En un año en que todos los consumos fueron a la baja, no es de extrañar que el cine haya seguido la misma dirección. La taquilla de noviembre indicó que se vendieron 200 mil entradas menos a nivel nacional, una cifra que lleva la baja anual (enero-noviembre 2015 contra enero-noviembre 2016) al 8 por ciento. La iniciativa “La fiesta del cine” palió la situación pero estuvo lejos de revertir la tendencia. Así y todo, es casi seguro que 2016 cierre como el segundo mejor año en la historia de la taquilla argentina. Dicho así la crisis no parece tanta, pero en primer lugar hay que decir que se viene de un año muy bueno que dejó estela (o arrastre, como se dice cuando se habla de inflación), y en segundo que la política de apertura de salas que promovió el Incaa durante los últimos años produjo un importante regreso a la cultura del cine en la sala.

Las razones de la merma en la venta de tickets son varias, pero la principal, por supuesto, es económica. Si bien la entrada de cine, con todas las combinaciones posibles de promociones de distinto tipo, sigue siendo barata respecto a otras salidas y entretenimientos. También es cierto que las películas, los llamados tanques que empujan las ventas hacia arriba, no acompañaron. Una mala combinación de títulos en la cartelera por parte de distribuidoras y cadenas de exhibición hizo que esos esperados estrenos no dieran los resultados que tuvieron en otras oportunidades.

Sin embargo, hay dos datos que indican que no todo se juega en la mala situación económica. Por un lado, que la baja desde agosto a noviembre superó el promedio anual y se ubicó en el 10,8 por ciento, aunque en ningún caso fue pareja. Mientras hubo picos de 31,8 puntos porcentuales (Formosa), Salta y Neuquén mostraron crecimientos superiores al 10 por ciento, y otros marcaron el récord con crecimientos extraordinarios para esta situación, como Chaco: 36,6 por ciento. Es cierto que se trata de plazas de pequeñas taquillas, pero la disparidad estaría marcando que la economía no es lo único a la hora de guiar la pautas de consumo cultural.

En ese sentido, Mendoza es el caso paradigmático, ya que tiene una baja muy superior a la media (25 por ciento, algo que supera en dos veces y media el promedio nacional) y es una de las principales plazas cinematográficas argentinas, junto con Córdoba, Santa Fe (en especial Rosario), CABA y Gran Buenos Aires. En los grandes números las variaciones porcentuales suelen ser más pequeñas, y la de Mendoza no resulta una variación pequeña. Según informa el sitio Cines Argentinos, una fuente de una cadena con fuerte presencia en la provincia (se supone que es la Village), “los fines de semana muchos mendocinos se van a Chile de compras y eso disminuye la cantidad de gente en la ciudad y fundamentalmente en los comercios”.

Por más estrambótico que suene el argumento, resulta verosímil. En un año en que muchos argentinos se vieron obligados de diversificar sus fuentes de ingresos, no es de extrañar que aquellos mendocinos que tuvieran una pesos para invertir lo hicieran comprando mercadería en Chile para luego venderla on line, cuando no para hacerlo directamente a comercios minoristas. Si a eso se agrega que por poder adquisitivo es público potencial de cine y que sólo dispone de los fines de semana para hacerlo (tiempo que utilizó para hacer compras en Chile), entonces la explicación ya no suena disparatada.

El cierre del año seguramente dará nuevos números, de cuya comparación entre localidades y años anteriores, se podrán realizar nuevas lecturas sobre la crisis económica que la política del gobierno profundizó y parece que llevará un buen tiempo revertir.