En diciembre, la sociedad argentina y la región latinoamericana experimentaron un episodio histórico producto de la larga lucha de los movimientos feministas. Un antes y un después en materia de derechos para las personas con posibilidad de gestar: el aborto es legal en nuestro país. Si bien ahora toca dar la pelea por garantizar la implementación de este nuevo derecho en todo el territorio, también necesitamos más políticas públicas feministas que nos permitan construir el mundo justo que deseamos.

Tal como venimos señalando desde los feminismos desde hace décadas, el aborto legal es una parte necesaria dentro de una perspectiva más amplia: el acceso integral a la salud sexual y reproductiva. En este sentido, diciembre fue testigo de otro hito en las políticas públicas que apuntan a garantizar este derecho: la primera edición del foro Menstru.Ar. La iniciativa fue impulsada por la Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Género (DNEIyG), cuya Directora, Mercedes D’Alessandro, es una de las fundadoras de la campaña #MenstruAcción. Al igual que la ley por el aborto seguro y gratuito, esta conquista es fruto de la militancia incansable de las activistas menstruales del país y la región.

Entre los proyectos que han abordado este tema en nuestro territorio, la campaña #MenstruAcción viene impulsando desde hace ya casi cuatro años medidas buscan reconocer a la menstruación como un tema de agenda para la salud pública, que hoy se constituye en un claro factor de desigualdad para quienes deben atravesarla sin opción. Los productos de gestión menstrual son una necesidad básica, por lo que políticas económicas que persigan objetivos de igualdad de género no pueden perderlos de vista.

La desigualdad menstrual existe

Si bien varios organismos internacionales y organizaciones feministas eligen hablar de “pobreza menstrual” es importante traer a la discusión algunos conceptos. La pobreza en economía es entendida como una carencia o como una falta. Pero no podemos evitar preguntarnos: ¿de qué tipo de carencia estamos hablando? Incluso a la hora de generar indicadores, ¿cómo medimos esa carencia? ¿Alcanza la noción de pobreza monetaria? ¿O debemos enfocarnos en nociones multidimensionales o subjetivas de la pobreza y de la desigualdad?

Cuando hablamos de justicia menstrual, ¿estamos exigiendo solamente la provisión material de productos de gestión menstrual o también podemos abordar la cuestión desde una mirada más amplia, que incluya la pobreza de información, de tiempo, de infraestructura y servicios básicos, entre otros?

La idea de pobreza menstrual falla en señalar lo que puede parecer obvio, pero no lo es: la pobreza menstrual es desigualdad. La falta de condiciones materiales y simbólicas para gestionar la menstruación de manera sana y su injusta distribución no son excepciones sino más bien la regla: quienes se encuentran en la base de la pirámide menstrual se encuentran en la base de todas las pirámides socioeconómicas.

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(Foto: Indec)

La desigualdad menstrual se puede medir

Un análisis en clave menstrual de los datos de la Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares (ENGHo) del INDEC, relevada entre noviembre de 2017 y noviembre de 2018, nos permite identificar la foto de la desigualdad menstrual en Argentina y su composición.

El gasto en productos de gestión menstrual promedio por año por persona a nivel nacional estimado a precios de octubre de 2020 es de $4.098. Los resultados se encuentran en el mismo orden de magnitud que la estimación de nuestra canasta, y las diferencias se deben a que la ENGHo muestra un gasto efectivo, realizado, mientras que la canasta está pensada desde las cantidades necesarias estimadas de productos para gestionar la menstruación.

Otro enfoque posible es aquel que vincula directamente al nivel socio económico con el gasto en productos de gestión menstrual. Para esto exploramos la relación entre la población ordenada según sus gastos y el monto destinado a productos de gestión menstrual. En el gráfico se muestra el monto mensual destinado a PGM por persona según el nivel de gasto del hogar, siendo el primero el 20% de hogares el que menos gasta, y el quinto el 20% que más gasta. Como es de esperarse, la relación es positiva: quienes más gastan en general son también quienes más dinero destinan a gestionar la menstruación.

Se debe tener en cuenta, además, que muchos hogares en Argentina no cuentan con agua potable, baño propio, ni métodos de disposición final para eliminar los productos descartables ya utilizados, entre otras desigualdades estructurales. La desigualdad menstrual debe ser abordada desde un enfoque integral que considere todas las variables necesarias para evitar las múltiples consecuencias de una deficiente gestión de la menstruación, que pone en riesgo la salud de las personas afectadas.

#MenstruAcción

Teniendo en cuenta la escasez de estadísticas oficiales que se producen en Argentina (y en el mundo) acerca de este tema, la elaboración de estos datos es tan solo un acercamiento a una lectura económica de género que incorpore el análisis de clase a la cuestión menstrual. Recientemente la DNEIyG realizó un aporte en dicho sentido al estimar el costo anual de menstruar, un avance que demuestra que la ola roja arrasa con potencia.

A partir de estos datos se puede pensar, tal y como viene repitiendo la campaña #MenstruAcción hace ya 4 años, que en nuestro país no es solamente necesario quitar el velo y la vergüenza social que existen sobre la temática, sino también asistir con mayor urgencia a los sectores más desfavorecidos en su gestión menstrual.

Poner en el centro de la discusión por la quita del impuesto rojo o la provisión de PGM el argumento de que estos productos son de primera necesidad y no de lujo es vital. Las cifras obtenidas solo refuerzan esta idea. Es inadmisible que existan sectores sociales sin acceso a una menstruación saludable por su condición socioeconómica y la falta de oportunidades que la sociedad les provee. La ola roja sigue creciendo por todo el mundo y la menstruación se volverá una bandera más de inclusión social e igualdad de género.

*Este artículo es una adaptación de la tesina de grado de la autora. Se puede consultar el código utilizado en https://rpubs.com/luciaespineira/tesis