El presidente estadounidense, Donald Trump, amenazó con cortar la ayuda económica a Guatemala, Honduras y El Salvador como castigo por no haber frenado la caravana de migrantes que partió desde Centroamérica rumbo a Estados Unidos. Al mismo tiempo puso en alerta a las patrullas fronterizas de su país y a los militares para evitar que la procesión de migrantes, que ya sumaría más de tres mil personas, genere una “emergencia nacional”.

«A partir de ahora vamos a empezar a cortar, o reducir sustancialmente, la tremenda cantidad de ayuda externa que habitualmente les damos», indicó Trump en su cuenta de Twitter. «Cada vez que vemos una caravana o a personas entrando ilegalmente o intentando entrar ilegalmente al país, yo pienso en los demócratas y los culpo por no darnos los votos para cambiar nuestras patéticas leyes de inmigración», agregó el presidente estadounidense, con un ojo puesto en los comicios legislativos del 6 de noviembre.

También podés leer: Trump, visto por Michael Moore

Hace más de una semana una caravana de migrantes que suma cerca de 3000 personas partió de Honduras con el objetivo de llegar a Estados Unidos. El último fin de semana llegaron a México y actualmente se encuentran en el estado de Chiapas, en el sur del país.

«Lamentablemente, parece que la policía y los militares de México son incapaces de detener la caravana que se dirige a la frontera sur de Estados Unidos. Criminales y personas de Medio Oriente no identificadas están mezclados», añadió el millonario que hoy ocupa el salón oval de la Casa Blanca. El domingo había amenazado en la misma red social que si México no detenía a los migrantes él avanzaría con el cierre de la frontera sur del país.

«Seguimos pa’delante»

Gran parte de la caravana que salió el 13 de octubre, hace casi diez días de San Pedro Sula en Honduras, logró ingresar a México ilegalmente y durmió en la plaza principal de Tapachula, una ciudad de más de 300 mil habitantes en el estado de Chiapas (sur), tras haber recorrido más de 760 km a pie, con bebés y niños a cuestas. «Sabemos bien que este país no nos recibió como esperábamos y que nos pueden devolver a Honduras, y también sabemos que hay narcotraficantes que secuestran y matan a los migrantes», dice Juan Carlos Flores, de 47 años. «Pero vivimos con más miedos en nuestro país, así que seguimos pa’delante», agrega Flores.

Pese al cansancio y a un sol inclemente, unos 3000 indocumentados, según cálculos de la agencia AFP y organizadores, continúan su marcha hacia Huixtla, también localidad chiapaneca, una segunda parada antes de llegar a Tijuana o Mexicali, aledañas a Estados Unidos, su destino final a más de 3000 kilómetros.

Estamos «adoloridos, pero listos para seguir», comenta María Lourdes Aguilar, de 49 años, que viaja con sus dos hijas y sus cuatros nietos menores de diez años. «En este viaje uno no come bien, no duerme bien, nunca se descansa», dice Aguilar, en medio del llanto de los niños, muertos de hambre de cansancio y con la ropa mojada después de una torrencial lluvia el domingo. «Estamos acostumbrados, nuestro propio presidente no nos quiere, no nos importa que Trump tampoco nos quiera», sentencia.