Donald Trump ganó la elección del 8 de noviembre pasado con una agresiva retórica nacionalista, xenófoba y misógina. Triunfó sin equipo y con un programa limitado. Pretendía, y pretende, hacer la revolución conservadora, pero los Estados Unidos no están solos en el mundo y los secretarios que rejuntó para completar su gobierno juegan cada uno para su equipo y ninguno para la selección.

El pasado viernes China advirtió extraoficialmente a través del periódico Global Times que si EE UU intenta impedirle el acceso a las islas artificiales que construyó en los últimos años en el Mar Meridional, habrá guerra. El conflicto data de hace algunos años, cuando Barack Obama intentó cercar al gigante asiático por el sur. Este respondió construyendo las islas para instalar allí bases militares y afianzar su soberanía sobre el Mar Meridional. Además de que Trump durante la campaña electoral tronó repetidamente contra la invasión de productos chinos, su designado Secretario de Estado, Rex Tillerson, prometió el pasado martes 10 en la audiencia para su confirmación que impediría a China acceder a las islas. El grave furcio diplomático es producto de la improvisación del equipo que acompañará al nuevo presidente a partir del próximo viernes 20.

La Constitución estadounidense diferencia entre los miembros del Gabinete presidencial que deben ser ratificados por el Senado y aquellos cargos que el Presidente puede ocupar con personal de confianza. Entre estos últimos el más importante es el de Jefe de Asesores, para el cual Trump designó a su yerno Jared Kushner, de 36 años, esposo de su hija Ivanka. Artífice del triunfo electoral de su suegro, Kushner es su persona de mayor confianza.

También sin necesidad de ratificación, Steve Bannon fue nombrado como Jefe de Asesores de la Casa Blanca. El nuevo consejero fue hasta hace poco editor del sitio web Breitbart, plataforma de la ciberderecha (“alt-right»), un movimiento blanco nacionalista, racista y misógino.

A su vez, como Asesor en Seguridad Nacional el mandatario eligió al general retirado Michael Flynn quien entre 2011 y 2013 dirigió la Agencia de Inteligencia para la Defensa. Prestigioso oficial de inteligencia, después de retirarse se desempeñó como lobista de empresas rusas y turcas.

Para la Jefatura del Gabinete, finalmente, fue nombrado Reince Priebus, presidente del Comité Nacional Republicano y uno de los pocos dirigentes partidarios con buenas relaciones con el presidente electo. Tiene asimismo buenos lazos con el republicano presidente de la Cámara de Representantes Paul Ryan, lo cual facilitará la relación con los republicanos en el Congreso.

Mientras que el equipo de asesores está compenetrado con las ideas del Presidente, aunque carece de muchos conocimientos específicos –entre otros, los internacionales-, los principales secretarios de departamentos gubernamentales oídos en el Senado han desentonado fuertemente.

El Secretario de Estado confirmado es Rex Tillerson, que entre 2006 y 2016 presidió ExxonMobil. Los medios criticaron duramente sus lazos con Vladimir Putin y sus críticas de 2014 a las sanciones contra Rusia. Sin embargo, durante la audiencia Tillerson se defendió exitosamente de las acusaciones de simpatía prorrusa y expresó su adhesión al Acuerdo Transpacífico de Comercio (TPP) que Trump rechaza. No obstante, su amenaza contra China demuestra cuán unilateral es su formación. Puede ser que se entienda bien con estados productores de hidrocarburos, pero carece de sensibilidad para tratar con el gigante asiático.

Por su parte, el nuevo secretario de Defensa James N. Matti es un teniente general retirado del Ejército que dirigió entre 2010 y 2013 el Comando Conjunto Centro. Dado el despliegue mundial de las fuerzas armadas, las opiniones políticas del Secretario de Defensa son relevantes. Mattis apoya la convivencia de un estado judío y otro palestino y critica la actual política israelí, piensa que Irán es la mayor amenaza para Medio Oriente y cuestiona el acuerdo nuclear con ese país. También elogió vivamente a la OTAN, pero no tiene idea de qué hacer en Asia Oriental.

Por su lado, Jeff Sessions será el nuevo Fiscal General. Sessions es partidario de no legalizar a los 12 millones de inmigrantes de hecho que viven en el país y de reducir aún más la inmigración legal, se opuso a la introducción del femicidio como figura penal, es radicalmente antiabortista y descree del cambio climático. Consecuentemente, su audiencia en el Senado duró dos días y estuvo jalonada de protestas populares.

En tanto, John Francis Kelly, nuevo secretario de Seguridad Interior, es un general retirado de la Infantería de Marina, que sirvió como último destino como jefe del Comando Sur con sede en Miami. Kelly rechazó que el planeado muro en la frontera con México sirva para frenar la inmigración.

Todos los auditados entre martes y jueves se opusieron a la reintroducción de la tortura, al registro de los musulmanes, apoyaron el informe de inteligencia sobre los ciberataques rusos y consideraron a Moscú un riesgo especial para la seguridad de Estados Unidos, pero omitieron referirse a China. El gobierno de Donald Trump comienza con serias contradicciones internas y graves falencias en su visión internacional. El presidente electo pretende modernizar el Estado y la economía con métodos reaccionarios, pero no le basta con asesores leales: necesita un equipo de gobierno coherente que no meta goles en contra y se ubique en un mundo multipolar. «

Girando el foco de la relación con el mundo, por Eduardo J. Vior

La política exterior de Donald Trump pretende reducir y racionalizar las intervenciones de EE UU en el mundo, para controlar la producción mundial de hidrocarburos y defender la propia área de influencia internacional. La única motivación ideológica es el apoyo a Israel, aunque al mismo tiempo busca una coexistencia pacífica con Rusia. Al comparecer ante el Senado, para que ratifique su designación, el nominado secretario de Estado Rex Tillerson(ex ExxonMobil) explicó la futura política exterior. La audiencia se concentró en el informe de las 17 agencias de inteligencia sobre los ciberataques desde Moscú para favorecer la elección de Trump. Tillerson consideró «preocupantes» las informaciones y anticipó que mantendrá las sanciones contra Rusia, a la que criticó también por la anexión de Crimea en 2014, aunque reprochó que previamente no se hayan desplegado tropas allí. También defendió la presencia de la OTAN en el este de Europa. Por otro lado, confirmó la dureza de Trump sobre las relaciones con China. Asimismo, Tillerson aprovechó su comparecencia para rebajar la tensión con México al que mencionó como «un viejo amigo». Trump sustituirá el multilateralismo demócrata por acuerdos bilaterales de comercio e inversión y “secarᔠel mercado mundial absorbiendo dólares para financiar las prometidas inversiones en infraestructura. Es dudoso que tanto unilateralismo sea factible, pero el empresario-presidente está acostumbrado a apostar fuerte para después negociar. Habrá que ver quién lo para.

¿Otra oportunidad perdida?, por Eduardo J. Vior

Argentina es importante para EE UU cuando en nuestro país hay gobiernos populares que pueden soliviantar al resto del continente pero, cuando en la Casa Rosada acampa una tropa afín al Imperio, nuestro país solo interesa por sus recursos energéticos y minerales, por el Acuífero Guaraní y las riquezas del mar periantártico, quizás por algunas inversiones inmobiliarias y como posta para la bicicleta financiera global. Nuestro país es una colonia angloholandesa y EE UU lo respeta. Lo demuestran los viajes periódicos de la reina Máxima entrando y saliendo por algún aeropuerto desconocido y la pleitesía que le rinde el presidente Macri, el reconocimiento de la soberanía británica sobre Malvinas por la ministra Malcorra, la base clandestina de Joe Lewis en la Patagonia y los honores al ex rey de España, testaferro de los fondos financieros angloholandeses titulares de las prestadoras españolas de servicios públicos. Barack Obama presionó brutalmente, hasta someter a Argentina. El gobierno de Donald Trump, por el contrario, amaga con desentenderse de América Latina, mientras sus negocios florezcan. El control sobre Argentina quedaría primordialmente librado a la sagacidad de los monarcas europeos y sus gerentes locales. El Reino Unido y los Países Bajos son fuertes por su poder financiero y militar, pero más poderosos por el servilismo de los gobernantes y la miopía de los opositores. Si Washington mira para otras latitudes, tendremos la chance de recuperar independencia. ¿Sabremos aprovechar la oportunidad?