La minicorrida cambiaria de la semana pasada, que Tiempo anticipó en su última edición, abrió un debate que estuvo prácticamente dormido desde que arrancó el nuevo esquema monetario y cambiario, el 1 de octubre: ¿qué pasaría con los bancos si la corrida cambiaria se prolonga o profundiza?

La causa de la pregunta es que los bancos ocupan un lugar de privilegio en el actual esquema monetario. Mientras que en la etapa previa a la del presidente del Banco Central (BCRA), Guido Sandleris, la estrella de la regulación monetaria era la Lebac, ahora es la Leliq. El cambio es más profundo que el nombre. Mientras que cualquier inversor -nacional o extranjero, individual o institucional- podía adquirir las Lebac, en el caso de las Leliq, sólo lo pueden hacer los bancos.

Para Roberto Feletti, viceministro de Economía entre 2009 y 2011, la política de Sandleris ha sido «concentrar al interior del sistema bancario» los efectos de la expansión de los instrumentos financieros y la contracción de la base monetaria.

Así las cosas, el BCRA no libera pesos al mercado para que presionen sobre las reservas internacionales, pero «empapela a los bancos de letras a tasas altas que para financiarlas obliga a la captación de depósitos a tasas también altas. Se abultan papeles en las entidades financieras que se fondean con depósitos, cuyos titulares miran al momento de cada renovación mensual cuánto cotiza el dólar y cuál es la tasa de interés que le ofrecen.»

Para Feletti, el Banco Central desarmó la bomba de Lebac pero rearmó la bomba de Leliq. «La diferencia es que esta última esta toda adentro de los bancos», concluyó.

Tensión

En el origen de la corrida cambiaria de la semana pasada confluyen varios factores. Uno, la baja de la tasa de interés de la Leliq. Implicó que de inmediato los bancos redujesen las tasas que pagan a los ahorristas por sus plazos fijos. Así, esa tasa se ubicó por debajo del 40%.

Aquí entra en escena el segundo factor: el nivel de inflación. La inflación interanual de enero fue de casi el 50% y si se cumplen los pronósticos de febrero, con un alza de entre el 3,5 y el 4%, superará el 52% anualizado. Encima, ya hay analistas que consideran que el alza del 5% del dólar de la última semana impulsará los precios aún más a partir de marzo. La perspectiva es que de acá a mayo o junio, la inflación interanual se encuentre en torno del 50 por ciento.

Al cruzar ambos factores surge un dato objetivo: la tasa de interés de los plazos fijos es negativa. Para los inversores, especialmente los más fuertes, esta realidad es la señal de largada hacia otros instrumentos en pesos que superen la inflación, y si no los hay o deben asumir un riesgo demasiado elevado para ello, indica que es el momento de pasarse al dólar y abandonar el peso. A medida que se desarman más posiciones en pesos, más crece la demanda de dólares y más se devalúa el peso, iniciando un círculo vicioso sin final.

Aquí es donde entra en juego el papel de los bancos con las Leliq. Una corrida cambiaria ahora sí alcanzaría a los bancos porque han quedado expuestos por el aumento exponencial de los plazos fijos. En el año que va entre diciembre de 2017 y el mismo mes de 2018, el monto involucrado en los plazos fijos de los bancos privados extranjeros creció un 82%, mientras que el conjunto de los depósitos del sector privado en estas entidades lo hacía en un 66,3 por ciento.

Para Diego Giacomini, director de la consultora Economía y Regiones, un riesgo que estaba repartido en el mercado pasa a concentrarse en el sistema financiero, lo cual abre un nuevo abanico de riesgos dado que las Leliq crecen a una tasa muy superior que la de los depósitos que la alimentan, por lo que en el corto plazo podría alcanzar el ciento por ciento de los plazos fijos. La limitación del BCRA a los bancos en relación a la tenencia de Leliq provocó una reacción negativa en las entidades.

Mientras siga la emisión de Leliq el problema de los bancos seguirá en el centro de la escena. Las próximas semanas pondrán aprueba el esquema del Banco Central.  «