Casi la mitad de la población argentina, incluso tal vez sin saberlo, se relaciona de algún modo –laboral, comercial, asociativo– con las 22 mil cooperativas repartidas en el territorio nacional. El mapa es diverso. Hay cooperativas para todos los rubros: agropecuarias, de vivienda, consumo, crédito, provisión, servicios públicos y trabajo. Con una forma de propiedad, organización y división de excedentes diferentes a las de las empresas tradicionales, el sector acumula más de 120 años de historia en el país y se origina en la lucha de los movimientos obreros por mejorar sus condiciones laborales.

Estas experiencias surgen -y sobre todo proliferan- en las coyunturas de crisis que golpean a las y los laburantes. En Tiempo somos herederos de la tradición de este movimiento desde hace más de cuatro años, cuando decidimos integrarnos al universo de las empresas recuperadas, más de 400 en todo el país.

En esta edición, iniciamos una serie de historias con la intención de visibilizar y potenciar el mundo del cooperativismo. Lo hacemos con el acompañamiento de la Fundación Friedrich-Ebert (FES) Argentina, que también nos apoya en otros proyectos para poner en debate e incidir en políticas públicas. Rescatar estas experiencias pasadas y actuales no es solo una forma de mantenerlas presentes, sino de darle la dimensión que tienen dentro de la economía nacional. También es una invitación a pensar, reflexionar y alumbrar otro tipo de salidas para el mundo que emerja una vez que se logre contener al virus. Acaso sea, además, una oportunidad para reconocer al trabajador autogestivo como un sujeto de derecho, que requiere otro marco jurídico diferente al monotributista, al autónomo o al que se emplea en la relación de dependencia. La pandemia, de hecho, reavivó el debate sobre el rol de los Estados para solucionar las desigualdades que el coronavirus evidenció con crudeza. Incluso madura la idea de implementar un salario universal para transferir recursos a los sectores más postergados, un viejo reclamo de los movimientos sociales.

En este marco, desde Tiempo buscamos contribuir a esa discusión, incorporando un contenido periodístico que pueda hacer foco en el movimiento cooperativo, una opción presente en el campo laboral desde hace más de un siglo. Ignorado, con escaso lugar o solo reflejado desde un abordaje pintoresquista por los medios corporativos, el cooperativismo aparece en nuestra agenda desde un comienzo –aunque ahora con más presencia y continuidad– por un motivo sencillo: lo entendemos y lo consideramos un valor.

Se trata nada menos que de contar experiencias de gestión de trabajadores y trabajadoras, puestos a pensar en las posibilidades de revertir una emergencia construyendo salidas colectivas.