La investigación judicial por los disturbios del 1° de setiembre, mucho después de finalizada la marcha en reclamo por Santiago Maldonado, confirma que las fuerzas de seguridad lanzaron una cacería humana. La causa, que estuvo bajo secreto de sumario hasta mitad de la semana pasada, desnudó un relato sincronizado de los integrantes de la Policía de la Ciudad, la falsedad de las actas de detención, juegos de paintball, agresores cuyos golpes no dejan marcas, martillos y cinceles imaginarios y hasta la presencia de infiltrados, acaso servicios de inteligencia que bajo la apariencia de militantes borrachos interrogaban a transeúntes que luego terminaron en un calabozo.

Los policías que declararon ante el juez federal Marcelo Martínez de Giorgi situaron el inicio de los disturbios en cercanías de la Plaza de Mayo, en torno a las 20 horas y con un grupo “de entre 200 y 300 manifestantes” que voltearon una valla de contención y atacaron a las fuerzas de seguridad, que estaban desarmadas. El policía Rodolfo Fabián Vivot Roel declaró: “La gente de mi División no tenía armas, ni gas lacrimógeno, ni tonfa, sólo teníamos los elementos de sujeción, que eran los precintos”.  El subcomisario Martín Jesús García Vales corroboró que él mismo, pese a su grado jerárquico, cumplió “funciones de marcador, portando una carabina de ‘paintball’, la cual lleva bolitas de pintura y se utiliza con el objeto de marcar a agresores puntuales”.  Así y todo, pudieron detener y controlar a los revoltosos, que «intentaban sacar a las personas detenidas de adentro del camión”, según declaró Alejandro Javier Vildoza, conductor del camión de detenidos de la Comisaría Quinta. 

El subcomisario García Vales relató ante el juez un episodio que ocurrió cerca de la intersección de la Avenida de Mayo con la calle San José. “Un grupo de personal de investigaciones que estaban intentando aprender a una persona de sexo femenino y alrededor de ellos un grupo de personas que intentaban evitar esta detención. Me acerco, con el fin de brindarles seguridad y en ese momento siento que un masculino me pega un codazo en la boca, sin lograr lesionarme, por lo cual lo reduzco y se lo entrego al personal de investigaciones. Al momento que lo detengo, esta persona gritaba que era de prensa”. Efectivamente lo era: se trataba de Ezequiel Hugo Medone, periodista de Antena Negra TV, quien fue acusado (como todos los demás detenidos) por “la quema de contenedores de residuos, pintadas de paredes y daños a edificios -alguno de ellos históricos- y espacios públicos, rotura de vidrios de comercios, el lanzamiento de piedras, bombas de tipo ‘molotov’, bombas de estruendo, botellas de vidrio; todo ello con el objeto de infundir un temor público, suscitar tumultos y/o generar desórdenes, incitando a la violencia colectiva contra las fuerzas de seguridad nacionales y de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires”.   García Vales declaró ante el tribunal: “Estas personas llevan consigo algún elemento que utilizan para crear piedras, es decir, algo similar a un martillo y un cincel”.

Pero Medone no hizo nada de eso. El acta de detención sostiene que fue arrestado en inmediaciones de la Plaza de Mayo, pero el propio subcomisario García Vales lo situó en otro lugar. El periodista intercedía contra  la detención de Gabriela Gisel Sánchez, la única que figura como aprehendida “en la intersección de la avenida de Mayo y la calle San José”. Sólo estaba sacando fotos; no se le imputó ningún delito. Medone intentaba explicarle al policía que la detención era arbitraria, pero lejos de conseguir que soltaran a la fotógrafa, él también terminó preso. Las circunstancias reales sobre cómo ocurrió esa detención no figuran en la causa. El juez Martínez de Giorgi sólo las conoció cuando le tomó indagatoria: “A mí no me detuvieron en ese lugar, yo estaba registrando con video y en el momento que estaba haciendo una transmisión en vivo me detuvieron en avenida De Mayo y San José y Santiago del Estero o Sáenz Peña más o menos. En uno de los avances de la policía, al lado mío estaba Juan Pablo Mourense que también está detenido y también otra chica filmando, y en ese momento yo escucho que personal de la policía dice ‘ese está filmando agarralo’”.

Gas pimienta e interrogatorio

José Domingo Morales, el paciente trombofílico detenido mientras comía pizza, vivió una situación curiosa. Durante la desconcentración se encontró con dos amigos. “En ese momento se nos arrima un muchacho a quien no conocíamos, se nos metió en la conversación, con cerveza en mano, y empezó a hacernos preguntas sobre lo que hablábamos. De hecho nos cayó mal porque al parecer estaba escuchando nuestro diálogo. Nos hacía preguntas todo el tiempo, de la derecha y de la izquierda. Le preguntamos cual era la intención de tantas preguntas, tales como si habíamos venido solos, qué opinábamos. Este muchacho no mantenía un discurso coherente”.

Llegaron a una pizzería, comenzaron a comer y policías motorizados disolvieron a un grupo de jóvenes que estaban tocando música. Las motos ensordecían y el clima se espesaba. Entonces cambiaron de mesa. Morales reprochó a unos policías que “estaban en una actitud muy agresiva con unos chicos” y por respuesta recibió gas pimienta en su cara. “Le pregunté ‘por qué hacés eso’, habré dicho dos palabras más y lo aplaudo por lo que había hecho”. Terminó preso. 

En el móvil policial, Morales escuchó interrogantes muy similares a los que un rato antes le había formulado ese desconocido que se metió en una conversación ajena. “Me seguían haciendo preguntas de quién era, de qué trabajaba, si tenía afiliación política, y si estaba agremiado”, afirmó. «