“Me gusta mirar sin que me vean”, decía Karl Lagerfeld para explicar esos anteojos oscuros que durante décadas ocultaron sus ojos. Murió este martes, a los 85 años, en París, la ciudad en la que se convirtió en uno de los grandes genios de la moda.

Alemán, hijo de un empresario de Hamburgo, su madre -una modista de lencería- decidió que Karl Otto Lagerfeldt (con una “t” final que luego quitó) se educara en Francia. En los ’50 comenzó su carrera en la casa Pierre Balmain, y tras un breve paso por Jean Patou, obtuvo en 1963 su primer trabajo en la casa Chloé, donde sus audaces creaciones le valieron el reconocimiento de sus pares.

Para entonces ya se había encontrado en la Escuela de Costura Parisina con otro perfeccionista, Yves Saint Laurent, con quien mantendría una agria disputa que duró cuatro décadas. Lagerfeld no toleró que Jacques de Bascher, el aristócrata que durante 18 años fue su pareja, lo engañara con Yves.

El apogeo de Lagerfeld, sin embargo, comenzó en 1982, cuando le ofrecieron la dirección de Chanel, que estaba al borde de la quiebra. El modisto alemán salvó la casa y la revitalizó con colecciones memorables, reciclando con frescura y osadía los tailleurs, los twin sets y otras creaciones de Coco. Lagerfeld revivió a Chanel, proyectó a Fendi y se convirtió él mismo en marca y en celebridad, tras el misterio de sus lentes, su coleta blanca y sus cuellos imperiales, rodeado por sus amigos del jet set (Carolina de Mónaco, entre ellos) y por la vasta colección de arte que reunió en su petit hotel de la Rive Gauche.

El Kaiser de la moda había presentado su última colección en el Grand Palais parisino el 22 de enero pasado, pero al finalizar el desfile no salió a la pasarela. “Karl está fatigado esta mañana”, fue el escueto comunicado de Chanel.

Varias veces millonario y soltero (Bascher, el amor de su vida, falleció en 1989), Lagerfeld deja una única heredera: Choupette, la gata birmana que lo acompañaba a diario y que hasta una cuenta bancaria a su nombre. Tras su muerte, resuena una de las frases más célebres del creador alemán: “Tengo los pies en la tierra. Sólo que no en ésta”.