Hace algo más de un año, la cooperativa Farmacoop volvía a entrar a la planta de 8000 metros cuadrados de Piedrabuena al 3200, en Villa Lugano, al otro lado de la calle donde antes se levantaba el Elefante Blanco de Ciudad Oculta. La fábrica estaba destruida. Era parte del proceso de continuidad del vaciado laboratorio Roux-Ocefa, que incluyó acampes, tomas, marchas y diversas presentaciones judiciales. El punto de partida para el primer laboratorio recuperado de la historia. Después de vender cartón y papeles para comprar materia prima, hoy encaran un enorme desafío: la comercialización de test serológicos que detectan anticuerpos generados por la infección con Covid-19. Será un producto ciento por ciento nacional.

“Esto demuestra que la profesionalización de la economía popular, que hoy está en discusión, es posible: podemos apuntar a generar avances innovadores, trabajar en ciencia y tecnología para ofrecer productos en cualquier parte del mundo”, dice Florencia Tiseyra. A los 26 años, carga sobre la espalda la dirección técnica de la empresa, que cuenta con otra planta de 7500 metros cuadrados en Villa Luro.

A contramano del mundo, el virus reactivó el trabajo en la cooperativa, que se reorganizó a partir de la pandemia para generar nuevos productos e incorporó asociados. En marzo, cuando crecía la demanda de barbijos al ritmo de los primeros contagios, consiguieron la habilitación para producir cosméticos. Aunque les faltaba algo clave: el capital para elaborar los insumos para enfrentar al maldito Covid-19. Para lograrlo, apelaron a la comunidad. “Proponemos cooperación para combatir al virus”, se lee aún en su web: con las donaciones recibidas empezaron a fabricar las primeras tandas de alcohol en gel.

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(Foto: Pedro Pérez)


Esa leyenda la ponen en práctica en el día a día. El área de control de calidad, por ejemplo, sirve para que otras cooperativas (Sport Tech, Brukman) o pequeñas textiles barriales puedan distribuir miles de barbijos. “Militamos por el movimiento y tratamos de ayudarnos entre todo el ambiente del cooperativismo”, dice Karina Rojas, mientras oficia de guía en el recorrido por el laboratorio. Con precisión de cirujana, en cada sector, la trabajadora de 38 años, siete de ellos en Roux Ocefa, explica el proceso productivo que ellos mismos diseñaron para llegar al punto en el que están ahora, el lote piloto de alrededor de mil test.

Las pruebas están siendo evaluadas en tres centros clínicos de La Plata y, a partir de ese informe, la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT) resolverá –en pocos días más– si habilita el registro del producto. “Nos tiramos a la cancha y fuimos creando nuestros procedimientos junto al equipo de garantía de calidad, la directora técnica y un ingeniero bioquímico”, agrega Karina.

— [20201031 – Historias del cooperativismo Farmacoop] not exists. —

El test de Farmacoop es el resultado de una alianza junto a Bamboo Biotech, empresa nacional incubada en el Conicet que se hizo cargo del desarrollo, y a Alimentos Proteicos, quien aporta la inversión financiera con la que, por ejemplo, trajeron maquinaria desde Estados Unidos. Debieron refaccionar la fábrica, construyendo un sector destinado a la producción de test. Bruno di Mauro, presidente de la cooperativa, fue uno de los que levantó las paredes de durlock del cuarto de humedad controlada, donde nunca puede ser superior al 30 por ciento.

“Esperamos por fin poder salir a la calle”, pide Tiseyra. En el mercado local ya hay otros dos laboratorios –Cassará, con el NEOKIT, y Chemtest, con el ELA Chemstrip–que comercializan test rápidos. La diferencia es que el producto de Farmacoop será completamente nacional, desde la materia prima y el desarrollo hasta su elaboración.

“¿Estás seguro que necesitamos 450 goteros? Creo que con 430 estamos”, sugiere Aylén Cuello. El mechón rubio que se distingue debajo de la cofia blanca, en medio de la cabellera negra, y su voz delatan su juventud: con 21 años, se sumó al laboratorio a los pocos meses de terminar la tecnicatura química del secundario. “Cuando recuperaron la planta no quedó personal técnico y yo fui la primera en sumarme”, repasa.

Desde enero, Farmacoop viene rearmando su equipo con la incorporación de bioquímicas y farmaceúticas. “Este año pudimos planificar incorporaciones en función de las necesidades y los proyectos”, explica Di Mauro, mientras prepara algunos de los 430 goteros bajo las indicaciones de Aylén. Del otro lado del vidrio, fuera de la zona blanca de producción de test, aparece Peri, quien recorre el predio desde 1983, cuando Roux-Ocefa era una compañía pujante con más de 500 empleados y 100 productos en el mercado. “¿Cómo es mi puesto? Eso, jefa de producción de cosméticos”, cuenta Edith Pereyra, que además es vocal de la cooperativa y cuya trayectoria en el laboratorio incluye administración, control del aire en áreas estériles y de frascos de suero. “Todas las decisiones pasan por Peri”, afirma Karina Rojas. Lo dice con orgullo, con esa confianza que generaron en medio del conflicto y los acampes. “Tenemos muchas ganas de recuperar nuestro trabajo y de progresar”, agrega Peri, sin separarse del cuaderno de tapa verde en el que organiza las actividades diarias. “La empresa emplea lo que para otras industrias sería desechable: acá hay un recién graduado o un farmacéutico de más de 50 años a quien no toman en ningún lado. Atando esas dos partes llegamos a cumplir con un proyecto muy ambicioso”, remarca Tiseyra, que entró al laboratorio el año pasado tras una breve experiencia profesional.

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(Foto: Pedro Pérez)

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(Foto: Pedro Pérez)


De la crisis a la oportunidad

A Farmacoop se le abrirá otro universo una vez que reciban la habilitación para comercializar el test rápido por inmunocromatografía: será una ventana para entrar al mundo de los test de embarazo, de dengue o algún otro virus que requiera un proceso similar para generarlo. Una forma de mejorar los ingresos de la cooperativa, y también, un modo de establecer otros criterios comerciales. Uno de los propósitos del laboratorio es que la venta al público sea a bajo costo. “Consideramos inmoral la especulación en tiempos de emergencia”, señalan los cooperativistas. Aunque el objetivo no es fácil. En general, abundan los sobreprecios. O bien, empresas fuertes que fijan precios incluso por debajo del costo para asfixiar a la competencia. “Lo que te das cuenta es que hay un montón de costos reales y otras cuestiones en las que los empresarios lloran. Si organizás bien la producción, puede haber precios más accesibles”, reflexiona Di Mauro.

Hay una frase que describe las reglas de los grandes jugadores farmacéuticos: compran por tonelada y venden por miligramo. “La ganancia en una de esas compañías es para el lujoso costo de vida de ciertos empresarios burgueses, y eso acá no está”, resume el presidente de Farmacoop, que este año recibió el programa Recuperar, del Ministerio de Desarrollo Social, para comprar maquinaria de control de calidad. 

“Hoy tenemos muchas cosas y antes teníamos que esperar demasiado”, dice Aylen Cuello para describir la coyuntura de Farmacoop. Y Peri se emociona cada vez que recuerda la historia de la empresa. Quiere evitar las lágrimas. Enfila para otro sector de la fábrica que está por sumar otro aporte para vencer a la pandemia. “El que abandona no tiene premio”, se lee sobre la espalda de su chaleco negro, el del laboratorio en modo recuperado.  «

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(Foto: Pedro Pérez)

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(Foto: Pedro Pérez)


Un fallo judicial y la crisis sanitaria que no espera

Fundado en 1935 por Julián Augusto Roux, el laboratorio Roux-Ocefa fue el primero del país en producir sueros, llegó a tener un área de divulgación científica y académica, y fue pionero en diversos desarrollos tecnológicos. Pero la administración de los herederos de Roux lo llevó al concurso de acreedores y a la quiebra.

Las y los trabajadores lograron recuperar y poner en valor a la empresa luego de una larga lucha que terminó con la decisión del juez comercial Sebastián Sánchez Cannavó, en abril del año pasado, cuando reconoció a la cooperativa como continuadora del laboratorio y garante de la “conservación de los puestos de trabajo”.

Desde entonces, la farmacéutica reparó o compró maquinaria, refaccionó las dos plantas y la Anmat habilitó a Farmacoop como operador logístico para elaborar cosméticos. Pero queda un asunto pendiente: el Juzgado Comercial Nº 16, a cargo de Fernando D’Alessandro, debe definir la autorización judicial para producir los test de Covid. La cooperativa exige que lo resuelva en carácter de urgente, acorde a las necesidades de la crisis sanitaria, en la que Farmacoop tendría un rol clave.