Cuando en noviembre cumpla 20 años, Lorenzo «Toto» Ferro tendrá la misma edad que Carlos Robledo Puch cuando fue detenido, en 1972. Pero ese hombre y sus pergaminos siniestros, asesino serial y el preso más antiguo de la historia penal argentina, serán parte de un recuerdo inolvidable y motivo de eterno orgullo para Toto: su primer paso en la actuación, un protagónico que amenaza con convertirse en éxito e ícono. Lorenzo es hijo del actor Rafael Ferro, pero hasta hace algunos meses no sabía que seguiría los pasos de su padre. El Ángel, la película de Luis Ortega basada en la vida de Carlos Robledo Puch, oficia de debut fulminante. Su cara y sus aptitudes obtuvieron un sí casi inmediato del director. Pero Toto debió superar siete castings frente a diferentes estamentos de la producción para conseguir definitivamente el papel. Quien lo convocó fue Ortega, que lo vio en una foto y asoció su rostro con el del mítico asesino serial. Tras estar a cargo de la serie televisiva Historia de un clan, dedicada a los asesinatos del la familia Puccio, Luis sintió que su fascinación por los delincuentes todavía tenía tela para cortar y generaría expectativas de un público siempre dispuesto a asomarse al horror. Basándose en el trabajo del periodista Rodolfo Palacios sobre Robledo Puch, el más joven de los Ortega se inspiró para dar forma a una película que cuente la historia de un asesino, pero dejando que la ficción complete la oscuridad y brinde vuelo poético a lo atroz. El Ángel tuvo su premiere mundial en la sección «Una cierta mirada» de la última edición del Festival de Cannes, celebrado en mayo pasado, y este jueves llegará a las pantallas locales. La película fue para Ferro una enorme oportunidad para exhibir un talento, hasta hacía muy poco oculto. «Todavía no caigo. Pero cuando haya pasado toda esta locura voy estar en mi casa llorando con ganas de cortarme las venas, extrañando el proyecto y a todos los que laburamos en esto. Todos tenemos fascinación por la delincuencia o admiramos a los personajes malos de alguna película. Me parece que eso pasa porque es algo que no podemos cumplir y soñamos cómo sería su tuviéramos una vida similar», dice Toto y sonríe. El joven actor confiesa que intenta no pensar en cómo seguirá su vida: «Trato de mantener la cabeza ocupada en otras cosas. Salgo bastante con mis amigos y veo muchas películas. Muchas me inspiran por la historia o por algún personaje. Siento que El Ángel fue un primer paso espectacular, pero quiero hacer muchas otras cosas. Llevar mi potencial, si es que tengo, a muchos otros lugares».

–¿Vas querer alejarte de este personaje?
–Si sos actor, un día podés ser rey; otro, policía; otro, vagabundo o un alma en pena. Eso es lo bueno que tiene esta profesión: te permite jugar a ser un montón de personas que no sos. Siempre me intrigaron las historia sangrientas y de delincuentes, y aprendí mucho porque no sabemos cómo fue el verdadero Carlos Robledo Puch: armamos este Carlitos que, de alguna manera, es un ser imaginario. Incluso se muestran sólo algunas de sus fechorías. No tengo muy en claro lo que es ser actor, pero sé que los actores a veces, si tienen suerte, se cruzan con papeles que vienen bien para visibilizar temas o situaciones que la sociedad a veces deja que pasen de largo. Además, creo que a veces también hay personajes que sirven para que la gente haga catarsis en la butaca, que mirando algo libere su lado oscuro, sin que llegue a la calle, dejándolo en el campo de la imaginación o en la presunción de cómo sería aquello. Lo vivo también como espectador: a veces por mirar pelis se te abre la cabeza, porque quizás uno piensa que tiene una moral ejemplar y de golpe te encontrás generando empatía con alguien que mató o robó. Creo que el cine es una buena manera de educar.

–¿Cuánto tiempo de preparación previa al rodaje necesitó Carlitos?
–Fueron cinco meses de preparación ardua. No sólo actoral: también tuve que aprender a andar en moto y en auto. Practiqué con autos de ahora y cuando tuve que subirme a un Valiant o un Torino era tremendo. Son autos pesados, a veces con palanca al volante, muy incómodos, pero era cuestión de ponerle el pecho y arrancar. Estuvo bueno. El Ángel me permitió empezar una carrera, estar en miles de carteles en la calle y sacar el carnet de conductor. Si fuera por mérito mío, nunca lo hubiese hecho con lo paja que soy (risas).

–¿Tenés ganas de hacer teatro?
–Yo me enamoré del cine y de la esencia del rodaje. El teatro es algo que me encantaría hacer porque entiendo el valor cultural que tiene, sería un lindo desafío para seguir aprendiendo. Pero quiero prepararme, porque se necesita otra seguridad y otras herramientas expresivas. Veremos.

–¿Cómo te llevás con la exposición que vas a empezar a tener?
–El otro día me paso algo y me dije: «Quizás me tenga que empezar a cuidar un poco». Salimos a un boliche con amigos, me estaba volviendo para mi casa con mi novia y nos tomamos un colectivo. No queríamos gastar 500 pesos en un taxi. Yo estaba borracho, como todos han estado alguna vez, y empecé a cabecear como loco. Hasta que mi novia me codeó. Cuando levanté la cabeza vi que medio colectivo estaba mirándome, sacando fotos o filmándome. Cada dos metros pasaba el cartel de El Ángel por la ventanilla, onda que no podía hacerme el distraído. Pero, bueno, me relajé, soy un chabón que hace lo que todos hacen o hicieron a mi edad. No se puede esperar que esté pendiente de mi imagen o del qué dirán. Yo sé que cometo errores, como todos, o hago cosas sin pensar, pero bueno, no me enrollo. La verdad es que no es tan importante cruzarte a alguien que sale en una película y se duerme en el bondi, pero entiendo por qué pasa.

–¿Por qué?
–La gente se impresiona con cualquier pelotudez. En vez de poner el foco en cómo nos está robando el presidente, cómo está cagándonos el futuro o diferentes situaciones que pasan en el país que tendrían que hablarse y no se hablan, se pone a discutir sobre un jugador de fútbol que gasta su fortuna en seducir una chica, por decir un ejemplo. La gente se entretiene con cosas banales. Hay cosas que no tiene importancia, pero que distraen a muchas personas. Hay muchos temas que son cortinas de humo para no hablar de lo importante. Hay que salir a la calle y vivir la vida. No estar todo el tiempo con el celular o viendo noticias.

–¿Esa es tu filosofía?
–Si le querés decir así. Creo que hay que salir a vivirla y ver qué pasa con cada uno de nosotros. Sin importar tanto lo que hacen o piensan los demás. Pero creo que hay que tener los oídos abiertos. Sirve escucharse a uno mismo, pero hay que dejar que te cuenten otras versiones de la realidad. Si alguien en situación de calle te cuenta su historia o te habla, hay que escucharlo porque seguramente vivió cosas más intensas que cualquiera de los que somos privilegiados de tener otro contexto, donde podemos ponernos creativos y hacer cosas artísticas. Podes aprender de cualquiera y en cualquier caso transformarlo en algo artístico: una película o una canción, por ejemplo. Tengo un poco esa filosofía, tratar de sacar conclusiones propias con todo lo que a uno le interese averiguar. Me parece mejor que reproducir lo que algunos te dicen que tenés que pensar.

Los hermanos están unidos
Esta es la primera vez que los hermanos Sebastián y Luis Ortega hacen una película juntos. Cada uno aporta su experiencia: el mayor como productor y el menor, como director. Ambos tomaron el proyecto como un desafío creativo. «Teníamos ganas de hacer algo juntos para cine. Sobre todo luego de Historia de un clan. Trabajamos minuciosamente y confié en la mirada irreverente que le quería dar Luis al personaje», detalló Sebastián Ortega en la conferencia de prensa que adelantó la llegada de El Ángel. Luis, por su parte, agradeció el apoyo de su hermano y destacó que este es un film muy especial para él y su familia. Incluso reveló que la película incluye un homenaje a su padre en forma de pequeña digresión onírica. «Desde muy chico, viendo pelis, sentí fascinación por la estética del mal y lo oscuro de los personajes. Por eso al encarar la historia de un asesino serial decidí que no fuera tan violenta, y que empezara con el robo como un acto bello, como una ofrenda al espectador. Con el primero que compartí la idea de esta película fue con Sebastián. Coincidimos en dotar de valores al protagonista, algo que seguramente el real no tenía. Es una forma de decir algo más. La película no busca entender lo incomprensible, sino mostrar la belleza que puede tener la inocencia de un niño descubriendo el mundo, más allá de sus terribles acciones», explicó Luis.

Experiencia y solidez
Lorenzo Ferro le pone la cara y el cuerpo a Carlitos, pero se apoya en un gran elenco que le ofrece experiencia y solidez para que explote al máximo su picardía natural. La historia de Ortega retrata aquella Buenos Aires de 1971, cuando un Carlos Robledo Puch de 17 años descubre que su deseo era ser ladrón. Cuando conoce a Ramón (Chino Darín) inmediatamente se sentirá atraído y comenzarán una historia de descubrimientos, amor y crimen. Un veterano del hampa encarnado por Daniel Fanego, los adiestrará, no siempre de la mejor manera.
Los personajes de Mercedes Morán y Peter Lanzani se sumarán y ayudarán a confirmar que matar también puede ser una consecuencia, un eslabón de una cadena de delitos que la madre de Carlitos –interpretada por una magistral Cecilia Roth– tampoco logrará detener. El final no por conocido resultará menos sorprendente.