Finalmente, luego de tantas idas y vueltas, Luiz Henrique Mandetta anunció que deja el gobierno de Jair Bolsonaro. Enfrentado por la forma de combatir el coronavirus, o mejor dicho, por la intención del responsable de la cartera de Salud de Brasil de aplicar las recomendaciones de la OMS sobre el Covid-19, Mandetta declaró en la mañana del miércoles que está harto.

“Basta ya”, con tanto tironeo, fue el argumento para informar que se iba a quedar en el cargo hasta que le encuentren un reemplazante. “Fueron 60 días de dar batalla, usted conversa y la persona entiende, dice que concuerda y luego cambia de idea y habla todo diferente, ya basta ¿no?”, dijo. Pero no sería ajena a esta decisión la amenaza de un “carpetazo” sobre su gestión al frente de esa dependencia federal.

Es cierto que la guerra desatada por el presidente para mantener las actividades del país a pesar de la pandemia, cuando ya se sabía la tragedia que el coronavirus estaba causando en otros países, desgastó a todo el gobierno.

A tal punto llegó la disputa que la cúpula militar decidió poner paños fríos y para evitar mayores complicaciones, impuso un jefe de gabinete, el general Walter Braga Netto, con atribuciones de comandante al mando del Ejecutivo mientras dure la pandemia.

Así, lograron calmar un tanto las aguas cuando la semana pasada Bolsonaro venía avisando que quería a Mandetta fuera del gobierno y ya había varios que se estaban poniendo el traje para jurar en su reemplazo.

Todo indicaba que esa batalla la había ganado Mandetta, que según las últimas encuestas, tenía una imagen positiva de más del 76%, cai el doble de la del propio presidente. Se estimó que parte del problema entre ambos era de celos de Bolsonaro: un mandatario electo por la ciudadanía no podía permitir que uno de sus funcionarios obtuviera réditos en esta jugada que él no podía.

Pero también hay un cruce ideológico importante. Mandetta siempre dijo que desde su gestión iba a defender posturas que tuvieran asidero científico. Y Bolsonaro, un evangélico fanatizado como muchos de sus seguidores, calificó al Covid-19 de una gripecita y pretendía -en esto coincide con la ola capitalista depredadora que se impone en el mundo- mantener la actividad económica. Adujo que muchos brasileños viven al día y de lo que consiguen en la calle. Condenarlos a no poder ganarse la moneda diaria era peor que el mal.

Mientras tanto sus hijos, activos militantes de las redes, y en miles de cuentas probolsonaristas, se fue difundiendo la idea de que Mandetta aspiraba a capitalizar su imagen pública para postularse como candidato a la gobernación de su estado natal, Mato Grosso do Sul, por el partido de derecha Demócratas (DEM), del que forma parte.

Luego de ese primer choque fuerte, que lo llevó a adelantar que se iría del Planalto el lunes de la semana pasado -había vaciado los cajones de su escritorio, revelaron allegados suyos- pareció que la cosa se encaminaba. Hasta que el domingo último habló de más en una entrevista con Globo TV.

Entre otras cosas, Mandetta dijo que “el Ministerio de Salud entiende la economía, entiende la cultura, entiende la educación, pero se preocupa por el lado del equilibrio de protección de la vida”, y lanzó una parrafada que lo terminó malquistando con el resto de los militares que tienen la voz de mando en Brasil.

“Espero que esa validación de los diferentes modelos de enfrentar esta situación pueda ser común y que podamos tener un discurso único, un discurso unificado, porque, si no, los brasileños dudan y no saben si escuchar al ministro de Salud o escuchar al presidente o a quién escuchar”.

Desde ese día fue evidente que la hora de Mandetta estaba jugada. ¿Un error político, se agrandó con el triunfo del martes anterior y pensó que tenía carta blanca?

Poder ver acá como se catapultó la crisis Bolsonaro-Mandetta.

Le marcan la cancha al presidente.

Crisis sanitaria y política.

Obligan a recular a Bolsonaro.

Se dispara la interna.

Un dato que filtró el portal de la revista Veja señala que la Agencia Brasileña de Inteligencia (ABIN, la AFI de ese lado de la frontera) estaba revisando por orden obviamente secreta del gobierno, los contratos firmados por el Ministerio de Salud con empresas prestadoras de servicios en el marco del combate del coronavirus.

Apuntan, según parece, a dos ex diputados del partido DEM que tenían el encargo de centralizar todas las grandes compras. Se trata de José Carlos Elaluia, asesor especial de Mandetta, y de Abelardo Lupion, director de Gestión y responsable de coordinar entregas de fondos a los municipios.

Veja resalta que los dos fueron acusados de haber recibido coimas en la causa Odebrecht. Los investigan ahora por haber firmado contratos con empresas ficticias y de haberse quedado con algún que otro vuelto sobre la liberación de recursos a varios distritos.