En una reciente charla ocurrida en el Instituto Pátria, se ha desarrollado la idea de la complementariedad en los procesos políticos y económicos de Argentina y Brasil. Los países son, como los cuerpos de los gemelos, fuertemente interdependientes en el comercio exterior. Sus políticas erráticas se espejan y se persiguen como las  ondas o como las sombras.

Argentina sucumbe en un contexto social alarmante: hambre, emergencia alimentaria, creciente miseria, desempleo, endeudamiento galopante, extrema desigualdad, fuga de divisas y acelerado devalúo de la moneda. Brasil puede seguir el mismo camino, como la sombra de su vecina, porque aplica el mismo credo fundamentalista, disfrazado de austeridad. 

Es el resultado de la irresponsabilidad de un experimento económico llevado a cabo por el macrismo: un globo inflado por el entusiasmo y el furor de los consultores del capital financiero y animado por los designios de los organismos económicos internacionales.

Cómo es posible que tanta destrucción haya sido concebida en nombre de uma ciencia económica. Esa es una pregunta relevante. El filósofo Baruch Spinoza (1632-1677) considerado uno de los padres de pensamiento moderno, consideraba que bajo el ímpetu de la razón, es posible que los agentes modifiquen su propia naturaleza, sus bienes y sus acciones. Allí hay una idea de que el bienestar de los otros provoca alegria. O sea, la razón activa tendría un componente afectivo y está ligada a una utilidad general.   

Si las urnas, el 27 de octubre, confirman el pronóstico de la mayoría de los analistas a favor del Frente de Todos, el potencial de repercusión internacional derrumbará todo negacionismo, las regresiones infantiles de Macri, las fantasías de desamparado, sus metáforas futbolísticas y los apelaciones a lo sobrenatural. Puede interpretarse como algo reproducible en Brasil. Al final, la misma causa económica ha generado la misma miseria, el abandono y la misma  desigualdad, que tende a llevar a los mismos resultados electorales.

Pero se equivoca quien le atribuye, a la eventual victoria de la fórmula Fernandez-Fernandez, una derivación automática de la crisis económica. No siempre las derrotas en la elecciones son reflejos mecánicos de falencias económicas. Debe valorizarse el principio de la clarividencia de quien, en el kirchnerismo y, fuera de él, supo conocer mejor las transformaciones por las que pasaba la sociedad. Gana el que más sabe, el que tuvo la capacidad de organizarse y de luchar, de mantener el diálogo con argumentos claros, simples y, principalmente, con las personas de diferentes opiniones. Un posible motor para estas elecciones está más allá del hambre y de la miséria: se trata de un aprendizaje, de una toma de conciencia política de la sociedad argentina.

Allí también tiene su influencia, opuesta, el ejemplo del vecino brasileño. Macri se adelantó para abrazar a Bolsonaro y tratar de surfear en su ola de popularidad inicial. Nadie que ande de la mano con un personaje tan torpe como Jair Bolsonaro, que es un defensor de la dictadura y la tortura, un misógino, xenófobo, enemigo del medio ambiente y de la ciencia, sale impune de la consciencia desarrollada en las últimas décadas por los argentinos, y el proceso histórico de persecuciones y de rescate de la memoria.

La fórmula presidencial peronista es el resultado de una lectura creativa y a su vez osada, de la nueva subjetividad del país. Asocia a dos personajes paradigmáticos del anhelo de redención económica y social, por un lado y, por el otro, de la defensa de la razón como principio, y el respeto de los derechos civiles. Motiva, como muestra de unión, una perspectiva humana. Además, la fórmula trasciende y reconfigura las biografias de Alberto y Cristina, reteniendo de ambos lo más esencial: siempre es preciso soltar algunas posiciones y a veces, el propio poder, para alcanzar los objetivos mayores, que representan al rescate de la Nación.

Alberto siempre estuvo al lado de Lula en la lucha contra el lawfare que lo llevó a la prisión y que casi surge el mismo efecto con la candidata a vice de su fórmula. El apoyo de Lula, el peso de su compromiso con los más pobres y con los cambios sociales, nos muestra lo valioso del temperamento argentino, el punto expresivo de su mutación. Es el momento en que una Nación se encuentra en condiciones de barrar a la barbarie que amenaza com tomar al mundo, con su decisión. Si esto sucede, no habrá sido la primera vez.