«Es increíble lo que disparó. Fijate la importancia de visibilizar esta temática que hace que cada vez gente se anime a denunciar», plantea Carina Rago, psicóloga e integrante del equipo de coordinación del programa Las Víctimas Contra las Violencias, dependiente del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación. Lo que se ve ahora son muchas personas adultas que fueron víctimas en su infancia o adolescencia y aun sabiendo que no van a poder hacer la denuncia judicial, tienen la necesidad de contarlo. De reparar algo desde la palabra», explica con buena parte de sus 12 años de experiencia en el programa participando de la atención personalizada de las víctimas en el territorio.

Para poner en contexto la situación, Rago cuenta que, tanto en la línea 137 (en la Ciudad) como en la 0800-222-1717 (de alcance nacional) son pocas las veces que atienden llamados directamente de las víctimas. Según las estadísticas, apenas el 9% puede poner en palabras por sí misma la situación que atraviesa. En especial cuando se trata de abuso infantil, la mayor cantidad de personas que llaman son referentes cercanos al niño o niña (vecinas, maestras, madres de amigas de la escuela) «porque en su ámbito de confianza están la mayor cantidad de agresores», detalla.

Por eso, agrega, «es fundamental que se avance con la Educación Sexual Integral para que los chicos puedan exteriorizar lo que sucede. Porque a veces los chicos cuentan con naturalidad cosas como que les tocan la cola, porque tienen un psiquismo en construcción a esa edad y no piensan que el padre, tío o abuelo puede estar haciéndoles daño».

En ese marco, es importante que los niños, niñas y adolescentes se liberen de las culpas, porque muchas veces algún familiar suyo termina siendo cómplice del victimario. «Hay madres que justifican la actitud del padre abusador contando que su hija dormía con corpiño y bombacha. La nena entonces se queda sin contención emocional y es un recorrido muy difícil para desarmar las construcciones patriarcales donde las mujeres y las niñas son objetos de uso», señala Rago.

La psicóloga cuenta que varias personas que se contactan con la línea tienen ya hecha alguna denuncia por abuso, pero como se demora la actuación judicial, «se sienten desamparadas». Luego, añade, «como estamos en la urgencia no tenemos control sobre cómo sigue esa persona y si nos volvemos a enterar puede ser por algo negativo, como que vuelven a llamar». Aun así, el momento actual la esperanza: «El proceso de visibilización es más lento de lo que uno quisiera, pero la importancia es poder empezar a hablarlo». «

Interpelación colectiva

La respuesta de Juan Darthés ante la nueva denuncia en su contra replicó la estrategia especular del acosador que se pone en lugar de la víctima. «Es lo que hace que la posibilidad de contar se demore», explica a Tiempo Ileana Arduino, abogada y coordinadora del grupo de trabajo sobre feminismos y justicia penal de INECIP. «Apenas aparece un hecho así la pregunta es vos qué hiciste para que pasara. Siempre el proceso es devolver la responsabilidad».

En este caso, agrega, el acompañamiento de las Actrices Argentinas «transformó la enunciación individual en un acto colectivo» y sirvió para proteger a la víctima. Pero no tardaron en llegar voces que cuestionaron el «escrache» como metodología.

«No hay nada nuevo ahí tampoco», sigue Arduino. «Todos los movimientos libertarios han tenido una tensión con el uso de las herramientas punitivas que fueron usadas para someter. Hay que poner en perspectiva que eso pasa porque no hay debido proceso. Sin fallos como el de Lucía Pérez, no habría tampoco esas respuestas».

«Es interesante destacar, no cómo opera el mecanismo sobre el otro (porque nos estuvimos callando esto ancestralmente), sino qué queremos decir con que ‘bajen el tono’. Romper el silencio no es un activo del feminismo sino de la democracia. Lo interesante es poder regular si la única forma de decir es el escrache, que puede quedar atrapado en la lógica de la denuncia y la contradenuncia. En casos como éste se ven aprendizajes y políticas de cuidado. Porque la puesta en escena de las Actrices tuvo que ver con conectar las experiencias individuales con la interpelación colectiva».