Amalia vive en la manzana 27bis. Su casa está a uno de los lados del Elefante Blanco, sobre la Avenida Piedrabuena. Tiene 59 años, dos hijos y un nietito. Viven en la planta de arriba de su casa. El esposo de Amalia tiene una cirrosis avanzada, no tiene trabajo desde que fue despedido de la metalúrgica Peope. Ella vende cosméticos desde su casa.

“Nadie viene a contarnos nada, nos enteramos por los medios. Vienen los periodistas. Corre la voz dentro del barrio que se va a hacer un ministerio.
Somos un barco a la deriva”, cuenta.


Miguel Ángel vive en la manzana 27bis llegó al barrio hace 44 años con su familia. Ahora tiene 54 y tiene 5 hijos. En su casa vive con su mujer, una de sus hijas y un nietito. Su mujer atiende un kiosco, él y su hija tienen un galpón de materiales reciclables. Cartón, plástico y film.

Su testimonio: “Nunca vinieron a ofrecer nada. Sólo llegan amenazas. Dicen que nos van a desalojar, que nos tenemos que ir, que agarremos lo que nos dan porque nos van a tirar la casa abajo”.


Miriam vino de Paraguay en el 78 a un barrio un asentamiento en Colegiales, sobre Conesa. “Vinieron los militares y nos dijeron que si no nos íbamos venían con los tractores y así lo hicieron. Pasé por muchos barrios. Estuvimos en Fuerte Apache, cuando se puso difícil nos fuimos a Villa 20 y de ahí para acá. Llegamos al barrio en el 94.”

Tiene dos hijos de 21 y 13 años que crió sola. El más chico tiene síndrome de down y necesita asistencia. Es artesana y trabaja desde su casa bordando cinturones para una fábrica: “Alrededor mío demolieron todas las casas, tiran abajo las paredes internas y dejan la carcaza. A la noche se meten pibes a fumar paco. Es peligroso hay vidrios, astillas y vigas con clavos.”


La casa de Graciela está construida sobre una de las paredes externas del Elefante. Tiene 36 años y dos hijos: “En el 2003 llegué a la manzana 27 y en 2013 nos vinimos a la 27bis. Tiran abajo las casas y no tienen la delicadeza de levantar los escombros, los nenes del barrio juegan entre clavos y vidrios rotos.” Tiene un almacén pequeño y el patio de su casa es la canchita de la manzana.


Stefania es hija de Graciela. Se mudó hace 4 años con su novio a unos metros dentro de la manzana 27bis. Tiene 18 años y un hijo de 2 años. Cursa el 5to año en el secundario de la Biblioteca del Congreso de la Nación.

Stefania cuenta que “no nos queríamos ir, acá teníamos un patio y más lugar. Pero fueron rompiendo todo en la casa de dos pisos de atrás de la mía. Dejaron las paredes de afuera. A la noche escuchábamos cómo crujían pocas paredes que quedaban. Los días de viento se caían pedacitos de material. Por eso aceptamos lo que nos dieron. Compramos algo mucho más chico, sobre pasillo en la manzana 26bis.”


Claudia tiene 49 años y 5 hijos. No tiene trabajo y colabora en el comedor de Bilma por las tardes, sirviendo la merienda a los chicos del barrio. Vive hace más de 30 años en la Manzana 30 y también brinda su testimonio: “Salí de testigo para darle una mano a unos vecinos. Cuando fui a pedir el beneficio Ciudadanía Porteña me dijeron que no me correspondía porque yo tenía trabajo en blanco. Nunca me explicaron cómo iba a ser esto, luego nos enteremos que los testigos no pueden recibir subsidios por dos años”.


Vilma hoy coordina uno de los centros comunitarios más referentes en el barrio. Además de dar el almuerzo y la merienda a más de 300 personas se brinda ayuda asistencial para adicciones, se enseñan oficios cómo panadería y peluquería. Funciona un primario para adultos y un programa para chicos de 18 a 24 años de primer trabajo. Empezó su trabajo en la manzana 15 dentro de pequeño ambiente de 4×4 donde vivía con su esposo y sus 6 hijos. Ahí mismo armó su primer comedor.

“ Me decían zurda, pero yo logré todo a base de hacer oír mi voz. Reclamando con los vecinos nos dieron puertas y ventanas. Con mis hermanos trabajamos juntos acá en barrio. Desde este espacio trabajamos con contra la violencia de género y la lucha constante contra el paco.”

Es fundadora de Madres en Lucha contra el Paco donde ayuda junto a algunos profesionales a jóvenes adictos y sus madres. Vilma perdió a un hijo por consumo de paco. “Al no tener trabajo los chicos del barrio terminan entrando y siendo víctimas red narco con complicidad de la policía. Durante un tiempo tuvimos que dejar el barrio, mientras el juicio contra las bandas narco. A través del programa de Protección e Víctimas soportamos ese momento y cuando sacaron a los narcos del barrio volvimos. Armamos la Red Lugano-Mataderos. Levantamos estas paredes, ya éramos muchos y acá estamos trabajando”.