Cuando la música se presenta como una necesidad urgente lo mejor es seguir su llamado, una convocatoria que cientos de artistas experimentaron y otros tantos lo harán en el futuro. Teresa Parodi fue ministra de Cultura durante la última parte del gobierno de Cristina Kirchner y esa actividad la obligó a postergar su pasión más conocida. El tiempo sin responsabilidades políticas se transformó en un tiempo de reencuentros que se expresan en Todo lo que tengo, su flamante disco número 26. Se trata de once canciones de clima intimista, en las que aparecen invitados como Luciana Jury, Pedro Aznar, Liliana Herrero, el Chango Spasiuk y Miss Bolivia, entre otros. Parodi lo presentará este sábado en el ND Ateneo.

A la cantautora correntina, la asociación entre música y letras de formato poético nunca le pasó desapercibida, a punto tal de haber construido la praxis que hasta hoy la acompaña. Una costumbre que nació durante su niñez, cuando su padre –un melómano consumado– reunía a su familia alrededor de discos, libros de poesía, novelas y cuentos. En esta oportunidad Parodi profundizó su relación con la palabra hasta darle forma a un disco compuesto casi en su totalidad por «poesía cantada» –expresión que utilizará reiteradamente– de autores entre los que se destacan Cortázar, Borges, Neruda y Gelman.

«Siempre es bueno tener un nuevo álbum, algo que generalmente el artista vive de forma maravillosa. Este es un disco que soñé largamente», devela. Parodi recorrió un largo camino a partir de su primer disco, Desde Corrientes (1981). Pero mantiene el mismo compromiso y la misma pasión.  

–Soñabas con realizar un disco de poesía, pero siempre estuviste muy cerca del género. 

–Sí, aunque pocas veces como la proporción que hay en este disco. De los once temas unos nueve son cantados y esos últimos tienen música de colegas admirados, como Víctor Heredia o Pedro Aznar. Otro placer fue trabajar con Ernesto Snajer en la producción, sobre todo porque realizó la concepción general del disco como algo único. Es algo que disfrutamos mucho los dos porque tocó guitarras, hizo arreglos, y pensó las canciones y los climas tema por tema. Por ejemplo, como parte de todo ese trabajo, me sugirió la inclusión de Miss Bolivia con música de Víctor y letra de Neruda.

–¿Cuánto de tu experiencia en la función pública se plasma en Todo lo que tengo?

–Mucho, porque este disco nace luego de esa experiencia. Fueron un año y ocho meses al frente de una tarea que asumí porque había que crear un espacio que no existía. Así que tuve que dejar de cantar porque para mí era un alto compromiso personal para armar el primer Ministerio de Cultura de la Argentina en toda su historia. Pero al volver a mi trabajo de cantora comencé a tocar y a tener encuentros nuevamente con gente como Cecilia Todd o Liliana Herrero. Ahí ya estaba la idea de volver a grabar, así que avancé con mis ganas de tener un nuevo disco. Tenía temas guardados porque siempre musicalizo poesía, los registre o no. Es un aprendizaje extraordinario trabajar con las palabras de los grandes de la literatura: es un mundo que te abre puertas impensadas hacia las emociones. Por eso creo que la poesía tiene miles de formas de ser cantada. Entonces, como letrista, siempre aprendo de los grandes poetas.

–Más allá de las letras, el disco tiene una construcción sonora muy cálida donde lo ambiental manda. ¿Fue algo deliberadamente buscado?

–Tal cual. Quería un disco de poesía que tuviese un sonido que acompañe lo suficiente como para que nada te perturbe y que involucre mucho al oyente. Al ser algo buscado, me alegra que sea percibido en los oídos, sobre todo porque buscamos colores, sonoridades, cámaras, sentidos, climas. Esa manera donde el clima importa es lo que buscábamos para el contenido de alto lenguaje que tiene el álbum. Eso es algo que Snajer logra y que termina siendo un gran trabajo. Esa es la sensación ambiental que buscábamos y me alegra haberlo conseguido.

–Ese orden climático se perfila como un factor diferencial del disco. Hay mucho de apuesta, inclusive.

–Digamos que quería abrir una puerta más, y si era posible, distinta. El artista debe abrir puertas siempre para recorrer los caminos que te propone esa apertura. Creo que también uno se juega, porque pasa eso cuando lo que hiciste a algunos no les gustó. Debe haber gente que dice: «Yo prefiero a la Teresa de ‘Pedro Canoero’, ‘Apúrate José’ o esas canciones». Y está bien que así sea, pero yo prefiero asumir otros riesgos, otras búsquedas.

–¿Es algo que te pasó siempre?

–Te hablo de hoy. A mis 69 años me enciende sentir que quiero seguir buscando. Y el día que no sienta más eso dejaré de componer, aunque sería terrible es algo que haría. Es una necesidad abrir puertas, por eso lo hago con las nuevas generaciones y los escucho, me integro a ellos y los voy a buscar. Quiero aprender de ellos porque vienen con otros bagajes, herramientas y soportes. 

–El factor de las colaboraciones se vuelve esencial. Hasta podría ser catalogado como un álbum de «duetos».

–Eso también fue buscado. Tenía la necesidad de compartir, de formar algo colectivo con compañeros queridos, admirados y cómplices. Ahí también entró Miss Bolivia, a quien le tengo un gran respeto, sobre todo por su compromiso. La idea de incluirla fue de Snajer, porque un día vino y me dijo: «Me imagino este tema así y con Miss Bolivia rapeando». Me partió la cabeza y le dije que sí, en el acto. Sentí que la música de Víctor (Heredia), el poema de Neruda y la manera de decir las cosas de ella iban a construir algo buenísimo. Grabó con mucho cuidado, se metió muchísimo y me emocionó.

–Todo lo que tengo dice bastante desde varios ángulos, y hasta su arte de tapa parecería hablar de vos. ¿Cuánto hay de declaración de principios?

–Es una declaración jurada de bienes (risas). Me refiero a que la música y la poesía es verdaderamente todo lo que tengo, inclusive como persona, porque esa faceta no se divide. Soy muy feliz de que esas dos herramientas hayan estado presentes toda mi infancia. Mis padres me educaron de esa manera, leyendo y escuchando música casi como un ritual. Después pedí una guitarra y comencé a tener una relación continua con la música y lectura, que no son más que dos herramientas vitales construidas por el hombre. La foto de tapa muestra esa relación que tengo con la música: la abrazo, la quiero.

–A la distancia, ¿cómo observás lo recorrido al frente del Ministerio de Cultura?

–Fue maravilloso pero también inmenso. Había que crear un ministerio, pero para toda la Argentina. Las políticas culturales del gobierno de Cristina y Néstor Kirchner fueron centrales para ellos. Fue una instancia de un Estado presente y activo, protegiendo a todo lo que el mercado expulsa. Los pueblos van construyendo sus rutinas o sus artes diariamente, y el Estado tiene que estar ahí para iluminar. Debe promover lo que hace el pueblo porque haciéndolo promueve sus costumbres. Las herramientas artísticas dicen mucho sobre la cultura como pocas cosas, y contar con un Estado que tenía esa visión fue lo que me entusiasmó para hacer ese trabajo. Como ministerio fuimos a buscar los circuitos y todo lo que hacía la gente, a mostrarlo. La visión siempre fue federal en torno a la cultura, fue algo que me permitió ver cómo con la política podía dar herramientas útiles a gente que lo necesita. «