Los investigadores del crimen de Gustavo «El Oso» Pereyra –49 años, icónico barra de Boca desplazado en el último tiempo por su enfrentamiento con Rafael Di Zeo– sólo tienen en claro una cosa: siete tiros a quemarropa es un escarmiento. Lo que falta descubrir, nada menos, es el autor –material e intelectual– del ajuste de cuentas y los motivos que lo decidieron. 

El martes, alrededor de las 23:30, un hombre de unos 45 años, pelado y panzón, según la madre de Pereyra, golpeó la puerta del departamento C del tercer piso de un edificio del Barrio Don Orione, en Claypole.

Siguiendo el relato de Elva Pérez, el hombre preguntó por su hijo y ella lo dejó pasar aclarándole antes que se estaba bañando. Luego volvió a la cocina a seguir lavando los platos sucios de la cena. El encuentro entre Pereyra y su matador se produjo en el living. A la discusión le siguió un portazo, que no impidió que siete de los ocho plomos disparados alcanzaran la generosa anatomía de Pereyra. El único proyectil que el tirador falló quedó incrustado en una de las paredes.

Se sabe que el Oso integraba la facción disidente de la hinchada de Boca que lideraba Cristian «Fido» Devaux, hacía cobranzas para cuevas financieras, tenía vínculos con algunos negocios en la feria La Salada y hasta había sido custodio de sindicalistas. En su extenso currículo también figura un pasado como empleado en una empresa de seguridad. Los investigadores tienen que descubrir con cuál de todas estas facetas está vinculado el crimen.

En ese sentido, puede resultar clave el testimonio de una vecina del edificio que dijo haber escuchado «esto es de parte de Marcelo» justo antes del estruendo por los disparos.

Según una línea que sigue la investigación, se trataría de Marcelo Aravena, capo de la facción de Lomas de Zamora de la barra xeneize y antiguo amigo de Pereyra, en tiempos en que compartían el paravalanchas principal de La Bombonera, ahí donde La Doce despliega su parafernalia de aliento rentado.

Aravena, alias «El Manco» o «Marcelo de Lomas», está preso por sus negocios en La Salada, junto con Enrique «Quique» Antequera (de quien era su guardaespaldas) y otros dos barras de Boca: Santiago «Cepillo» Vélez Robles y Ruperto «Toro» Barraza, ambos de Ingeniero Budge. El sospechoso del crimen de Oso ya había purgado una condena de 12 años por los homicidios de dos hinchas River durante una emboscada en 1994 y también se lo vinculó en 2013 a otras dos muertes en una pelea por el poder de La Doce en los alrededores de la cancha de San Lorenzo.

Por su parte, Pereyra había compartido con Di Zeo una estadía en el penal de Ezeiza, luego de que toda la cúpula de la barra de Boca fuera condenada en 2007 por otra emboscada, esta vez a los hinchas de Chacarita, durante un entrenamiento en La Bombonera.

Fue en aquellos días de encierro cuando el Oso se peleó con Di Zeo, lo que le valió la pérdida de beneficios dentro de la cárcel (del pabellón VIP del Complejo pasó a otro de presos comunes).

Finalmente, cuando recuperó su libertad, Pereyra se alió con Debaux y junto con él resistió hasta 2015 los embates de «Rafa» y Mauro Martín por conquistar, otra vez, el poder de la barra. «