CAPÍTULO 1: MEMORIA

Para terminar

con el país amnésico

El 4 de agosto de 2006, Julio Héctor Simón, ex suboficial de la Policía Federal, conocido por sus víctimas como El Turco Julián, fue condenado a 25 años de prisión por secuestro y tormentos a José Poblete y Gertrudis Hlaczik e inhabilitación absoluta y perpetua. El torturador del centro clandestino El Olimpo, también fue considerado responsable del ocultamiento de la hija del matrimonio: una beba de ocho meses que fue apropiada por Ceferino Landa, integrante de la estructura de inteligencia del Ejército, y que recuperó su identidad en febrero de 2000.

Fue la primera condena por delitos de lesa humanidad, luego de 20 años de impunidad. La que inició el camino, después de la anulación de las leyes de perdón. José Poblete desapareció el 28 de noviembre de 1978. El mismo día de su secuestro, la policía de la provincia de Buenos Aires se llevó a Gertrudis Hlaczik y a su hija Claudia Victoria, de la casa de Guernica. Los tres fueron trasladados a El Olimpo. José fue un técnico tornero chileno, que perdió sus piernas en un accidente ferroviario. Fundador del Frente de Lisiados Peronistas, militante de la Unión Nacional Socio-Económica del Lisiado y Cristianos para la Liberación.

En diciembre de 2010, Simón fue condenado a prisión perpetua por crímenes de lesa humanidad cometidos en los centros clandestinos de detención Club Atlético, El Banco y El Olimpo. El Tribunal Oral Federal 2 unificó en una pena única la primera condena a 25 años. Entre 2006 y 2020, hubo casi 600 condenados sobre cerca de mil procesados.

ATENEO JUAN

DOMINGO PERÓN

1983. El regreso de la política después de haberse tuteado con la muerte significaba esperanza y libertad. Búsqueda de militancia herida, desperdigada entre cárceles y exilios. Democracia en el horizonte quería decir vuelta al pago desde muy lejos.

Pero era necesario retroceder casi 30 años para entender el significado del presente. El bombardeo de junio del ’55, el golpe de Estado de septiembre y los fusilamientos del año siguiente condenaron al peronismo a un cuarto de siglo de clandestinidad, en dos etapas. Solo casi tres años de gobierno y una primavera de 49 días quebraron por un rato la intención de la proscripción eterna.

El 22 de marzo de 2007, Kirchner recibió en su despacho a Juan Carlos Livraga, uno de los sobrevivientes de la masacre de los basurales de José León Suárez, ocurrida en junio de 1956 (34 asesinatos de civiles y militares). La foto en el sillón presidencial del fusilado que vive, que inspiró Operación Masacre (Rodolfo Walsh), fue un acto reparador que esperó poco más de medio siglo.

Al año siguiente, se cerró el círculo de la reparación histórica. El 16 de junio de 2008, Cristina inauguró el monumento a los caídos en el bombardeo de Plaza de Mayo, de la artista plástica Nora Patrich. Nacida en Florida (Vicente López) y discípula de Ricardo Carpani y Julio Martínez Howard, formó parte del grupo Espartaco y se sumó a la militancia peronista estudiantil, después integró las Fuerzas Armadas Revolucionarias y finalmente formó parte de Montoneros.

Compañera de Horacio Roberto Machi, quien formó parte de la conducción nacional de la Juventud Universitaria Peronista y cayó en combate el 1 de marzo de 1977. En mayo de 2005 el presidente Néstor Kirchner recibió una carta de Lililana Bacalja, hija de José Mariano Bacalja, víctima del bombardeo: Yo soy la menor, Liliana, el 6 de marzo pasado cumplí 51 años y este año es más relevante para mí. Son 50 años sin mi padre y desde el ‘55 a la fecha ningún gobernante sentado en el sillón de Rivadavia rescató lo trágico de esa Plaza y lo integró a la historia. Desde ese momento, el presidente Néstor Kirchner, junto al Secretario de Derechos Humanos Eduardo Luis Duhalde, impulsaron el monumento.

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La Libertadora y diciembre del ’83 fueron las terminales de una línea de tiempo que primero fue escenario de 18 años de exilio y que en el último capítulo, volvió a pegar con toda crueldad a través de 7 años de muerte. El peronismo escapó del destino escrito por sus enemigos, a partir de la rebelión del Gral. Valle y los fusilamientos de 1956. Después, fue Resistencia en las fábricas, cuando ante la ausencia de partido, el movimiento obrero se transformó en el eje institucional de la pelea.

Padeció las obligadas ausencias electorales del ’58 y el ’62, volvió a ponerse de pie luego del frustrado retorno de 1964 y sobrevivió a los intentos por asesinar al ex presidente en el exilio. El peronismo sin Perón, el trasvasamiento generacional, la juventud maravillosa, el cadáver de Evita, los fusilamientos de Trelew y un movimiento cada vez más multifacético. Pero a pesar de propios y extraños, de lealtades y traiciones, en noviembre del ‘72 el General volvió a pisar suelo argentino después de 17 años y 52 días. Seis meses después, Cámpora se transformó en el nuevo presidente de los argentinos. La militancia creyó que algunas pesadillas, habían terminado para siempre..

Regresaron y las calles

se llenaron de muerte

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1983. El sur del país vivía su traumática posguerra. En cada rincón de la Patagonia atlántica, Malvinas había sido un enfrentamiento de carne y hueso. Para gran parte del resto del país, la historia real se transformó en un programa de televisión que duró dos meses y medio. Un relato ficcional que hablaba de barcos hundidos, que en realidad gozaban de buena salud. Triunfos imaginarios contados por los voceros de la decadencia del régimen, hasta que la verdad regresó con su crudeza cotidiana.

14 de junio de 2007. El día en que se cumplieron 25 años de la rendición argentina en Malvinas, Néstor señaló que los británicos podrán haber ganado una batalla, pero nunca podrán ganar la razón. Dos días antes, Margaret Thatcher dijo que, para Gran Bretaña, Malvinas era una causa justa. Quiero decirle a la señora Thatcher que nos podrá haber ganado una batalla, porque pertenece a una potencia poderosa, pero que nunca nos va a ganar la razón y la justicia de que las Malvinas son argentinas y que por la paz volverán a ser argentinas, dijo Kirchner en la inauguración de un centro deportivo en Tres de Febrero. Fue una victoria colonial, realmente inaceptable ante los ojos del mundo, subrayó Néstor. En las islas se masacró a chicos y a oficiales argentinos que pelearon por la soberanía.

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En los meses previos a los soñados comicios de octubre, en el Ateneo Teniente General Juan Domingo Perón de Río Gallegos, un hombre desde el llano le hablaba de justicia a sus compañeros. Había decidido militar para gobernar. Era voz minoritaria ante una cúpula nacional que prometía dejar con vida la autoamnistía del General Bignone. El hombre empujaba a soñar. Esa noche habló el estudiante universitario. Gritó por los que habían sido condenados al silencio eterno, sin saber que dos décadas después, él mismo iba a terminar con las leyes de perdón para cumplir lo pactado.

Presentado por Cristina: Compañeras y compañeros. Habla el presidente del Ateneo. El compañero Néstor Carlos Kirchner. Los bombos recibieron al Flaco, mientras el grito de ¡Lupin!, ¡Lupin!, ¡Lupin! copaba el lugar. Saludó con el brazo izquierdo y se permitió una sonrisa abreviada. Sabía que estaba en la previa de un momento fuerte, con la interna a la vuelta de la esquina y preparaba palabras filosas en el tono justo, una especialidad de la casa: Hoy llegamos a este plenario convencidos que somos los depositarios de la moral justicialista, en el peronismo de la provincia. Si bien nos duele que en el peronismo de Santa Cruz haya tres listas, también nos llena de orgullo ser la única opción peronista donde no hubo acuerdos espúrios, roscas o negocios políticos.

Lo interrumpió el primer aplauso y el grito de ¡Ateneeeeo, ateneeeeo! Cuando nacimos un lejano 24 de noviembre de 1981 –retomó el orador–, dijimos, compañeros, a lo largo y a lo ancho de todo Santa Cruz, que aquellos que estuvieron antes y nada hicieron no van a volver nunca más; porque vamos a poner nuestra conciencia y nuestro pecho peronista para que ello no suceda. El aplauso unánime pasó a bancar el grito desafiante: Lo vamo’ a reventar, lo vamo’ a reventar.

El movimiento del brazo izquierdo de Néstor acompañaba cada palabra, como un látigo que enderezaba la traición: Es vergonzante que haya campañas multimillonarias en el peronismo, mientras el pueblo está pasando hambre, desocupación y están vivas las heridas de la represión que ensangrentó a toda la Argentina. Otra vez la militancia: ¡Lupin!, ¡Lupin!, ¡Lupin! e inmediatamente después, el grito para marcar la procedencia en la disputa por el futuro: Si este no es el pueblo, el pueblo donde está.

El líder desafió al aparato y prometió una victoria en la interna, como la del 24 de febrero de 1946: Con tiza y carbón.

«Nosotros, compañeros, siempre repudiamos a la dictadura militar. Siempre dijimos que Videla, Massera y Agosti y todos los sinvergüenzas que vinieron después iban a ser sentados en el banquillo de la justicia constitucional, para que respondan ante tantos abusos y crímenes cometidos. Su palabra encendió la mecha de un himno de aquella banda de sonido militante, de principios de la década del ’80: Se va a acabar, la dictadura militar».

Habló para adentro, pero los ecos también se escucharon afuera: Están haciendo la campaña electoral, prometiendo y repartiendo puestos. Son vulgares mentirosos, compañeros, porque este país ha sido robado, acá no hay nada para repartir. Acá lo único que hay que hacer, es poner el pecho para nuestra querida patria. Nos parece vergonzante, que se quiera repartir las miserias que tiene nuestra patria. Hay que salir a reconstruir a este pueblo argentino.

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Julio de 2003. Probamos con el perdón y fracasamos. Probamos con el olvido y fracasamos. Probemos con la justicia. Néstor regresaba de Estados Unidos, luego de visitar a Bush en la Casa Blanca.

En vuelo recibió el pedido de Baltasar Garzón: extraditar a 46 militares argentinos. El juez español reiteraba el pedido realizado en diciembre de 1999 y demorado en el Ministerio de Relaciones Exteriores argentino. Kirchner le ordenó a Alberto Fernández que Zannini derogara el decreto de De la Rúa que lo impedía. Para Néstor no existían matices: eran juzgados en la Argentina o se autorizaba la extradición para que se puedan tramitar los procesos en el exterior. Pero por supuesto, el Flaco se disponía a jugar muy fuerte para que nuestro país dejara de ser un reino de impunidad para genocidas.

La solicitud del juez español apuró la derogación de las leyes de perdón y con esta máxima, el presidente marcó el rumbo de su gestión en materia de derechos humanos: juicios por pactos de silencio y condenas por impunidad.

El 17 de diciembre de 2001, cuando a la Alianza le quedaban 48 horas de vida, De la Rúa aportó con el Decreto 1581, su granito de arena al legado de su familia política: En los pedidos de asistencia judicial o extradición de tribunales extranjeros, la Cancillería argentina los rechazará porque son hechos ocurridos en el territorio nacional o lugares sometidos a la jurisdicción nacional.

El cuñado del senador vitalicio convertido en Presidente, era el contraalmirante Basilio Pertiné, agregado militar en Estados Unidos durante la última dictadura y luego en la década del ’80. El texto ordenaba que todos los pedidos de extradición, formulados por tribunales extranjeros en causas sobre violaciones a derechos humanos cometidas en el país, fueran rechazados, mientras que las solicitudes de arresto provisorio se enviarían al juez competente.

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10 de junio de 2003. México autorizó la extradición a España del ex oficial argentino Ricardo Miguel Cavallo, reclamada desde hacía tres años por Baltasar Garzón. Estuvieron cara a cara 19 días después: Usted no está aquí como militar de su país, sino como presunto genocida, dijo el juez. Por primera vez, un país pretendía juzgar crímenes contra la Humanidad cometidos en otro Estado, en nombre de la justicia universal. Enero de 2006: La suma de las penas por cometer 7 asesinatos, 152 casos de lesiones y 407 secuestros, torturas y desapariciones en la ESMA, englobados como genocidio y terrorismo totalizan 17.000 años de cárcel. Esa es la condena que pidió la fiscal de la Audiencia Nacional de España, Dolores Delgado, para el represor Ricardo Miguel Cavallo, preso en una cárcel común en las afueras de Madrid, desde junio de 2003.

A principios de julio de 2003, el Gral. Martín Balza arremetió con una declaración sobre el caso Cavallo que pintó de cuerpo entero el nuevo tiempo: No asumimos como país la responsabilidad de juzgarlo.

El 25 de julio de 2003, 41 represores, pedidos por Baltasar Garzón a Canicoba Corral, quedaron a disposición de la justicia, con extradición a la vista. Se iniciaba, en Buenos Aires, un proceso legal que podía ser muy largo. Entre ellos, apellidos como Bussi, Astiz, Lambruschini y Anaya.

Otros ya estaban en prisión: Videla, Massera, Suárez Mason y Lami Dozo. Kirchner derogó, el 25 de julio, el decreto-De la Rúa que disponía el rechazo de cualquier pedido de extradición de militares y cinco días después, planteó su deseo de juicios en la Argentina. El 1 de septiembre, Canicoba Corral dispuso la liberación de los militares detenidos, porque España finalmente no pidió la extradición. Videla, Massera y Suárez Mason siguen presos acusados de robos de bebés.