Los dos fueron personajes claves en las negociaciones que pusieron fin al apartheid que permitieron que en 1994 Nelson Mandela pudiera convertirse en el primer presidente negro de Sudáfrica, un país donde casi el 80% de la población es negra.

El lunes, cuando se cumplieron 28 años de la liberación del indiscutido líder africano, luego de 27 años en prisión, uno de ellos, Cyril Ramaphosa, el que aspiraba a sucederlo desde hace dos décadas, se comprometió a continuar “con el legado de Mandela para combatir a la corrupción”. A esa altura, Ramaphosa, que en su historial fue sindicalista del sector minero pero luego terminó amasando una fortuna estimada en unos 600 millones de dólares, con negocios en McDonalds y Coca-Cola, se estaba probando el traje de presidente luego de varias horas de discusión con Jacob Zuma para que aceptara la renuncia que le ofrecía el partido oficialista, Congreso Nacional Africano (usualmente conocido con las siglas en inglés, ANC) como la salida más elegante tras sus nueve años en el poder plagados de escándalos.

Zuma, un hombre de 75 años y respetuoso de las costumbres de la etnia zulú que actualmente tiene cuatro esposas, fue conminado a dejar el cargo luego de cientos de denuncias por corrupción por el ANC, que amenazó con quitarle el apoyo parlamentario si no lo hacía. Así fue que en un mensaje televisado, dijo que estaba dispuesto a obedecer por disciplina, «aunque estoy en desacuerdo con la decisión del liderazgo de mi organización».

Y para agregar leña al fuego, en un reportaje a la televisión pública sudafricana se quejó de las acusaciones que deslizaron para forzar su dimisión: «No hice nada, nada malo. Nadie me dio una explicación sobre lo que se supone que hice. Me parece injusto, muy injusto».

Sin embargo, sobre él pesaron denuncias por malversación de fondos y hasta por violación de la hija de un compañero del ANC. La anécdota es que el caso llegó a juicio, él adujo que la relación había sido consensuada y argumentó que no usó condón a pesar de que la mujer era VIH positivo porque ni bien consumó el acto se bañó para eliminar los virus. Finalmente fue absuelto.

Hábil negociador, su segundo nombre es Gedleyihlekisa, que alude a una frase en zulú que significa algo así como «Cuando alguien me engaña pondré una hermosa sonrisa mientras me hace daño”. Y eso hizo desde que siendo joven adhirió a la lucha contra el apartheid. Sonreír y seguir su camino a pesar de las dificultades.

Así sucedió en 2008 a Thabo Mbeki, también obligado a renunciar en medio de una crisis política. Ahora su situación no parece tan favorable ya que sobre él pesan más de 700 denuncias que seguramente prosperarán en la medida en que puede ser la forma en que su sucesor precise consolidar poder en la sociedad.

En lo que hace al partido, Ramaphosa ya venía tejiendo alianzas internas como para hacerse del sillón presidencial. Vicepresidente del país y titular desde diciembre pasado del ANC, viene desde 1999 especulando con el cargo.

Formó parte del equipo que negociaba con los blancos el tránsito hacia una república democrática, sin exclusión de las mayorías negras. Y también aparecía como hombre de buena muñeca política. Fue importante su paso por la vida sindical porque pudo organizar desde 1982 un gremio como el NUM (Sindicato Nacional de Mineros) que agrupó a 300 mil trabajadores y que literalmente paró al país en 1987.

“Es de los más talentosos de su generación”, escribió Mandela en sus memorias. Dicen los conocedores de la política sudafricana, que el viejo líder lo tenía in pectore como sucesor, pero en ese momento no hubo forma de convencer al resto de los integrantes del partido.

Fue tras ese fracaso que Ramaphosa se lanzó a la vida empresaria. Posee más de 30 grandes compañías entre las cuales figura McDonald´s South Africa, con cientos de locales en todo el país. También ocupa sillas en los directorios en el MTN Group, de telecomunicaciones y en mineras como Lonmin. Precisamente en esta última firma quedó involucrado por la masacre de Marikana, a 100 km de Johannesburgo, cuando en agosto de 2012 la policía reprimió una huelga minera dejando un saldo de 34 muertos y 250 heridos. Él asegura que para entonces ya había dejado el puesto.

Pero el trasfondo para este cambio de figuras al frente del país, uno de los miembros de BRICS, junto con Brasil, India, China y Rusia, no obedece a una interna partidaria. Sucede que la imagen de Zuma venía cayendo en picada y ahora las denuncias por corrupción quitaban votos. Es que el país está sumido en una crisis económica que dejó a millones bajo el nivel de pobreza y en 2019 habrá nuevas elecciones. En este contexto las posibilidades del ANC eran mínimas.

La situación se agravó luego de los últimos informes de las agencias calificadores Moody´s y Sstándar and Poors. Que obviamente, prefieren a un empresario para manejar a esa nación antes que un presidente desgastado y sin apoyo en la sociedad.

Por ahora los socios internacionales dentro de ese club de potencias emergentes no hicieron comentarios, aunque en sus agencias de informaciones confiaban en que todo sea para mejor. La caída del gobierno del Partido de los Trabajadores en Brasil ya había golpeado fuerte en esta alianza por el rumbo que tomó Michel Temer, ahora deberán esperar para jugar futuras cartas.