The Affair (2014, Netflix)

Una serie que arranca con la timidez, o mejor dicho, con el ritmo cansino pero con todo el entusiasmo del verano. La protagonizan Dominic West, Ruth Wilson, Maura Tierney y Joshua Jackson. West es un escritor que conoce a Wilson en un viaje veraniego que hace con su familia: con Tierney tiene tres hijos. En el pueblo tienen una mansión sus suegros. Lo que empieza ahí es un tórrido amor que cual pandemia pone en tela de juicio todas las verdades anteriores. No sólo las referidas a la relación marital entre West y Tierney, sino cómo cada uno se ve a sí mismo durante tanto tiempo, cómo ve a quien tiene al lado, y como los intereses materiales (¿hay algún otro interés en el capitalismo?) juega un papel fundamental en las relaciones que se entablan, lo mismo que en su corrosión. Muy bien contada, es para tirarse a verla este verano, y tal vez seguir en los siguientes: tiene cinco temporadas.


Outer Banks (2020, Netflix)

Acá todo bien adolescente, pero no con la mirada adulta que gusta ver en ellos sólo sus virtudes o defectos en un maniqueísmo histórico desde que aparecieron con problemática propia a mediados del siglo pasado. Aquí se sigue a un grupo de adolescentes en un lugar veraniego de Carolina del Norte que quiere averiguar qué le pasó al padre de uno de ellos:John B. (Chase Stokes). Pero en el camino, descubren un tesoro legendario, y ahí la cosa cambia al tono que tomará en su derrotero.


Looking for Alaska (2019, Hulu)

Basada en la exitosa novela del mismo nombre de John Green, cuenta la llegada a un campus de verano de un adolescente: él es, sin duda, lo que se dice el chico nuevo. Pero la novedad también es para quienes lo reciben, entonces todo lo que ya parecía dado, entra en conflicto. Como siempre, lo que distingue es el tono. Y aquí el tono es totalmente empático con esa etapa de la vida que parece tan definitiva y es tan frugal.


Bloodline (2015, Netflix)

Aquí lo que está en juego es la historia de la familia Rayburn, dueña de un hotel en Florida Keys. Su hijo mayor es problemático, pero hacia final de la temporada veremos que tiene algunos buenos motivos; de los otros uno es bien correcto, la otra es bastante avispada y atrevida (por eso se fue lejos de ese pueblo) y el otro se quedó y es un hippie bueno. Una especie de vuelta del hijo mayor a los pagos empezará a resquebrajar la solidez de todos esos roles que con tanto empeño papá y mamá (aunque no lo parezca) se ocuparon de levantar y, sobre todo, hacer lo posible para que sus hijos nunca salieran de ellos.  Un thriller familiar de lo mejor. Tres temporadas y 33 capítulos de 60 minutos para disfrutar.


Gravity Falls (2012, Disney+)

Una ideal para compartir con niños. De lo mejor que ha dado la animación televisiva de los últimos tiempos. Dipper y Mabel son dos hermanos que pasan las vacaciones en casa de su abuelo en Oregon. La serie consigue lo que pocas: enganchar a grandes y chicos, mostrando a uno lo que tanto les gusta a los otros, y viceversa. Despierta nostalgia, reencuentro con cosas que los adultos por lo general han dejado de lado, costados que los niños acostumbran a ocultar por vergüenza, situaciones que probablemente contadas de otra manera a la que lo hace Gravity Falls serían ridículas, pero que aquí resultan entrañables. Para no desperdiciar ni uno de sus 50 bellos capítulos.