Este lunes, cuando Talleres reciba a Argentinos, Frank Darío Kudekla cumplirá 104 partidos como entrenador de la T. Para el fútbol argentino cien partidos son un mundo: el ciclo del cordobés arrancó en marzo de 2015 en el Federal A, ante 9 de Julio de Morteros, y hoy lo tiene como escolta de Boca junto a San Lorenzo. En Córdoba, se cruzaron los caminos de un entrenador particular con un club que es distinto a los otros 27 de Primera. «A mí me gusta estar a cargo de un grupo grande de gente trabajando para darles lo mejor a esas personas puestas a jugadores. Lo que primero tenemos en claro –explica Kudelka– es que tenemos una oportunidad de mejorar a las personas con las que estamos trabajando. Tengo esa posibilidad porque el club me da ese espacio».

–Es tu cuarto año como técnico de Talleres. ¿El largo plazo te ayuda o te perjudica?

–No me quedan dudas de que estamos en un ámbito donde el resultado prima. No puedo dejar de lado que los resultados nos han acompañado y nos han dado el espaldarazo para que uno pueda seguir y continuar. En el largo plazo uno conoce mucho más el proceso institucional, va creciendo, corrigiendo, acompañando y va tratando de generar una mejora en el tipo de prestaciones que uno da como profesional. Es un valor agregado. Lo negativo, en lo que uno tiene que estar alerta es en no cansarse, saber que siempre existe algo más que dar. A veces el estar mucho tiempo en el mismo lugar te vuelve perezoso, te quedás sin la impronta del principio. Trato día a día de que eso no me suceda, de que no me agarre un conformismo de que ya con esto alcanza. Vivimos en una sociedad totalmente resultadista, donde las cosas se olvidan en poco tiempo. Pero eso también te empuja a no quedarte.

–Tu primer equipo fue 9 de Julio Olímpico, en Freyre, un pueblo de 5000 habitantes, hace más de 30 años. ¿Disfrutás más de un momento así?

–Es mi gran triunfo. No para envalentonarme ni para pasárselo por la cara a nadie. Es mi triunfo interior. Fue un desafío largarme a entrenar sin tener un nombre en el fútbol, hoy me siento regocijado de cumplir la meta de dirigir a un equipo de fútbol profesional. Amo esto. Lo siento así. Más allá de las pocas posibilidades que tenía cuando me inicié, lo pude lograr. Me siento muy contento. Va más allá del resultado. Mi carrera está signada por los proyectos. Yo creo en los proyectos. Estuve a lo sumo un año en todos los equipos. El técnico que llega al año descorcha un champagne. Para mí, eso es poco. Tener mi carrera signada por proyectos que duraron un año, dos y hasta tres me pone muy contento.

–¿Talleres es una isla dentro del fútbol argentino?

–No sé si es una isla, pero sí puede ser un camino a seguir. No lo digo por mí. Yo soy un engranaje. Pero es un buen espejo de orden, de organización, de objetivos claros, de métodos claros, de formación del ser humano puesto a futbolista. Acá no se deja de lado la parte humana, está siempre por encima del aspecto profesional o del futbolista amateur.

–En medio del debate acerca del ingreso de las sociedades anónimas en el fútbol, muchos ponen a Talleres como modelo de éxito.

–El tema es cómo se conduce, si para la institución o para intereses personales. Si es con proyectos o con la emocionalidad de ganar o perder un partido. Si bien Talleres está bajo la conducción de los socios tiene un marco organizacional parecido a lo que puede ser una sociedad anónima. La valorización que se le da acá al ser humano, al simpatizante, es total. Hay que conocer antes de hablar. Si vinieran a ver las acciones sociales, no sólo deportivas, que hace Tallares para el socio y el hincha, no estarían hablando de algo que no conocen.

–¿Por qué Talleres está tercero?

–Porque el equipo tiene una forma de jugar determinada y la respeta. Tiene un funcionamiento que es acorde a sus pretensiones. La idea va enquistada en la idea institucional. Acá se trabaja con objetivos muy claros y siempre en equipo, no sólo por el plantel profesional sino por todos los que trabajan alrededor nuestro. Tenemos con qué pelearle a Boca. El campeonato del fútbol argentino es muy difícil. Me ha tocado con Unión llevar 14 puntos de ventaja y lo ganamos por uno. Disfrutando el momento, siendo puntillosos en el trabajo diario, exigiéndonos al máximo tal vez el futuro nos de una consecuencia muy buena.

–Este ciclo arrancó en el Federal A y ahora va tercero en Primera. ¿Qué sigue?

–El objetivo principal es entrar a una copa continental después de tanto tiempo, que es algo muy difícil para los equipos del interior. Muchas veces no se lo reconoce, pero Talleres es grande de verdad: te das cuenta por la gente que asiste a los partidos, a los entrenamientos, el sentimiento que hay. Es un club muy populoso y con muchas pretensiones. Si viviésemos en un país más federal, donde se interiorizaran mucho más en el interior y no estuvieran tan atentos a lo que sucede en la Capital, a Talleres se lo consideraría más.

–¿Es más grande la diferencia entre interior y Buenos Aires que entre los chicos y los grandes?

–Siempre existió eso. No sólo en el fútbol. Por momentos, somos países distintos, lamentablemente. Es muy claro. Muy notorio. Lo digo como ciudadano. Lo que pasa es que el que está imbuido allá no focaliza como lo hacemos nosotros desde acá. Veo que se pelean tanto por un pedacito más de poder, que condicionan el progreso de muchísima gente. Yo prefiero dar soluciones, no quejarme. Los provincianos vamos a Buenos Aires y cuando agarramos poder nos olvidamos de que somos provincianos.