Tiene un catálogo que supera las 60 obras y los 200 contenidos audiovisuales de todo tipo –que incluyen entrevistas a los protagonistas y adelantos–; realizó convenios de intercambio con plataformas similares de otras partes del mundo; está en conversaciones con el teatro oficial para sumar alguna de sus obras; y concita un creciente interés de una parte importante de la comunidad teatral para que sus producciones pasen a formar parte del proyecto. Se trata de Teatrix y es una plataforma de streaming que ofrece obras de teatro, tanto en cartel como históricas, para ser vistas en la computadora y en breve en tablets y televisores.

Su creadora y titular, Mirta Romay, hija del que fuera conocido como el «Zar de la televisión», se muestra más que satisfecha con los números alcanzados en el último tiempo: un 16% de crecimiento mensual consecutivo en el último trimestre, convenios con Broadway, México, Brasil, Uruguay y «en tratativas con Israel, donde el material argentino tiene muy buena recepción» para intercambio de catálogos.

Filmadas en HD y por lo general con cinco cámaras, las producciones tienen una alta factura técnica en lo que concierne al teatro como espectáculo audiovisual. Claro que no está definido a secas como teatro, pero tampoco dicen que no lo sea. «Todavía no hay una comprensión cabal de la multiplicidad de ventanas que hoy ofrecen las nuevas tecnologías –dice Romay– y, sobre todo, cómo consume la gente. La gente quiere consumir dónde, cuándo y cómo quiere: en la tablet, el televisor, el teatro. Hay que tomar la sala como un medio más. Hay un público que va a ir a la sala y uno que nunca va a ir; un público que la va a ver por la PC y nunca por la tele. Los públicos cada vez son más diversos y heterogéneos, consumen de la manera que ellos quieren y no los seducís con otros medios».

Los más memoriosos pueden encontrar ecos de su padre cuando defendía la televisión popular que impulsaba: era igual de terminante. Pero, como en el caso de su progenitor, Mirta también defiende sus ideas con muchos argumentos. «Hace 30 años el teatro formaba parte de la televisión y a nadie se le ocurría plantear si seguía siendo teatro o no. Era normal que Canal 13 lo llamara a Carlos Rottemberg y le dijera: quiero estrenar tal obra tuya en el canal. Lo que pasó es que hubo muchos años de silencio. Cuando la televisión entró en una carrera vertiginosa por el rating, el teatro dejó de estar. Pero antes veías Teatro como en el teatro, con Darío Vittori, o ciclos de Campoy y Cibrián, como así antes de eso el lenguaje del teatro se transmitió a la radio. Hoy llegan las nuevas plataformas con varias posibilidades tecnológicas, con lo cual se generó un salto histórico. Pero si pensás en Europa, la BBC filma teatro desde hace muchísimo tiempo, lo mismo ocurre en Francia. En rigor, estoy enlazando aquella historia y trayéndola al presente con estos nuevos medios».

Por eso Teatrix ya tiene las aplicaciones necesarias para que su plataforma pueda verse en los televisores Samsung, en el resto de los Smart TV que funcionan con sistema Android y está a la espera de la aprobación final de LG. Y también invirtió para que las obras se puedan ver en tablets y teléfonos inteligentes. «Para mí lo que estamos haciendo es una continuidad con la tradición de unir teatro y televisión –dice Romay, sin falsa modestia–. La tecnología nos permite conectar esos eslabones”. «

La complejidad de trasladar lenguajes

En líneas generales Teatrix tiene el beneplácito de la comunidad teatral, en especial por la posible fuente de ingresos que significa. Pero también hay posiciones que, sin desecharlo, ponen reparos. «Mirta (Romay) vino a ver nuestra obra –cuenta Omar Pacheco, creador y director del grupo Teatro Inestable–, y yo respeto el proyecto. Pero es para un teatro que está más relacionado con la literatura, el texto. No con uno como el que hacemos nosotros en el que cuerpo es un territorio explorado en cada función. Ahí siempre hay una ceremonia, está la investigación, lo que le sucede al ser humano, que tanto desde el escenario como en la platea cada vez que asiste es distinto por más que sea la misma obra. Pero incluso cuando se trata de un teatro más de texto, la introducción de una o varias cámaras implica una modificación de la puesta en escena con la que fue pensada, porque hay que darle espacio a ese registro. Y eso para mí hace perder el concepto de teatralidad, que es eso que sucede en el momento en el que se está desarrollando la obra».