Se sabe: la Selección no tiene hinchas. Puede resultar contradictorio, pero es así. Argentina será uno de los países más futboleros del mundo, pero su equipo nacional solo genera emociones profundas o esa ceguera fanática capaz de justificar todo solo un mes cada cuatro años, durante los mundiales. Nadie puede estar contento por la victoria del jueves ante Chile, en una escena casi inédita, al menos desde 1995, cuando se impuso este sistema de Eliminatorias: el equipo terminó atrincherado cerca de Sergio Romero y revoleando cuanta pelota pesara cerca. El equipo que cuenta con Lionel Messi es el equipo del aguante. Por eso se puede escuchar en la verdulería del barrio o en el colectivo que haya gente que se refiera a la Selección como «estos muertos».

En ese contexto, hay algo que Edgardo Bauza logró construir. Por sobre las críticas a Ángel Di María, Javier Mascherano, Gonzalo Higuaín o Sergio Agüero, por citar a algunas de las figuras del fútbol mundial que no tuvieron un buen rendimiento después de la última derrota en la final de la Copa América, aparecen las acusaciones contra el Patón. Sobre todo después de definir como «brillante» la actuación del último jueves ante Chile. «Con mis declaraciones los llevé dónde quería: que se la agarren conmigo y no con los jugadores», aceptó Bauza en Radio Rivadavia.

El entrenador que ganó la Libertadores con San Lorenzo insiste con que se ve campeón en Rusia. «Lo digo porque lo pienso», fue su respuesta cuando le preguntaron de dónde nacía ese optimismo. Con el Mundial 2018 en el horizonte (quedan solo cinco juegos de Eliminatorias y el 1 de diciembre, en el Kremlin, se sortearán los grupos) no parece la mejor estrategia ponerse como escudo. Este mismo grupo llegó siete años atrás a Sudáfrica detrás de la figura gigante de Diego Armando Maradona y no fue el mejor atajo a la Copa del Mundo. Si ni siquiera Diego logró quitar presión a los futbolistas, ¿por qué lo logrará Bauza?

A esta altura, después de los tres puntos clave conseguidos ante Chile, no hay certezas futboleras pero sí se puede prever que Argentina estará en Rusia y que el técnico será el Patón. Ni él se va a ir por los cuestionamientos, ningún dirigente va a pedirle que dé un paso al costado y mucho menos los jugadores le soltarán la mano. Lo que no se puede intuir, después de siete partidos oficiales con tres victorias, dos empates y dos derrotas, es cómo jugará el equipo. Hubo partidos, como en la presentación ante Uruguay y el último juego ante la Roja, en que arriesgó con cuatro delanteros de entrada. Se presumía ofensivo, pero el equipo nunca atacó y terminó defendiéndose mal, con futbolistas que no están acostumbrados a replegarse y a reventar la pelota. Hubo otro, como ante Brasil, que salió a defenderse y se fue con una goleada en contra.

El único método de Bauza, hasta ahora, es la provocación. No hay juego. No hay identidad. No hay equilibrio, un valor por el que fue ungido a la Selección. Tampoco hay un estilo. Hay un diseño cambiante, ajustado fecha a fecha según el rival. El único punto que se puede resaltar como positivo desde que Bauza está sentado en el banco nacional es la presencia de Lucas Pratto, que convirtió dos goles importantes en estas Eliminatorias y pasado mañana tendrá otra oportunidad, casi como un llanero solitario en los 3650 metros de La Paz. Pero eso parece un detalle.

El silencio justificado del plantel no permite conocer qué piensan los futbolistas de su entrenador. Sí se puede saber que algunas de sus charlas técnicas generaron sorpresa por el desconocimiento del rival. Para el corazón de este grupo que se generó en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008, el próximo mundial puede ser la última oportunidad de sacarse la espina más dolorosa de sus exitosas carreras. El que estará al mando de ese grupo será Bauza, aunque se sabe que después de una década este plantel ya tiene algunos automatismos ganados que no cambian por el nombre del entrenador. La charla entre Lionel Messi y Marcelo Tinelli, el nuevo presidente de la Comisión de Selecciones Nacionales, es un ejemplo.

Otra muestra puede ser la escena que se vio en el entrenamiento del martes en el predio Julio Grondona. Además de los opacos 90 minutos ante Chile, los futbolistas solo se mostraron ante las cámaras durante los primeros 15 minutos de las prácticas del lunes pasado. Había tres grupos de siete haciendo un loco, la clásica entrada en calor de los planteles. En uno estaban: Messi, Ezequiel Lavezzi, Sergio Agüero, Lucas Biglia, Javier Mascherano, Eber Banega y Ángel Di María. En otro: Ramiro Funes Mori, Gonzalo Higuaín, Marcos Rojo, Nicolás Otamendi, Enzo Pérez, Gabriel Mercado y Facundo Roncaglia. En el último, los más nuevos: Marcos Acuña, Julio Buffarini, Lucas Pratto, Emmanuel Mas, Guido Pizarro, Ángel Correa y Mateo Musacchio.

En los latidos del corazón de ese primer grupo cuyo referente es Messi estará el futuro de la Selección. No en las frases altisonantes ni en los planteos cambiantes de su entrenador. Eso lo sabe Bauza. Y por eso, más allá de pasar de un 4-2-4 a un 4-4-1-1 de un partido al otro sí mantiene una línea en la provocación. Desde que asumió en agosto pasado después de un casting polémico, mantiene un diálogo cotidiano con la prensa. Y siempre deja alguna frase que provoca revuelo. Hay futbolistas que conocieron la opinión del técnico sobre ellos mismos en las distintas entrevistas. Generó un conflicto institucional por decir que el Barcelona no cuida a Messi. Y hasta llegó a plantear, en una nota que resultó el regreso de su amigo Fernando Niembro a la televisión después del escándalo de corrupción, que los jugadores querían hacer de locales en la cancha de Boca.

A Bauza le sobran las palabras.Le salen fácil. Ahora solo le falta elaborar alguna idea para que aquello de salir campeones del mundo en Rusia, como declaró, tenga más de sustento que de corazanada. «

Un diseño con el objetivo de contrarrestar la altura

Al plan de Edgardo Bauza para la doble fecha por las Eliminatorias camino a Rusia 2018 le falta –al menos en el cálculo del entrenador– un punto. Antes de la victoria frente a Chile, el técnico dijo que obtener cuatro unidades era prácticamente asegurar el vuelo de la Selección al Mundial. Ese punto, entonces, es lo que irá a rescatar en la altura del estadio Hernando Siles donde la Argentina podría salir con un nuevo diseño: un escuálido 5-4-1 o un hermético 4-4-1-1 para completar el objetivo a corto plazo que trazó el remplazante de Gerardo Martino. Y no solo eso: tendrá que reconstruir el equipo, maltrecho por las suspensiones y también por la lesión de Gabriel Mercado, afectado por un «desgarro en el isquiotibial derecho».

Frente a ese panorama, Bauza apeló al fútbol local para engordar la delegación que tendrá un largo viaje para instalarse en los 3650 metros sobre el nivel del mar de La Paz. Matías Caruzzo, Iván Marcone y Lucas Alario se instalaron el viernes en el complejo en Ezeiza. Mañana a las 17 horas, saldrán junto al resto del equipo rumbo a Santa Cruz de la Sierra donde dormirán a la espera del partido ante Bolivia. Para contrarrestar los efectos de la altura, se embarcará rumbo a La Paz a menos de cinco horas del inicio de la 14ta fecha de las eliminatorias.

Nicolás Otamendi, Gabriel Mercado, Javier Mascherano, Lucas Biglia y Gonzalo Higuaín son los vacíos que tendrá que llenar. Por eso, incluso los convocados de urgencia tienen oportunidades de colarse en la alineación. Ramiro Funes Mori regresará al fondo, donde también estará Marcos Rojo. Entre Facundo Roncaglia, Mateo Musacchio e incluso Matías Caruzzo disputarán el resto de los puestos. Arriba,en soledad, podría jugar Lucas Pratto si finalmente Paulo Dybala no se recupera de una contractura mientras que el medio se lo repartirían Guido Pizarro y Ever Banega, un tándem con más juego que el de Mascherano-Biglia.