Alfredo Segatori es un muralista urbano, una suerte de Banksy porteño que no cesa de explorar las posibilidades que ofrecen las paredes de la ciudad para desplegar su arte que ha evolucionado hacia el mural escultórico. Esto significa que, además de pintar incorpora todo tipo de elementos de descarte que encuentra en la ciudad, chatarra urbana que deja de ser lo que es para transformarse en otra cosa. Autopartes, una pileta Pelopincho pinchada, una asadera y una pava viejas, un teclado de computadora que ya no sirve, chapas, caños de aluminio, lámparas de galpón, una alfombra en desuso y cuanto objeto inservible encuentre a su paso, se resignifica en su obra en un auténtico despliegue de trash-art.

El domingo 16 de diciembre se inaugura oficialmente el mural Tecno rasta y chino milenario ubicado en la esquina palermitana de Humboldt y Cabrera, donde está el bar La covacha. Pero ya mucho antes de la inauguración Segatori logró que esa sea la esquina más visitada y fotografiada de Buenos Aires.

Su taller de artista está ubicado en la Cooperativa de Recicladores Urbanos El Ceibo que, como en el caso de la obra mencionada, suele aportar materiales para su trabajo. El pelo del rasta está hecho, por ejemplo, con bolsones cartoneros.

“Defino mi trabajo como arte popular. Y en lo personal me defino como un muralista urbano que trabaja en Buenos Aires. Si bien tuve la posibilidad de viajar, hoy estoy empeñado en tratar de producir lo máximo en esta ciudad. Quiero poner toda mi energía en hacer muchos murales en Buenos Aires a partir del reciclado. Hago murales en bajorrelieve. He hecho también unas instalaciones que se llaman Mundo Cuadrado – Mundo compactado en las que trabajé con bloques de desechos y que estuvieron en las ferias de arte más importantes del año. El Fondo Metropolitano de las Artes dio algunos subsidios. Entre 213 proyectos eligieron 4 como los más relevantes de la cultura y entre ellos fue elegido el Quinquela.” Segatori se refiere al gran mural que realizó en 2015 con amplia repercusión nacional e internacional y que se llamó El regreso de Quinquela. “Tengo muchos años de trabajo y sigo laburando”, agrega.

Cuando se le pregunta acerca de las diferencias entre el muralismo tal como lo entienden los mexicanos y una pared pintada, contesta: “Lo distintivo del muralismo mexicano es la poliangularidad. Tiene diferentes perspectivas. México es la cuna de este tipo de creación pública y es el espacio donde este arte relacionado con causas sociales llegó a su apogeo. Entre mis referentes está, por supuesto, este tipo de muralismo, es una parte de mi herencia. Pero también tengo influencias de todo lo que tiene que ver con el arte urbano, como la pintura en aerosol y otras técnicas más modernas. Creo que en mí hay una fusión de todo. Yo sencillamente defino como muralismo una obra pictórica que se hace en un muro exterior. Luego hay una infinidad de  estilos y discusiones sobre lo que es o no es un mural. Yo prefiero decir que lo que hago arte popular.”

Respecto del mural que se inaugurará este domingo, dice: “Trabajé en él con muchos bolsos cartoneros y plásticos, con muchos materiales que no había usado hasta el momento. En otros trabajos utilicé más metales que plásticos. Me gusta trabajar con distintos materiales. Estoy convencido de que se puede hacer arte con cualquier cosa.”

“Trabajo solo o con algún asistente cuando hago murales –dice al explicar su modo de trabajo. Ese asistente me ayuda en los preparativos, pero no en la pintura artística en sí. Cuando trabajo con chatarra sumo a alguien más porque hay que sostener el capó de un auto, por ejemplo, y usar la agujereadora y otros elementos. Pero yo dirijo la obra y le doy la terminación pictórica.”

Pintar las paredes de la ciudad, no siempre tuvo buena aceptación porque no siempre se consideró  como una expresión artística, pero Segatori no ha tenido malas experiencias en ese sentido. “Siempre tuve buena aceptación, incluso desde mis inicios en que el tipo de trabajo que hago era algo más raro. Tengo suerte en ese sentido porque respetan bastante los murales. Pero con los murales de reciclaje es una locura lo que pasa con la gente. Desde que hice el mural del Tecno rasta, tres o cuatro personas por hora sacan fotos. Paran el coche, ubican un trípode y disparan su cámara o su celular. Es algo impresionante. Se vuelven locos con el tema de la chatarra cuando ven que hay un capó de auto y elementos diversos. Si bien los murales pintados a la gente le encantan, creo que esto lo superó.”

Según parece, el arte está en el ADN de Segatori. “Mi vieja es pintora –dice-. Yo arranqué con el arte a los 20 y pico.  Venía con una herencia artística y me puse a investigar. También hice actividades paralelas. Fui profesor de Educación Física y trabajé de visitador médico para armar un poco el circo, hasta que me largué de lleno con el arte. Soy un autodidacta. Ahora hay muchas formas de aprender como, por ejemplo, los tutoriales. Cuando yo empecé, en la década de los 90, todo era más difícil. Hoy la computadora te resuelve un montón de cosas, pero yo trabajo a la vieja usanza. En el 94 estuve en la Bienal de San Pablo y luego vinieron a Buenos Aires unos brasileños que hacían graffiti. Ahí aprendí un poco la técnica y luego la desarrollé de manera personal. 

Para Segatori el espacio público es el gran lienzo sobre el que se despliega su creatividad. Como en su momento lo hizo el gran maestro Antonio Berni, es capaz de transformar los desechos urbanos en obras de arte.