El discurso con el que el presidente Mauricio Macri inauguró un nuevo período de sesiones del Congreso supo a campaña electoral. Tuvo momentos de mucha similitud con el que lo depositó en el Ejecutivo nacional. Incluyó altas dosis de generalidades, una cucharada sopera de esperanza, otra de optimismo tipo “la inflación está en retroceso”, una diminuta pizca de promesas, una gruesa capa de la herencia recibida y evitó cualquier ingrediente que referencie a “errores” como el Correo Gate o Avianca. Sin embargo, los cruces con la oposición por la paritaria docente lograron que Macri se saliera de la receta y terminara mostrando su verdadero rostro cuando se refirió de manera despectiva y casi amenazante al dirigente de los maestros bonaerenses, Roberto Baradel. Son tiempos electorales y el discurso vacuo y binario del macrismo se expuso sin ambages.

Fueron sesenta minutos de discurso, apenas uno menos que el año pasado. Macri llegó rodeado de un importante operativo de seguridad, mucho mayor al de 2016. Como el 10 de diciembre de 2015, el clima le jugó una mala pasada. Si bien no se descargó una molesta lluvia sí hubo un implacable calor que bien podrá se considerado como la razón de que las masas macristas no se abalanzaran contra las vallas colocadas frente al Congreso. Los únicos que estuvieron, entre los que se encontraban los maestros y científicos, llegaron para repudiarlo.

Macri no tuvo problemas en recurrir a la herencia recibida para justificar el esfuerzo y la necesidad de “sincerar” la economía. Se cuidó de nombrar a su antecesora pero al considerar que todo lo que se hizo en esos años fue desastroso, se sintió habilitado para prescindir de números y aseguró que “la recuperación económica” es un hecho aunque uno del que solo unos muy pocos pueden gozar.

Como si se tratara de un gurú de la autoayuda, Macri afirmó´: “La inflación es tóxica, paraliza la producción y nos impide planificar a largo plazo. Los gobiernos anteriores la fomentaron y la quisieron esconder, nosotros la enfrentamos y hoy está en un claro camino descendente”. Sólo sus diputados y senadores lo aplaudieron. El abucheo partió desde la oposición. En rigor, el sector que más se le opone que es el kirchnerismo y la izquierda. El resto fue un tanto más recatado.

En esta versión gubernamental del Club 700, uno de los mayores íconos de las iglesias mediáticas, Macri sentenció: «Lo que complica el desarrollo son nuestras limitaciones. Tenemos que acabar con los enfrentamientos que nos estancaron, con más diálogo. No creemos en liderazgos mesiánicos venimos a la política con diálogo y trabajo conjunto. El cambio se logra juntos día a día”, dijo levantando la voz como si estuviera en un guión. Los aplausos también.

En tren de destacar éxitos dijo que había conseguido que 1,5 millones de niños reciban la Asignación Universal por Hijo (AUH). Lo cierto es que los beneficiarios de este plan ya eran muchísimos cuando el presidente llegó al gobierno pero como en la política y como en el fútbol goles son amores, el sumar éxitos pasados como propios vale doble a la hora de iniciar una campaña electoral. En ese marco, se puede sumar la autoadjudicación de la modificación del impuesto a las ganancias: “Corrimos las escalas sin caer en el populismo irresponsable”, lanzóo y puso la cara para el aplauso cuando en realidad fue la oposición quien le arrancó la ley luego de postergar un año su debate. Igual sus diputados le respondieron con el batir de palmas.

Envalentonado con su discurso cuasi pastoral avanzó sobre su mirada de la educación. “Estamos trabajando para que cada vez más jóvenes lleguen a la universidad y se reciban. Por eso aumentamos presupuesto. Los docentes juegan un papel clave, que estén formados, motivados y reconocidos. Tener un salario digno, apoyarlos en su tarea especialmente cuando son víctimas de agresiones”, dijo, para luego poner el ejemplo de dos maestras, a las que sólo debe conocer el presidente y Dios porque sólo las citó por su nombre de pila, que fueron víctimas de agresiones.

Esta referencia generó cruces con la oposición que no sólo le enrostró la intención gubernamental de no cerrar paritarias nacionales con los maestros sino que además le recordó que la disputa sindical provocó amenazas de muerte a Baradel, el dirigente sindical docente que la gobernadora María Eugenia Vidal quiere desbancar. Ese momento logró sacarlo de quicio a Macri, quien lanzó, fuera de libreto:  “No creo que Baradel necesite que nadie lo cuide”. Lo dijo con una media sonrisa y fue vitoreado por sus legisladores. Poco después, el propio Baradel se presentó en los tribunales de Comodoro Py para denunciar al presidente que la frase representa una “amenaza velada”. Tal vez fue coincidencia pero mientras Baradel se dirigía a presentar la denuncia recibió otra amenaza de muerte dirigida a sus hijos.

Luego Macri recuperó la compostura. Pidió algunas leyes, como el régimen penal juvenil, la reforma impositiva, ley de Humedales y, otra vez, la reforma política. No abundó en detalles sobre estas iniciativas. La contradicción en todo caso estuvo cuando, frente a los legisladores, anunció decretos para evitar los conflictos de interés como ocurrió con el caso del Correo y de Avianca. Claro, no hizo referencia a esos sonados casos pero igual afirmó  “Quiero que todo sea transparente y nadie dude de las decisiones que tome este presidente”. La oposición estalló en carcajadas y abucheos. Los propios lo aplaudieron a rabiar.

“Hace 15 meses que gobierno y cuanto más viajo por el país, cuanto más los veo trabajar y razonar, más estoy convencido de que tenemos todo para salir adelante. Ratifiquemos nuestra convicción por el cambio y no escuchemos las voces que nos critican”, dijo levantando el tono de voz para luego ya casi de un grito aseverar que “la Argentina se está poniendo de pie”. Así, Macri dejó inaugurado el período 135 de sesiones ordinarias del Congreso. Afuera no había nadie para vitorearlo. No importaba, las cámaras de la TV Pública se encargaron de eludir la exhibición de esas ausencias así como evitaron televisar los carteles de los legisladores de la oposición. Esta vez Julio Cobos no se quejó de censura.