Omar Pérez habla desde la terraza de “Santiago del Estero”, su restaurante en la ciudad de Chía, Bogotá. Desde ahí, a 2600 metros de altura, ve las canchas de su academia de fútbol. En diciembre, el Pelado Pérez -debut en Boca en 2000, uno de los herederos frustrados de Riquelme, 39 años- anunció su retiro en Colombia, donde ganó un título con Junior y nueve con Independiente Santa Fe, club del que es ídolo. Ahora, con barbijo, máscara y gorra, reparte en cuarentena donaciones que llegan a su restaurante en los barrios necesitados de Soacha: arroz, leche, azúcar, sal. “Acá, en Chía, al norte de Bogotá, se supone que está la gente de más dinero. Pero también hay gente que no y le queremos llegar -dice-. Y tampoco quiero hacer publicidad, nada de fotos ni prensa. No hace falta”. En un alto, el Pelado Pérez habla de la formación como futbolista, de Bianchi, Riquelme y Macri, de su pasión por el básquet y por Michael Jordan.

-¿Qué tan difícil fue llegar a Boca a los 13 años desde Santiago del Estero en 1996?

-Te encontrás con un panorama en el que éramos casi 150 chicos solamente en la pensión tratando de cumplir el sueño. Despegarte a esa edad fue muy complicado. Al principio tuvimos la pensión en Parque Sarmiento. Llegaba un horario de la noche y te acordabas de que a esa hora estabas jugando con tus amigos de la cuadra en Santiago. Que tomabas mate con tu vieja en la vereda. No paré de llorar durante las primeras semanas. Pero pasó el tiempo y sentía que estaba en lo mío. Mi viejo me había dado parte de sus ahorros. Mucho esfuerzo. Se aguantó y después se disfrutó todo lo que conlleva estar en Boca y en Buenos Aires. Esperaba todos los días llegar al entrenamiento y vestir el escudo de Boca. Ahí sentía que era verdad lo que estaba pasando.

-¿Sufrías cuando llegaba diciembre y decían quiénes quedaban libre?

-Había un equipo muy competitivo. De hecho, casi el 90% llegó. Pero sí. Le pasó a mi hermano (Facundo Pérez), que quedó libre de Boca y ahora juega en Agropecuario. Estuvo cinco años, desde muy chico, y se tuvo que ir. Es partido a partido, práctica a práctica, porque subían otros chicos de liga a AFA.

En abril, un juvenil de Colón se suicidó después de que lo dejaran libre. ¿Cuánta presión soportan?

-Sí, me enteré. En mi academia les trato de dar la oportunidad a esos chicos que van quedando libres de los clubes, con todo el aprendizaje y conocimiento de estos 30 años en el fútbol. Tengo muchos contactos. A los 18 años, no tener club ni una idea firme de lo que va a pasar, es difícil, por más que trabajen y estudien. Quizá la idea es que tengan la última oportunidad. Se sufre, pero para llegar a tomar esa decisión tan complicada tiene que pasar algo más. Me ha tocado estar con muchos compañeros que lo dejaban libres antes de llegar a Primera y hoy no tienen absolutamente nada. Mentalmente es muy fuerte, porque dedicaste casi toda tu vida a jugar en Primera y, de golpe, te encontrás con un panorama diferente a tu sueño.

-¿Cómo vivís el día después del retiro?

-Los primeros meses, bien. Disfrutar de la familia, quedarme más tiempo en Argentina de visita, lo que no había pasado en los últimos 20 años. Pero también era consciente que antes, como futbolista, el dinero llegaba a tu cuenta. Hoy no. Y el choque es duro y frontal. Te das cuenta que si no hacés nada, no hay ingreso. Tenés miedo de algún tipo de emoción en cuanto a dejar lo que hiciste durante 20 años.

-“El mejor pase gol fue al Pelado Pérez contra Belgrano. Estaba la defensa corrida para un lado y tiré la pelota por el medio”, dijo Riquelme.

-Es mi ídolo. Cuando dijo eso, los hinchas de Santa Fe me volvían loco. Fue hermoso, porque me trasladé a esa jugada, típica de Román, que viene con el balón dominado y hay que darle una opción, y ahí te das cuenta que pasa entre 287 piernas, y me la deja servida. Me llenó de orgullo. Mi hijo me dijo: “Papá, ¿jugaste con Román?”. Me hizo acordar a mi etapa en Boca. Hoy ya no juego, no tengo un contrato profesional, pero coincido con Maradona: toda la vida voy a ser futbolista.

-¿Lo imitabas a Riquelme?

-Cuando pasamos a la pensión de Casa Amarilla, teníamos acceso todos los días a las prácticas. Me operaron de la rodilla a los 16 años y tenía todo el tiempo del mundo. Mucho de ese tiempo iba a verlo a él: cómo se paraba en un tiro de esquina en contra, qué hacía en un contraataque, cómo le pegaba a la pelota. Le dediqué muchas horas de mirarlo en los entrenamientos.

-¿Qué lugar ocupa el pase gol en el fútbol?

-Primer lugar. Siempre fui más feliz con un pase gol que con un gol. Cuando llegué a Colombia muchos de los técnicos me decían: “Omar, tenés buena pegada, ¿por qué no le pegás más al arco?”. Pero muchas de esas jugadas terminaban en gol por un pase. No creo que se acaben los enganches. Hoy se retrasan un poco en la cancha. En mi academia, el enganche es el jugador indispensable. Todas las categorías tienen que tener un enganche.

-¿En Colombia “quieren” más al pase que en Argentina?

-El fútbol argentino se volvió muy físico. Pero equipos que quieren la pelota, salen campeón, como Racing; como Defensa y Justicia, que salió subcampeón. Boca, en el último tiempo, también. Pasa por el entrenador, y hay sistemas y sistemas. Colombia tiene los jugadores para hacer un buen fútbol. Se puede jugar con uno, dos o tres delanteros, pero el enganche, siempre. En las grandes ligas hoy necesitan un cinco que limpie la pelota, ya no el que metía, pegaba y solo corría. Hoy le exigen a ese cinco que tenga el balón, como a Campuzano en Boca. En Real Madrid están Modrić, Valverde, Kroos. Y en el Barcelona y en el City, ni hablar. Por ahí el enganche se retrasa para tener más contacto con el balón y sacarlo limpio desde ahí. Modrić y Kroos fueron siempre enganches.

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(Foto: AFP)

-¿De ahí que jugabas de base en el básquet?

-Amo el basquet. Estas semanas estuve esperando que lleguen los lunes para ver la serie de Jordan, The last dance. Me pelaba por él, era mi ídolo de chico. Desde los siete años jugaba al fútbol y al básquet a la vez. Y una vez jugamos el Argentino de infantiles en Goya, Corrientes. Le ganamos a Buenos Aires pero perdimos con Capital Federal. Y el técnico de Capital me pidió el teléfono de mi viejo: quería llevar a Boca. En ese momento no teníamos. Le pasé el número del único teléfono que había en el barrio. Lo llamaron y mi viejo le dijo que no, porque yo quería ser futbolista. Y al año siguiente fui a Boca, pero para jugar al fútbol. El base es el enganche del básquet: es el que decide la jugada y arma el ataque.

-¿Riquelme o Jordan?

-Ahí no: Román.

-¿Qué te enseñó Bianchi?

-Te preparaba para la vida, no para el fútbol. Apliqué cada cosa que escuché de él. Hace poco le escribí por su cumpleaños, sin esperar una respuesta. Pasaron cuatro días y me contestó: me alegró el día. Fue una voz muy clara. Te lo dicen todos los chicos a los que nos hizo debutar. Carlos no era una persona que te decía muchas cosas sobre el análisis de un partido: se concentraba a un aspecto para que lo explotes en la cancha y en motivarte.

-¿Qué le cambió Pekerman a Colombia?

-Estuve con él en la Selección Argentina Sub 15, 17 y 20. Tiene una inteligencia enorme en cuanto a la captación. En el Mundial Sub 20 de Argentina 2001 me quedé afuera dos meses antes. Estaba con Saviola. Quedó él, y fue el goleador del Mundial. No se equivocó. Presencié con su permiso entrenamientos de la selección colombiana. Pekerman seleccionó las piezas. El futbolista colombiano es rico en técnica y en físico. Antes fallaba mucho en lo mental. Ahora no. Los jugadores que están en la selección están en grandes de Europa. Gracias a ellos cambió la mentalidad. Se dio cuenta de que no hace falta ir a Boca o a River. Hoy los clubes de Europa vienen directamente a buscarlos.

-¿Qué relación tuviste con Macri? Jorge Bermúdez, hoy dirigente de Boca, llegó a contar que a los juveniles no les firmaba contrato. 

-Eso lo manejaban los empresarios y jugadores como el Patrón. Lo vi pocas veces a Macri. Pero un día visitó la pensión de Casa Amarilla. Le pedí trabajo para mi papá. “Mañana te llamo”, me dijo. Fue el típico llamado que nunca llegó.