tribu. Ejemplos que llevan décadas de lucha y comunicación, y que buscan alzar sus voces: llegar cada vez a más gente, empezar a incidir en la escena pública, consolidar su contrahegemonía cultural y comunicacional.

Millonarios o laburantes

Ivan Schuliaquer, magíster en Sociología de medios por la Universidad de Paris IV-Sorbonne y la École Normale Supérieure, asegura que una diferencia ilustrativa entre los medios populares y los tradicionales puede encontrarse en los fines económicos. “En los alternativos, el mercado es secundario, es un medio para sobrevivir. Prima el derecho a la comunicación. En cambio, en los medios comerciales, el mercado es lo primero. Y cuando el mercado viene primero, la información es mercancía. Y cuando algo es mercancía, el derecho aparece cuando el que vende puede aumentar sus beneficios. Es decir, no hay un acceso para todos ni algo a reclamar, sino simplemente un producto a vender”, analiza.

Durante este año, los medios tradicionales –grandes, medianos o chicos– dejaron en la calle a más de 2500 trabajadores. Otros no despidieron, pero hicieron que la crisis la pagasen los asalariados: desconocieron paritarias, pagaron sueldos desdoblados y pauperizaron, aún más, el presente económico de los trabajadores de prensa.

Posibilidades y dificultades nuevas

Ante este panorama, la proliferación de nuevos medios autogestivos, sin una lógica mercantilista, aparece como una buena noticia. Porque para las nuevas generaciones ya no se trata de entrar a los medios, sino de crear los propios. “Hoy han bajado las barreras de ingreso, es mucho más fácil, por las nuevas tecnologías, tener un medio. Pero la otra cara de la moneda es la concentración cada vez más fuerte hacia unos pocos medios, que por lo general son los tradicionales”, explica Pablo Boczkowski, profesor en la Universidad de Northwestern, Chicago.

Boczkowski agrega, en referencia a los desafíos que afronta en la actualidad el campo popular: “Es más factible que antes tener una presencia en el mapa mediático, pero cada vez más difícil asegurarse un público.” Los viejos medios, como afirma Henry Jenkins, no desaparecen: lo que desaparecen son las herramientas que usamos para acceder a ellos. En ese sentido, Internet, las redes sociales y las nuevas tecnologías están rediseñando el escenario mediático. “Brindan un montón de oportunidades, permiten que haya una democratización en algunas esferas, pero al mismo tiempo generan un nuevo orden de desigualdades: ahí están los actores tradicionales y también transnacionales con muchísimo más peso”.

Contra ese poder, el poder real, los medios cooperativos, autogestivos y populares vienen luchando desde hace tiempo. Lo hacen para garantizar el derecho a la comunicación, que no es lo mismo que la libertad de prensa (o de empresa). Lo hacen, en definitiva, para ofrecer las voces o mostrar los temas que los medios masivos relegan, desestiman u ocultan.

Expansión de empresas y retracción de ofertas laborales

La crisis de los medios gráficos, que es una crisis de la industria potenciada por un contexto económico recesivo, se refleja en salarios de hambre, multitareas y mano de obra barata disfrazada con convenios con universidades privadas. Sin embargo, a costa de eso, todos buscan expandirse: el Grupo Olmos, dueño de los diarios Crónica y BAE, que hace un mes cerró la revista Veintitrés, acaba de comprar la totalidad de Crónica TV; Editorial Perfil prepara el lanzamiento de dos canales de televisión y una señal de radio; La Nación ya lanzó su nuevo canal de tevé; y el Grupo Clarín se frota las manos porque vuelve al meganegocio del fútbol televisado. ¿Esto se refleja en mayores y mejores ofertas laborales? Todo lo contrario.