El Banco Central compró más de U$S 1300 millones en el mercado cambiario desde comienzos de año. La ausencia de competidores permite que la entidad acapare todo el exceso de oferta de divisas en el mercado oficial y que con sus intervenciones decida a voluntad el precio del billete.

Según los números oficiales, las operaciones le dejaron un saldo neto de U$S 157 millones en enero y de U$S 633 millones en febrero. Se estima que en esta última semana las compras netas totalizaron U$S 650 millones, superando todo el mes anterior.

La foto es totalmente distinta a la de octubre de 2020. Por entonces la entidad admitía pérdidas por U$S 1090 millones en el mercado oficial, mientras las cotizaciones alternativas se disparaban hasta $ 195. Apenas cuatro meses y un poquito después, el paralelo perdió $ 51 y está incluso por debajo del valor al que se opera en los bancos.

En el Banco Central creen que el giro que se manifestó hacia fines del año pasado (en diciembre ya hubo compras netas por U$S 608 millones) fue una consecuencia de todos los ajustes al cepo que se realizaron entre septiembre y octubre. En particular, las limitaciones para que las empresas pagaran sus préstamos al exterior, sobre todo en los casos en que había vínculos societarios entre acreedor y deudor. Un estudio del grupo de economistas nucleados en el MATE (Mirador de Actualidad del Trabajo y la Economía) estimó que el pago de deuda externa privada, en muchos casos intrafirma, provocó que durante 2020 salieran divisas por U$S 11.801 millones, casi tres cuartas partes del superávit comercial anual.

Esto no significa que el Central esté llenando sus arcas de billetes verdes. Desde el inicio del año, las reservas internacionales solo crecieron U$S 416 millones, un tercio de las compras netas en el mercado. Pagos de deuda (entre ellos, U$S 313 millones al Fondo Monetario Internacional), operaciones con bonos y una sostenida caída en el precio internacional del oro (ya bajó un 12% en dos meses) influyeron en esa diferencia.

Aun así, la nueva configuración del mercado dejó al BCRA como dueño de la cancha. Los dólares del saldo de la cosecha del año pasado siguen entrando a buen ritmo: en febrero los agroexportadores liquidaron U$S 1810 millones, el segundo monto más alto de los últimos 18 años para ese mes. Con el valor de la soja en alza, se espera un buen flujo de divisas a partir de abril, cuando empiece la temporada alta de venta de cereales. Esto le da margen a la entidad para regular la cotización y ponerla en línea con los deseos del Ejecutivo de un incremento anual que no supere el 24-25%, unos cuatro puntos menos del índice de precios estimado por el gobierno. «El BCRA continuará con su política de administración del tipo de cambio, propiciando que la dinámica cambiaria contribuya a consolidar el proceso gradual de baja en la tasa de inflación», señala el último Informe de Política Monetaria (IPOM) de la entidad.

Analistas privados aseguran que una devaluación brusca sería lo último que avalaría el Central, justo en un año de elecciones. «En el camino hacia octubre hay un solo elemento que no será convalidado por parte de las autoridades: un movimiento brusco en el mercado de cambios», advierte el informe de coyuntura del Instituto del Trabajo y la Economía (ITE).

Quizás por todo este cuadro, las principales consultoras de la City actualizaron sus pronósticos a la baja. En el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) difundido el viernes a última hora, la previsión es que el dólar oficial termine el año a $ 118. Es bastante más que los $ 102 que enarbola el Palacio de Hacienda, pero siete pesos menos de lo que los mismos especialistas calculaban un mes atrás. La gran apuesta de la dupla Martín Guzmán-Miguel Pesce es que esos números converjan con los suyos. «