Leonel Barnech jura que no es prejuicio, que es pura experiencia, que después de cinco años en su lugar cualquiera sería capaz de anticipar ciertas conductas. “Por el modelo del auto –dice– ya sé cómo es la persona. La gente de mayor nivel económico viene más malhumorada, peor predispuesta, debe ser porque viaja más seguido y entonces es más soberbia. En cambio, el que llega con un Renault 12, cagado de calor, es mucho más atento, te pregunta cómo estás, es como si se apiadara de vos.”

Leonel es de Chascomús, tiene 28 años y hace cinco que trabaja como cobrador en el peaje de Samborombón, esa antesala (o resabio si ya se está regresando) de las vacaciones. “La verdad es que antes de empezar pensaba que iba a ser aburrido, algo tortuoso, pero descubrí que tenemos muchos privilegios, no estamos ocho horas encerrados sino que podemos salir a charlar con los compañeros, tomamos mate, la llevamos bastante bien”.

–¿En los cambios de quincena también se lleva bien?
–Lo que tiene el verano es que hay más gente. Eso te hace más llevadero el trabajo y el tiempo pasa más rápido. Pero también es cierto que cuando pasan 2500 autos por hora es una locura, y se siente en el cuerpo.
–¿Lo peor son las bocinas?
–Hay gente que se te para arriba de la bocina y no sabe que eso hace mal a la salud. Estaría bueno que tengan más consideración, porque nosotros no decidimos si la barrera se levanta. Los invitaría a pararse a un costado de la ruta, sólo un rato, a escuchar las bocinas, y ahí seguro que no la tocarían más.
–¿Qué es lo más raro que viste desde la cabina?
–Se ve de todo. Atendí a varios que viajaban desnudos o en ropa interior. Otros que iban teniendo sexo oral. También pasan muchos camioneros que mientras pagan se van cocinando unas “chuletas”. «