Los números de la inflación le están dando un respiro al gobierno, después de un primer semestre más duro de lo esperado. Pero los brotes verdes de reactivación que algunos miembros del oficialismo aseguran vislumbrar no terminan de crecer. Así lo revelan diferentes indicadores de variadas fuentes que dejan en claro que la disminución en la tasa de incremento de precios no alcanza para poner fin al letargo de la economía.

Desde que el Indec retomó la difusión de los índices de precios, en mayo de este año, los guarismos de inflación fueron bajando paulatinamente. La medición inaugural fue de 4,2% y en los meses sucesivos la variación de precios al consumidor fue de 3,1% (junio), 2% (julio) y 0,2% (agosto). La última recibió el impacto de la marcha atrás con el aumento de tarifas de gas, que morigeró los incrementos en el resto de la canasta familiar, por lo que todos los economistas la ponen entre paréntesis.

De todas maneras, los pronósticos oficiales son optimistas. «En septiembre la inflación va a estar debajo de 1,5%, casi seguro. Si eso es así, todo el tercer trimestre del año terminará por debajo del 1,5%», afirmó el ministro de Hacienda, Alfonso Prat-Gay, durante una entrevista concedida en Washington, donde se realiza la asamblea anual conjunta del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.

Los números elaborados por el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (tomados como referencia en los últimos tiempos ante la desconfianza que despertaba el Indec y luego la interrupción de la elaboración de sus índices) coinciden con esa apreciación. Según el Ministerio de Hacienda porteño, el año arrancó con una inflación del 4,1% en el área capitalina y tocó picos de 6,5% en abril y 5% en mayo. Luego se desinfló a 3,2% en junio, 2,2% en julio y en agosto, con la anulación del tarifazo, registró una deflación del 0,8 por ciento. Número más o menos, la tendencia a la baja de la inflación parece consolidarse.

Sin embargo, la desaceleración en el aumento de los precios tiene una íntima relación con la caída de la actividad. En julio, el Estimador Mensual de Actividad Económica (una especie de anticipo del PBI) hecho por el Indec mostró una caída del 5,9% en relación con el mismo mes del año pasado. En la actividad industrial, específicamente, la caída interanual fue del 5,7% en agosto, luego de haber tocado un extremo del 7,9% un mes antes. En cuanto al comercio, según CAME, las ventas minoristas de septiembre fueron 7,7% menores que las del mismo mes de 2016.

Según el economista Alejandro Robba, ex subsecretario de Coordinación Económica y docente de la Universidad de Moreno, la creencia de que la baja de la inflación alcanza para que se inicie la reactivación es errónea. Y pone como ejemplo la agonía de la Convertibilidad, donde había deflación y cerraban las fábricas. «El 0,2% de agosto tiene que ver con la marcha atrás del tarifazo, pero la inflación núcleo no cede. Lo que está pasando en estos meses es que como la gente no compra, los comerciantes están absorbiendo parte de los mayores costos», afirma. Las estadísticas tampoco reflejan el desplazamiento de los consumidores hacia marcas de segunda línea, por lo general más baratas. «Si quieren mayor inversión van a tener que aumentar el consumo y no al revés. Y para eso tienen que mejorar las expectativas laborales. El que no sabe si tendrá trabajo no va a consumir bienes durables ni se va a ir de vacaciones», ejemplifica.

En ese sentido, la caída del salario real no ayuda. Según el gobierno porteño, mientras en el primer semestre la inflación fue de 29,2%, el salario medio sólo creció 10,9 por ciento. Y como publicó este diario la semana pasada, la mitad de los trabajadores registrados en blanco cobra salarios por debajo de la línea de pobreza. «