«El éxito es difícil de compartir, porque es difícil de comprender. Y más en nuestro país, donde todos creemos saber y comprender todo, acerca de todo, aun sin tener idea de nada», dice Mauricio Dayub en el prólogo de Siete personajes en busca de un Toc Toc. La historia de la comedia más vista de la Argentina de los últimos 25 años (Ediciones B), el libro que escribieron a dúo Carlos Ulanovsky y Hugo Paredero. Ambos autores confiesan padecer muchos de los síntomas del Síndrome Obsesivo Compulsivo (TOC) que se describen en Toc Toc, la obra del francés Laurent Baffie que fue un éxito internacional y que en la Argentina va por la octava temporada en el Multiteatro, tiene un elenco paralelo que recorre el país desde hace cinco años y fue vista por más de un millón y medio de personas. La prueba flagrante del TOC que sufren Ulanovsky y Paredero es el libro mismo, en el que no sólo intentan explicar lo inexplicable, sino que, además, lo hacen de manera obsesiva sumando más de 50 entrevistas a actores, actrices, productores, técnicos, al autor francés, a la directora Lía Jelin, al adaptador argentino Jorge Schussheim e incluyendo las explicaciones del licenciado en Psicología Pablo Zunino, también hombre de teatro. Como si no bastara el acopio compulsivo de material, se encargaron de especificar meticulosamente quién de los dos hizo cada entrevista, por qué vía, en qué lugar y en qué fecha.   

Quizá la neurosis obsesiva sea un elemento indispensable para hacer una buena investigación periodística. ¿Quién que no sea un maniático absoluto puede lanzarse a la tarea de atrapar las razones del éxito? Por eso, a estos dos verdaderos detectives de sucesos teatrales dan ganas de gritarles: ¡No se curen nunca!

–¿De dónde proviene la pasión de cada uno por el teatro?

Hugo Paredero: –Conocí el teatro por el circo. Siempre viví en pueblos de la provincia de Buenos Aires porque mi padre era ferroviario y lo iban trasladando. En esos pueblos había circos y en los circos criollos en la segunda parte de la función había una obra de teatro. A mí lo que me gustaba era eso. En la primera parte miraba a los payasos, los trapecistas, los leones, pero yo esperaba la obra de cada noche. Ahí conocí el teatro y lo amé. Después intenté ser actor y estudié. Hice algo como actor en La Plata y después acá, nada inolvidable, obviamente. Pero mi amor por el teatro siguió creciendo y en una época creció aun más que mi amor por el cine, al que he dejado muy abandonado. Tampoco soy un bicho de Netflix. Me cuesta mirar series, veo un capítulo y son 20 y digo «¡No, no! La vida es corta» y me rajo. El teatro, en cambio, siempre me da una ilusión. Pero así como te digo que es el mejor lugar para ser feliz, también te digo que cuando te aburrís puede ser el lugar más desolador del mundo. 

Carlos Ulanovsky: –Cuando yo tenía diez años estudiaba piano en el Conservatorio Williams de Floresta. Un día fueron a hacer eso que ahora se llama «casting», buscando chicos y chicas para una obra de teatro infantil. Vaya a saber por qué, me eligieron. Era gente de una vieja actriz que se llamaba Angelina Pagano pero que iba en nombre de la Fundación Eva Perón. Y de pronto, este chico de Floresta tuvo que ir todos los días desde ese barrio al centro, al Teatro Colón para ensayar la obra El sueño de Pelusita, donde hacía de capitán Botas. Fue una sola función en el Colón auspiciada por la Fundación Eva Perón y con la presencia de Perón en uno de los palcos. Eso fue para mí debut y despedida.

HP: –¿No querías que encasillaran? (risas)

CU: –No, pero no sé por qué mis viejos no me mandaron a estudiar teatro o nadie dijo: «Che, este pibe tiene condiciones». Siempre recuerdo con mucha claridad cuando fui por primera vez a la calle Corrientes, al Teatro Astral, a ver Cuando los duendes cazan perdices. Una vez cada tanto mis viejos iban al teatro y nos llevaban a mi hermano y a mí. Una de las cosas que más me fascinaban eran las escenografías, en especial las realistas y, dentro de las realistas, las de Mario Vanarelli. Eso de reproducir un cacho de la ciudad me resultaba fantástico. Ya como periodista, me tocó de entrada hacer temas culturales y de espectáculos. El momento en que trabajé en La Opinión coincidió con el auge del café concert, así que iba mucho a ver ese tipo de espectáculos, pero también hacía cosas de teatro. En mi trabajo en la radio mi contacto con el teatro fue permanente. Por otro lado, hay una convicción que comparto con Hugo: como gente de radio, no invitamos a nadie si no vimos antes la obra que está haciendo.  

–Carlos, vos fuiste el que le propuso a Hugo hacer un libro sobre Toc Toc. ¿Cómo surgió la elección?

CU: –La vi cerca de la fecha del estreno y luego, como mi pareja no la había visto, volví a verla con ella. Pero lo que me puso frente a los ojos la posibilidad de que fuera un libro fue la noticia de que se había convertido en la comedia más vista en los últimos 25 años en la Argentina. Ahí dije: «Che, me parece que esto es un libro». Es una obra que ya superó a Brujas y otras comedias. En la Argentina está en su octava temporada, hay un elenco en gira y la vio más de un millón y medio de espectadores.

HP: –Y ya tiene firmada su novena temporada.

CU: –Con todo eso me dije: «Esto es un fenómeno», escribamos el libro». Tuvimos suerte. Lo hablamos con Sebastián Blutrach, que es uno de los coproductores, y él nos alentó muchísimo. 

–¿Cómo organizaron ese material? ¿Los capítulos surgieron a partir de él o fue a la inversa?

HP: –No, ya teníamos los capítulos y trabajamos con los cuestionarios armados para todos. Tuvimos la suerte de dar con gente muy colaboradora, muy facilitadora. 

CU: –Sí, tanto los actores como los técnicos y productores habían reflexionado mucho sobre lo que había pasado con la obra. Melina Pretriella, María Fiorentino, Diego Gentile… todos habían pensado sobre el fenómeno, especialmente Mauricio Dayub, que lo había pensado al punto de que cuando terminamos el libro nos pareció que uno de sus textos era un prólogo.

–¿Por qué eligieron tener una palabra en el campo de la Psicología como Pablo Zunino?

HP: –Porque nos gustó que fuera psicoanalista, crítico, amante del teatro –productor, autor y actor– y supiera mucho de la cuestión. Nos parecía que esa mirada «científica» de alguien con mucho humor y de comunicación blanda iba a sumar. 

–Una de las cosas que plantea Zunino es la medicalización de la vida, el diagnóstico de casi todo como enfermedad. Pero todos tenemos algún TOC sin ser enfermos.

CU: –Creo que la obra es oportuna y, en algún sentido, oportunista, como para instalar un tema que el público reconoce enseguida. Al terminar la obra la gente comenta cosas como: «Ah, la que repite todo sos vos» o «El que no quiere pisar las rayas soy yo». 

–¿Que TOC tiene cada uno?

CU: –Yo soy un tipo muy obsesivo y muy del orden. No me puedo sentar a escribir lo que sea sin antes organizar o admitir una serie de rituales. Por ejemplo, haber leído todo o imaginar que tengo toda la información sobre el tema. Voy y vengo, voy y vengo hasta que digo «bueno, chau, ya está», y escribo. Además, soy súper ordenado en mi vida. Tengo mucho trabajo y, sin embargo, trato de darle un rato a cada cosa. 

–¿Sos de los que ordenan el placard por los colores de la ropa?

CU: –No, tanto no, pero como soy daltónico, sí tengo ordenadas por color las medias. Tengo bolsas que dicen negra, azul, gris (risas).

–¿Y vos, Hugo?

HP: –De los seis pacientes de Toc Toc  me identifico con todos en distintos grados. Algunos TOC los superé o los postergué un poco. Lo importante es que con la risa y con la identificación que provoca la obra se desvanece la idea de enfermedad.

CU: –Algo gracioso de la entrevista que le hicimos a Baffie vía correo electrónico es que dijo que no pudo ver la obra en ningún lugar porque le tiene miedo a volar, pero tiene la esperanza de curarse.

HP: –Le gusta saber que en la Argentina su obra tiene un éxito tan descomunal y que Buenos Aires sea una ciudad tan psicoanalizada, con tantos pacientes y profesionales. 

–¿Qué fue lo que más les gustó de hacer el libro?

CU: –La sinceridad de los entrevistados. Además de sinceros fueron muy reveladores. Pero, sobre todo, me gustó que me sirvió para aclarar cosas que tienen relación con esos dos impostores, como dice Kipling, que son el éxito y el fracaso. Casi nadie veía el potencial de la obra, creían que iban a pasar los tres meses de contrato y que se iban a la casa, que iba a ser un fracaso.

HP: –Los que sí creían eran Lía Jelin y Carlos Rottemberg.

–María Fiorentino dice que una obra como Toc Toc es un golpe al ego porque el actor sabe que va a funcionar no importa quién la haga. 

CU: –También Dayub dice algo interesante respecto de eso y es que ellos hubieran querido ser los actores de la gira, pero no hubo posibilidad porque era tal el éxito en Buenos Aires que no se podían ir de aquí y los productores decidieron formar otro elenco que saliera de gira. 

–La obra es un fenómeno sobre el que se puede tratar de razonar, pero que no se pudo prever.

HP: –Claro, uno sólo puede hacer aproximaciones. 

CU: –Existía un antecedente y es que la obra anduvo bien en Francia, en Madrid y Barcelona, en Perú es un éxito, en Colombia anduvo bastante bien. En España la vieron cerca de dos millones de espectadores. 

–De todos modos, el éxito y el fracaso son imprevisibles.

CU: –Sí, por eso a mí el éxito de la obra me confirma algo que siempre pensé, que los éxitos no se buscan, sino que vienen solos y, si no vienen, es porque no tienen que venir. Eso me tranquilizó muchísimo. 

HP: –Y hay que agradecérselo siempre al público porque es el que tiene la clave para decidir en qué se transforma una obra, si en un éxito o en un fracaso. Hay que enfrentarse a la impostura del éxito, como dice Kipling, y adaptarse a eso lo más frescamente posible porque es una provocación muy grande al ego, a la capacidad de trabajar en equipo, al reencuentro con la propia herramienta de expresión.

El irresistible poder de la risa

–¿Cuál es la importancia de la risa? 

CU: –Hace poco fui a ver a Wainraich. Sin analizar el espectáculo, el balance que hago es que me reí no menos de 50 veces y salí transformado, distinto de como había llegado. Lo mismo me sucedió con TocToc, en la que con frecuencia hay situaciones que te hacen reír y que bajan el compromiso dramático. Yo agradezco la risa, siempre. 

UP: –Yo también. La risa me parece un capital cada vez más valioso, por lo que provocarla es algo magnífico. Fellini decía que los actores cómicos deberían ser declarados benefactores de la humanidad. Estoy cerca de ese sentimiento suyo. A la gente que te hizo reír alguna vez no la olvidás más. La risa se atesora porque es una gran carga de energía que, cuando la liberás, también te liberás. No digo que te transforma la vida para siempre, pero por un rato sí te la transforma, te reedita o, como dicen ahora los informáticos, te reconfigura. 

CU: –Es un remedio infalible.

HP: –Sí, así decía Selecciones de Reader´s Digest, «la risa, remedio infalible». 

-Pero también una obra que se convierte en un gran éxito a través de la risa puede convertirse en una prisión de la que es difícil salir. Algo de eso decía María Fiorentino.

HP: –Sí, lo mejor puede convertirse en lo peor.

CU: –Y lo que deben haber sentido los que les dijeron no a Toc Toc, como Roberto  Carnaghi, Daniel Veronese, Alejandra Flechner, Osvaldo Santoro. Algunos se arrepintieron y otros no. Veronese sigue diciendo: «Yo la hubiera hecho pésimo porque no tenía nada que ver con mi sentido del humor».

HP: –La risa es una droga para los actores, a veces porque la esperan o a veces porque los sorprende. Pero en Toc Toc nunca pueden superar el tiempo estipulado de duración porque Lía hizo una puesta aritmética, la obra tiene que durar una hora cuarenta minutos.  «