«Pertenecí al Cuerpo Comando del Ejército como técnico en armamento y explosivos. Y usted entenderá que he tenido mis conflictos de conciencia porque, si bien el sentido patrio me enorgullece, yo predico la paz y el amor», dice el pastor Carlos Belart, cordobés, fundador del ministerio Cita con la Vida, una iglesia evangélica que surgió en Argüello Norte, un barrio humilde de Córdoba, que ha crecido exponencialmente y durante los cuatro días de la Semana Santa viene llenando el Orfeo Superdomo de la capital mediterránea con un Congreso Internacional de Jóvenes, titulado «Imparables». Pero el «anhelo de inculcar valores, de involucrarse con la sociedad», como explica el pastor a Tiempo, los animó a ir más lejos. Y llegaron a la pantalla grande, a través de una verdadera superproducción, con un despliegue inusual para el cine nacional. Cita con la Vida Emprendimientos Audiovisuales es la productora detrás de Soldado argentino solo conocido por Dios, la película sobre la guerra de Malvinas estrenada el pasado 6 de abril, que recibió un formidable apoyo logístico del Ministerio de Defensa y es –en las antípodas de Iluminados por el fuego– el relato heroico que mejor cuaja a los ojos de los altos mandos de las Fuerzas Armadas. ¿Qué une a este movimiento pentecostal en auge con Malvinas? En parte, la historia del propio Carlos Belart, que se define como «combatiente».

Movilizado durante el conflicto del Atlántico Sur, no viajó a las Islas pero estuvo en Comodoro Rivadavia y Río Gallegos. Ya era hincha de Instituto y evangelista. Recuerda que entró por primera vez a un templo en el ’74, el día que murió Perón, y salió cantando «Cristo rompe las cadenas». En su página web revela que «siendo militar recibió el llamado a la obra del Señor», y que durante un tiempo «compartió su profesión con su vocación, pero esta fue más fuerte y comenzó a vivir la aventura de la fe». Eso fue después de la guerra: todos los sábados se subía a un cantero en la Peatonal de Córdoba y predicaba. Hoy mueve montañas de gente. Cita con la Vida tiene dos grandes auditorios en la ciudad, 27 iglesias «satélite» en toda la provincia, otras siete en el resto del país y misiones en Barcelona, Cancún, Chimbote (Perú) y Louisville, Kentucky.

Más que el pasado castrense del pastor, el factor desencadenante fue la pasión por el cine de su hijo mayor, que tenía cinco años en el ’82. «Hacían cortos, vinieron con ese proyecto y bueno, desde el ministerio aportamos el apoyo espiritual, como se dice hoy, el aguante», explica Belart. Juan Carlos, el hijo, y su colega Rodrigo Fernández Engler, el director de Soldado…, también miembro, desde niño, del movimiento evangélico, y que ya había hecho un film sobre las islas –Cartas a Malvinas, con Víctor Laplace–, llevaron en 2011 el guión al INCAA, que les otorgó un subsidio. «Después vino un préstamo del gobierno de Córdoba, el incalculable aporte que hicieron las FF AA –que nos prestaron barcos, anfibios, helicópteros, extras– y otros aportes privados», enumera Juan Carlos, entre estos de Turner y Rhuo, el grupo que adquirió OCA y fue denunciado por la AFIP por evasión fiscal. Para entonces ya se trataba de una coproducción entre Cita con la Vida y Midú Junco, la productora de Julio Midú y Fabio Junco, los organizadores del Festival de Cine con Vecinos, de Saladillo. «Y nos metimos de cabeza en esto. Pero la película no es de la Iglesia, la Iglesia la presenta. Nosotros, en lo personal, nos endeudamos, tuvimos que hipotecar una casa. Pero bueno, tuvimos fe en Dios. Y Dios abre puertas».
De hecho, Dios abrió una puerta decisiva para lo que hoy es un considerable éxito de taquilla. «Era mayo de 2015, habíamos quedado mal económicamente. Y ahí apareció la Fundación Criteria y nos compraron la mitad de la película», cuenta Fernández Engler, el director.

Compañía de Comandos 602

Criteria es un proyecto flamante. Se inscribió como fundación en la Inspección General de Justicia en diciembre de 2015 y obtuvo personería jurídica a fines de 2016. Se define como una entidad «políticamente apartidaria» cuyo fin primordial es trabajar por la «Seguridad Humana», concepto complementario de la acción del Estado «en su irrenunciable responsabilidad de procurar y proveer seguridad en su concepción tradicional». Su primera actividad conocida fue el periplo de ocho expedicionarios argentinos al Polo Norte, en abril del año pasado, para llamar la atención sobre el calentamiento global.

El director ejecutivo de Criteria es el general Mauricio Fernández Funes, retirado del servicio activo del Ejército y veterano de Malvinas. «Tomamos contacto con Rodrigo Fernández Engler cuando la película ya estaba rodada. Lo que expresa coincide con los valores de nuestra institución: los excombatientes constituyen un colectivo social vulnerable que merece ser atendido, así que no lo dudamos y nos convertimos en coproductores del film», explica Fernández Funes, maravillado por el «corazón malvinero» de los jóvenes productores y actores de Soldado…

En Malvinas, Funes fue capitán de la Compañía de Comandos 602, la unidad de fuerzas especiales al mando del entonces mayor y luego teniente coronel «carapintada» Aldo Rico. Su nombre sonó en marzo de 2004 como uno de los altos mandos que habrían pedido el pase a retiro luego de que Néstor Kirchner ordenara bajar los retratos de los represores del Colegio Militar, pero en rigor se retiró con el cargo de general en 2006. Gran aficionado a los deportes ecuestres, pasó la siguiente década como director ejecutivo de la Asociación Argentina de Polo.

«Mi experiencia en Malvinas –cuenta a Tiempo el director de Criteria– estuvo signada por nuestra condición de comandos. He podido apreciar el desempeño del soldado común, en incontables actos de heroísmo. Esto tiene que empezar a contarse. Esta película es una enorme oportunidad para hablarle a la sociedad. Tiene muchos méritos artísticos, sin duda, lo que se ve en términos bélicos está muy bien representado. Pero también se muestra la relación mando-obediencia, soldado-oficial, de un modo muy respetuoso en la medida en que no tiene banderías políticas ni ideologías. Ahí está la exaltación del coraje, con derecho propio lo digo».

En efecto, en Soldado argentino solo conocido por Dios se luce el crudo realismo de las escenas bélicas, y no hay ideología. En cualquier caso, los fusiles no se traban y los soldados no son estaqueados por sus superiores. A la avant premiere en Cinemark Palermo, condimentada con un desfile del Regimiento de Patricios en la esquina de Beruti y Bulnes, asistieron muchos excombatientes, la plana mayor de las Fuerzas Armadas y el propio ministro de Defensa Julio César Martínez, además de otros personajes de armas tomar como el exsecretario de Seguridad Sergio Berni. Días antes del estreno, los productores invitaron a Aldo Rico a una función privada. «Ustedes hicieron algo mucho más ambicioso, mucho más profundo que filmar una película bélica. Yo los felicito y les agradezco», les dijo el hombre que hace exactamente 30 años se alzó contra la democracia. «

«No es casual que la épica de las balas reaparezca en este contexto político»

«Queríamos hacer una película sobre Malvinas, pero con otra mirada, ni mejor ni peor, distinta. No es un panfleto ni una propaganda. El Ejército y la Marina nos ayudaron pero fueron muy respetuosos con la película, que tiene una crítica hacia las instituciones, sobre todo en cómo se retrata la posguerra», dice el director Rodrigo Fernández Engler. Como sea, Soldado… inaugura un nuevo modo de filmar Malvinas, donde no están la dictadura genocida ni las torturas a conscriptos, sino el culto al heroísmo. Habla del dolor por la falta de reconocimiento a los excombatientes en la posguerra, pero se centra sobre todo en la historia del soldado que pelea «hasta agotar la última munición», «hasta convertirse en leyenda».

El título de la película es el de las inscripciones en las lápidas del cementerio de Darwin, y lo que gritaban a voz en cuello los familiares de caídos que escracharon a los miembros de la Comisión Provincial de la Memoria (entre ellos el premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel y Nora Cortiñas, de Madres de Plaza de Mayo) que viajaron en marzo a las islas para reclamar la identificación de los restos de los 123 combatientes allí enterrados.

Para Ernesto Alonso, integrante del Centro de Ex Combatientes Islas Malvinas (CECIM) y de esa comitiva, «no es casual que este relato de la guerra sagrada que no se puede discutir, resaltando la épica de las balas y negando toda posibilidad de que avance la verdad, reaparezca ahora. Este ensalzamiento del heroísmo enlaza con el discurso negacionista del gobierno. Pero a partir de la desclasificación de los archivos de Malvinas, se acaban los mitos. Las personas que nos escracharon dicen que en Malvinas no hay NN: llámenlos como quieran, pero hay un proceso que no tiene vuelta atrás y va a garantizar el derecho a la identidad. Reconocemos que quienes murieron en Malvinas fueron héroes, dejaron sus vidas allá, pero todos sabían de las torturas, todos sabían lo que pasó en Malvinas».