Antes del desayuno, un proveedor sortea las preguntas de seguridad para ingresar a la Casa Rosada. Los pasillos son transitados por personal con bandejas y rumores. El clima es tenso y pronto se pondrá mucho peor: durante una conferencia de prensa estallará la noticia de un chantaje por fondos de campaña. Así empieza la película La Cordillera, de Santiago Mitre, y la historia del presidente Hernán Blanco (Ricardo Darín), envuelto en un caso de corrupción que lo liga a su yerno y con quien su hija, Marina (Dolores Fonzi), atraviesa una crisis.

A modo del juego visual de «descubra las cinco diferencias», durante los últimos días, tuiteros del espectáculo viralizaron imágenes del presidente protagonizado por Darín en idéntico gesto al mandatario Mauricio Macri. Días atrás, en conferencia de prensa, Darín había admitido que durante el rodaje debieron cambiar ciertas posturas para evitar parecidos cercanos al subrayado. En cuanto a los contenidos, Fonzi anunció a la prensa que «en el cine no hay grieta». Además, advirtió que cualquier parecido con la realidad no obedece al oportunismo sino que son formas de talento, inteligencia e investigación del director. Mitre, por su parte, contó que creció en un hogar signado por la política y la lectura de los diarios: «La política nacional es explosiva», explicó y por esto «es imposible estar detrás de una noticia. La Cordillera es una ficción con núcleo propio» para la cual el director necesitó entrevistar a un expresidente e, incluso, viajar a una cumbre para desarrollar el guión que coescribió con Mariano Llinás.

La secretaria Luisa Cordero (Érica Rivas) selecciona la primera información de la semana, el jefe de Gabinete Castex (Gerardo Romano) recibe a la prensa en el salón con mayor trascendencia del palacio, antes de encarar el vuelo hacia Chile que los espera para una reunión cumbre con sus pares regionales. El vínculo con el periodismo marca la agenda del drama y el pacto al que se dirige el presidente Blanco. Tal como frasean las bajadas del film, «el mal existe», «el pasado existe» y «el poder existe». Este es el polígono en el que se desenvuelve el mandatario, aunque se esfuerce por mostrarse emblemáticamente como un presidente trabajador.

Los acuerdos en voz baja se darán en lo íntimo, en idioma extranjero. Para Darín estamos ante «una película reflexiva del sistema político actual», «con actitudes que no estamos acostumbrados a ver» y con el paisaje de una realidad inhabitual y opresiva a 3000 metros de altura. Los peligros son varios, entre otros, la nevada, las transacciones con aliados o traidores, «el emperador brasileño o los gringos», las entrevistas con la prensa internacional, el agobio familiar y el pasado.

El camino de montaña grilla lo enrevesado en sus curvas y un episodio intrapersonal en un orden en absoluto material, experimentado por Marina Blanco, rompen el silencio y marcan hechos escabrosos de la historia con pinceladas de terror. La Cordillera es un cuento sobre el mal o la leyenda del zorro rojo que, a medida que se narra, va oscureciendo el rostro del presidente argentino, bestializándose y continuando su camino solo como buen zorro y con poco sentido del vértigo.

Los mandatarios mantienen un vínculo serial con la prensa. La macropolítica y la tragedia familiar se complejizan a medida que Blanco va escalando los protocolos y narrando su leyenda americana, entre los cuartos de hotel, los autos privados, las sesiones terapéuticas y la mesa chica.

¿Cómo resplandecerá el líder de la campaña liberal? ¿Qué le será innegociable? La respuesta la dará Blanco con el voto final que en esta cumbre no será secreto. «