Ocurrió entre el sábado 13 y el domingo 14 de febrero de 1988. La conciencia social sobre la violencia de género era escasa o nula y el día de San Valentín aún no se festejaba por estas latitudes cada vez más permeables a las importaciones culturales. Nunca se sabrá detalladamente qué pasó ese funesto amanecer del verano marplatense, pero lo cierto es que Alicia Muñiz, la mujer del campeón mundial de boxeo Carlos Monzón, aquel día de los enamorados encontró la muerte. 

Su asesino fue su marido, el padre de su único hijo. Dos frases dan cuenta de lo naturalizado que estaba el femicidio: “Siempre le pegué a todas mis mujeres y nunca había pasado nada”, dijo Monzón. “Quién no le ha pegado alguna vez a una mujer”, dijo Alain Delon, amigo del campeón, tratando de minimizar el hecho catalogándolo con sus palabras como un simple exceso en una práctica corriente que no debería escandalizar a nadie. 

Pese a lo natural que le resultaba la violencia, Monzón tenía conciencia de que había cometido un crimen y más preocupado por las consecuencias penales de su acto que por el acto en sí montó una opereta destinada a salir impune. Él mismo se arrojó por el balcón por el que antes había caído Alicia, ya muerta, aunque él asegurara que ella se arrojó y él se arrojó detrás. ¿Para salvarla? ¿Por desesperación? ¿Porque ella lo arrastró en su caída? Nunca se sabrá qué fue lo que le pasó por la cabeza a Monzón para intentar que su crimen quedara impune. Estaba muy acostumbrado a pegarles a las mujeres con impunidad absoluta. Su condición de boxeador debería haber sido un agravante. Pero su condición de campeón parecía darle luz verde para ejercer la violencia sin consecuencias penales.

Camilo Sánchez, escritor y periodista, autor de la exitosa novela La viuda de los Van Gogh, plasmó este crimen en La feliz, donde habla del ese desgraciado verano de 1988 en el que Alicia Muñiz fue asesinada y Alberto Olmedo encontró la muerte al caer por un balcón. Entrevistado por Tiempo Argentino en el momento de la aparición  de esta última novela , Sánchez, quien cubrió como periodista la muerte de Muñiz, contó el origen de su libro: “Yo cubrí para Página 12 el asesinato cometido por El Campeón –cuenta-, nombre que alude a Carlos Monzón. De esa situación rescato dos hechos. El primero es que El Claun, Alberto Olmedo, fue el único que al tercer día de detención de Monzón lo fue a ver. Fue el único de los famosos que lo visitó. Rescato también la reconstrucción del hecho que se hizo a los cuatro o cinco días, en la casa donde se había cometido el crimen, alquilada por El Langa (se refiere al “Facha” Martel, también protagonista de la novela), que quedaba en un barrio muy chic de las afueras de Mar del Plata, el barrio de Constitución, que había sido tomado por una multitud que había ido a presenciarla. Había helicópteros contratados por las revistas para sacar fotos desde arriba. Estaba El Campeón con el brazo entablillado indicándole a la policía ´por acá´, ´por acá´. Había un grupo de gente que le gritaba ´dale, campeón´ y otro grupo que le gritaba ´asesino´, ´asesino´. Pensé ´esto es una novela de punta a punta´. A las tres semanas se cae del balcón El Claun y la historia me cerró totalmente. Pero tardé 30 años en escribirla. La empecé muchas veces. Como dice el maestro Piglia que nos sigue acompañando, se narra el pasado pero se escribe desde el presente y yo encontré el tono para narrar ese pasado hace tres años y cuando lo encontré, la cosa marchó.” 

Sánchez afirma que en tanto ficción, su libro no tiene rigor periodístico, aunque como periodista conoció ciertos entretelones del femicidio de Alicia Muñiz. Cuando se le pregunta por qué muestra a Monzón desde su vulnerabilidad contesta: “Corrí ese riesgo porque me parecía que lo tenía que correr. Luego de La viuda de los Van Gogh, en la que hago un homenaje a una feminista del siglo XIX y construyo un mito con la persona que hizo que Van Gogh fuera Van Gogh, tenía que correr el riesgo de mostrar a los varones deshilachados. Los tres varones de la novela están muy desflecados, en calzoncillos. Luego de La viuda… recibí ofertas para escribir sobre Modigliani, sobre Picasso… Pero yo no puedo hacer eso, la escritura es una pulsión que si no tiene verdad encima, si no es una obsesión, mejor dedicarse a otra cosa. Sí, corrí el riesgo porque estaba resolviendo una obsesión. Además, la primera marcha contra la violencia doméstica que se hace en la Argentina fue por el crimen cometido por El Campeón. Además, contrariamente a lo que pasó en Estados Unidos con Simpson, fue preso. Me parece que en una Argentina en que los problemas no son tanto políticos sino psiquiátricos, como dice Ragendorfer, estaba bien mostrar esto. O tal vez, como dijo (Miguel) Briante, lo de Monzón garpó porque era morochito. Habría que ver qué hubiera pasado de no haberlo sido, pero lo cierto es que estaba pagando su pena en el momento en que murió. Se equivocó en todo.” 

Sánchez recuerda detalles del cartonero Báez, un personaje que se hizo famoso como testigo presencial del asesinato. Por eso, cuando se le pregunta si Monzón se tiró del balcón para salvarse, responde: “Eso fue lo que declaró Báez, el cartonero, que fue testigo ocular, y lo que termina mandándolo a la cárcel. (…) Estuve hablando con un periodista que lo entrevistó a Báez y me contó que en la casilla donde vivía el cartonero, que también había sido boxeador, había escrito con un clavo sobre la madera ´Yo le gané a Monzón´ (..) En un principio –recuerda Sánchez haciendo un resumido cuadro de época respecto de la aceptación social de la violencia contra la mujer- el periodismo fue bastante condescendiente con Monzón. Mientras se le dictaba la prisión preventiva, llamaba el periodismo de Italia, de Francia, de Estados Unidos.” 

Fue precisamente después del femicidio de Muñiz que en el país se abre la primera Comisaría de la Mujer, según lo consigna Soledad Vallejos en una nota en Página 12 donde también recuerda que en 1988 “al referir la violencia machista no se usaba esa expresión, ni tampoco ´violencia de género´, ni siquiera ´violencia contra las mujeres´, sino otra que recortaba y subestimaba el problema: ´mujeres golpeadas´”. Cabe recordar que hasta hace no muchos años, la noción “femicidio” no existía y para aludir al crimen de una mujer se hablaba en la prensa de “crimen pasional”, ya que en nombre de la pasión cualquier atrocidad parece disculpable. 

Carlos Monzón reunió dos cualidades que alimentaron tanto las obras de ficción como las investigaciones periodísticas: fue campeón mundial de boxeo y asesino de su propia mujer. Carlos Irusta, periodista, quien lo siguió durante toda la vida y fue testigo de su ascenso y su caída escribió Monzón. La biografía definitiva (Planeta, 2017). “Hace años, un periodista me dijo que Monzón ya no era su amigo porque mató a la mujer. A mí me costó separar… Cuando se produjo el suceso, lo primero que se leyó fue ‘Monzón mató a la mujer’; en el fondo, yo rogaba que eso no fuera real. El tiempo terminó demostrando que sí, que fue real. Lo concreto es que pedí a mis editores que me hicieran quedar como el simple relator de una historia”, le dijo el autor al diario La Voz.  

En Monzón Secreto de Sumario (Vergara, 1991) la periodista Marilé Staiolo reproduce las palabras de Muñiz que cuentan cómo conoció a quien sería su victimario: “Él no me reconoció y me saludó de pícaro que es; me mandó su número de teléfono por el mozo. Pero cuando llegó Steimberg le recordé quién era yo, y con la esposa de Cacho nos fuimos con Carlos a cenar. A la semana se apareció por el salón de belleza». 

La hija del campeón, de la novelista policial Florencia Etcheves está atravesada por la violencia de género y el femicidio y su lectura recuerda el caso de Alicia Muñiz. Etcheves, que también es periodista, le explicó a La Nación que se basa en casos reales para escribir sus novelas de un género que hasta hace no mucho tiempo, salvo excepciones, era casi exclusivamente masculino. 

A Julio Cortázar, como se sabe, además de la literatura y el jazz le gustaba el boxeo. En el cuento La noche de mantequilla relata el combate entre Carlos Monzón y el cubano-mexicano José (Mantequilla) Nápoles que tuvo lugar en Francia en 1974. “Era un final sin belleza, pero indiscutible,- escribió Cortázar. Mantequilla abandonaba para no ser el punching ball de Monzón…”. Según Irusta, el biógrafo del boxeador argentino, luego de que le leyeran el cuento Monzón habría dicho: “Decile a ese grandote barbudo que si quiere belleza, vaya al ballet”. 

Tampoco en el final de la vida de Alicia Muñiz hubo belleza, sino horror. Por su parte, Monzón fue condenado a 11 años de prisión y murió en un accidente automovilístico en la ruta 1 de Santa Fe en una de sus salidas transitorias. Iba a bordo de un Renault prestado que conducía él mismo acompañado de dos personas También su muerte fue trágica. Vivió siete años más luego de la muerte de Alicia Muñiz a quien había asesinado.