“No apoyaremos al monopolio militar que oprime al pueblo”, dijo el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, al tiempo que anunció cambios significativos en la política de su país hacia Cuba, en lo que significa ni más ni menos echar por tierra buena parte del trabajo de su predecesor, Barack Obama, por armonizar y normalizar la relación con la isla.

Fue un discurso inflamado, muy opuesto a los que el pueblo estadounidense venía acostumbrado con Obama. El hombre eligió el momento y especialmente el lugar. Habló en el vecindario de La Pequeña Habana en Miami, Florida, en el Teatro Manuel Artime, nombrado en honor de uno de los líderes de la Brigada 2506 que desembarcó en Bahía de Cochinos para tratar de derrocar a Fidel. Y tal como se esperaba, el republicano explicó la decisión de implementar de inmediato restricciones para hacer negocios con las empresas controladas por los militares cubanos y la imposición de mayores controles a los viajeros estadounidenses que visiten Cuba.

Lógicamente lo aplaudieron a rabiar cuando dijo: «Lograremos una Cuba libre». Y de inmediato arremetió contra los acuerdos que habían logrado el ex presidente Obama y el líder cubano Raúl Castro. Señaló el mandatario conservador: «No favorecen al pueblo cuban o, sino que enriquece al régimen». La nueva relación se redirige alrededor de 30 meses después de que Obama decidiera el histórico “deshielo” con La Habana. Concretamente, Trump anunció: “Ha nacido una nueva política. Doy por cancelado el acuerdo de Obama”.

No es la primera medida de Trump en el sentido contrario a lo que había gobernado Obama, Lo hizo claramente con el Obamacare, aunque aún no haya logrado desmontar toda la reforma sanitaria. Habrá que ver hasta dónde llega en su intento de enfrentarse con el régimen cubano.

De todas maneras, algunas medidas que tomó Obama, permanecen activas. Por caso, no se cierra la Embajada de La Habana, no se prohíben los vuelos comerciales ni los cruceros y tampoco se restituye la política que permitía a los cubanos entrar sin visa en EEUU.

Uno de los retrocesos más importantes se refiere e los viajes a la isla. Aunque el turismo seguía prohibido con Obama, los desplazamientos se dispararon gracias a la creación de 12 categorías que incluían desde visitas familiares a proyectos humanitarios y actividades culturales. Así sólo en los cinco primeros meses de este año, 285.000 ciudadanos estadounidenses había viajado a la isla, la misma cifra que se produjo en todo 2016.