Ayer nomás, la preocupación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación era lograr que los cerebros que se habían fugado del país por la falta de oportunidades e inversión regresaran. Las prioridades, sin embargo, parecen haber cambiado. El recorte presupuestario en el área encendió la primera alerta y las palabras del ministro Lino Barañao el último martes en el Congreso terminaron por configurar la tormenta tan temida. Mientras los científicos advierten los riesgos que corren para poder seguir investigando, el titular de la cartera cree que el problema es haber creado las “condiciones adecuadas” para investigar, por lo que los científicos no se van.

“Me fui en 2002, desempleada, con la carrera de investigador del Conicet cerrada, sin opciones para acceder a cargos docentes. En ese momento no teníamos perspectivas de volver, pero cuando se abrió la posibilidad decidimos regresar”, cuenta Valeria Levi, doctora en Química egresada de la UBA. Tras hacer un posdoctorado en la Universidad de Illinois (EE UU) y trabajar allí, ella y su pareja, también científico, retornaron en 2006 a través del programa Raíces. Hoy es investigadora independiente del Conicet y a los 44 años dirige el Laboratorio de Dinámica Intracelular que funciona en la Facultad de Ciencias Exactas. 

“Los investigadores argentinos nos acomodamos a trabajar con poca plata. Sin embargo, en estos años pude hacer mucho más de lo que imaginaba, sobre todo, gracias a los subsidios que hubo para equipamientos, que en ciencia son muy caros”, añade la investigadora que en abril de este año fue portada de la revista Cell (una de las más reconocidas a nivel internacional en biología molecular) al describir el momento en que las células de un embrión comienzan a diferenciarse, un hallazgo que permitiría optimizar la manipulación de embriones para fertilización in vitro. 

Su laureado trabajo, sin embargo, quedó amenazado con el presupuesto 2017 que hoy se discute en el Congreso nacional. “Yo trabajo con equipos que cuestan en el orden de los 400 mil dólares. Sin eso no se puede investigar”, explica la doctora que sabe que el aumento nominal en pesos que marca el proyecto de ley es un recorte encubierto. Si se toma en cuenta la cotización del dólar en los últimos dos presupuestos ($ 9,7 en noviembre de 2015 y $ 15,4 en octubre de 2016), el aumento del 32,36% en pesos se transforma en un recorte del 16,63% en dólares.

“Todos nuestros insumos son importados. Ya la devaluación implicó adquirir la mitad de lo que podíamos obtener antes. A corto y mediano plazo, nuestro gran problema va a ser la falta de presupuesto para equipamiento, que tiene un tiempo de vida. No es que quedamos estancados: vamos a poder hacer menos que lo que hacíamos. Es una regresión. Hoy mi peor pesadilla es qué pasa si se me muere el láser”, finaliza.

No solo insumos ni repatriados

Mario Ranalletti se fue con su esposa a París en el año 2000 para terminar su maestría en Historia. “La explosión del país en 2001 no me dejó volver. Aquí, corralito y corralón, nos dejaron sin nada y nadie nos daba una mano para volver. Cuando terminamos los estudios decidimos volver y la mano que nos dio Raíces fue fundamental”, cuenta a Tiempo. 

Ranalletti, que actualmente es subdirector del Centro de Estudios de Memoria e Historia del Tiempo Presente de la Universidad de Tres de Febrero (Untref), asegura que por su situación actual el recorte no lo afecta directamente, pero entiende la situación en clave histórica. “Son claras las prioridades para este gobierno: premios a los productores de granos, pagos a los acreedores externos en litigio y recortes al sistema nacional de ciencia y tecnología. Pronto nos van a decir: ‘Vayan a plantar soja’, porque son los hijos de Cavallo los que hoy toman las decisiones en estos asuntos presupuestarios”. 

Juan Pablo Paz, premio Houssay 2014 a investigador de la Nación, también sabe lo que significa la frase del ministro Barañao porque él mismo se fue del país en un par de oportunidades. Primero para formarse en EE UU después de terminar su doctorado entre 1989 y 1995; después a fines de 2002 para reinstalarse en la Argentina tres años después. “Que Barañao salga ahora con ese planteo, en el mismo momento en que hay una política de restricción de ingresos al Conicet, es una forma de enmascarar un ajuste del cual no voy a ser cómplice”, señala Paz. 

“A mis estudiantes les digo que es bueno que se formen en los mejores lugares por el mundo, pero que después vuelvan. La preocupación del ministro debería ser garantizar que Argentina se transforme en un sistema que atraiga cerebros, no que diga ‘váyanse y después vemos’”. 

Paz también se preocupa por el entusiasmo que percibe: “La última década significó recuperar por primera vez la planificación a mediano plazo. Pero hoy dialogo con gente que pensaba en volver y ahora puso un pie en el freno, me consta”.

Conclusión

Levi no cree que los dichos de Barañao estén dirigidos a los investigadores de su generación, pero eso no disminuye su preocupación. “Lo que está claro es que va a haber menos becas y va a ser difícil que los jóvenes que se están doctorando puedan quedarse, o que sigan volviendo los que podrían enseñarnos qué aprendieron afuera. Eso es gravísimo”. 

Paz coincide en que la madre de todos los problemas es el recorte del presupuesto 2017 para Ciencia y Tecnología. Para él, este ajuste no solo se traducirá en menos ingresos de investigadores al sistema, sino también menores remuneraciones y laboratorios. “Como profesor de la UBA presencié generaciones enteras de estudiantes de Física que se iban después de terminar la licenciatura. Pero en diciembre fuimos testigos de algo inédito: desocupación cero en Física”.  Se recibe un centenar de licenciados en Física por año en el país, la mitad de la UBA. En los últimos años consiguieron lugar “en el Conae, en Invap, que pasó de 400 a 1400 trabajadores desde 2003, en el INTI, Conicet, las universidades. Me preocupa muchísimo que eso se pierda, por ejemplo la industria satelital nacional”, concluye. Su preocupación es la de toda la comunidad científica . «

La partida más baja de la historia

El presupuesto total para 2017 enviado por el Poder Ejecutivo Nacional al Congreso tiene un incremento nominal de un 50,54 por ciento. Sin embargo, la finalidad de Ciencia y Técnica sólo subió un 32,36%, un número que no alcanza a compensar la inflación del último año que el propio ministro de Hacienda de este gobierno, Alfonso Prat-Gay, estimó en el 40 por ciento. La cartera pasará de ocupar el 0,75% del Presupuesto Nacional en 2016, a apenas el 0,59% el próximo año. Se trata de la menor proporción desde que se creó el Ministerio en 2007. 

Entre las dependencias vinculadas al área, la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE) y la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica serán las más perjudicadas, con quitas del 6,5% y el 32%, respectivamente. 

Tecnópolis, la megaferia de Ciencia que se transformó en emblema del apoyo al área, también sufrirá las consecuencias. El recorte para esta será de más de 18 millones, lo que equivale al 13,87% de su Presupuesto 2016. Si se considerara la cotización del dólar al momento de armar los últimos dos presupuestos, la caída de la partida para la feria científica será de un 45 por ciento.

Una moneda para la ciencia y la innovación

El economista Fernando Peirano, quien estuvo al frente de la Secretaría de Políticas en Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva del Ministerio durante la gestión del kirchnerismo, dictó el viernes un seminario en Exactas (UBA) sobre el Presupuesto 2017. “Si el presupuesto total de la Nación fuera un billete de 100 pesos en 2017, lo que le está faltado a la ciencia es una moneda de 25 centavos”, destacó.