El día empezó a las 4:50 AM en el centro de La Paz. El presidente tenía reunión de Gabinete (como cada miércoles) y nos convocó en la nueva Casa Grande del Pueblo. Al terminar el encuentro con sus ministros anunció un plan para jóvenes y luego partimos rumbo al aeropuerto del Alto, desde el que volamos en el avión presidencial rumbo a Villa Montes, en el Chaco boliviano. Después llegamos a Tarija en donde asistió a una reunión en la Central Obrera Departamental.

En el segundo de esos vuelos me preguntó si me gustaba el ajedrez, me contó cómo se hizo hincha del Bolívar, me dijo que sin dudas jugar en la altura era «mejor que al nivel del mar», se acordó de cuando asumió y no tenía idea de qué hacer después de nacionalizar los hidrocarburos. Mientras comíamos pescado desmintió que se llamara Evo en homenaje Evita, y se rió al narrar aquella vez en que fue a ver a Fidel a La Habana para saber dónde se compraban las armas para la revolución y el señor sólo le habló de educación y salud hasta las 5 AM. También habló de su relación áspera con Jair Bolsonaro y Mauricio Macri, de Nicolás Maduro, de Estados Unidos y de coyuntura: este domingo hay elecciones presidenciales en Bolivia y él va por su cuarto mandato. Aseguró que, si gana, esta vez no se va a volver a candidatear en 2025.

Lo que iban a ser 24 horas se convirtieron en 48 y las conversaciones, en vez de una, fueron cinco entre aviones, helicópteros, caravanas y oficinas. Una decena de actos, cuatro departamentos distintos: reuniones con jóvenes, obreros, indígenas, empresarios; la apertura de un nuevo pozo de gas, la inauguración de un banco y un hospital.

Evo durmió en su casa de Cochabamba, nosotros en un hotel 2 estrellas (exagerando) del centro en el que pararon los miembros de la seguridad presidencial. Terminamos tarde, después de las 23. Morales se reunió con empresarios de la región que hasta hace poco eran opositores duros. Al otro día, dijo: «Para mí, ante la derecha hay tres caminos: cooptarlos, neutralizar o derrotarlos».

Evo tenía la misma ropa que el día anterior. No me animé a preguntarle si es que tiene muchos equipos iguales o no. La siguiente jornada empezó a las 3 de la mañana porque quería hacer gimnasia. Fuimos todos, pero él a último minuto canceló. «Ayer estuve reunido con Álvaro hasta tarde», explicó al otro día.

Morales es un hombre del deporte. Así creció en el sindicato de cocaleros de Cochabamba. No mira películas, prefiere ver fútbol europeo. «Ahora, por temas de campaña, paré los ejercicios. Lo máximo, estaba haciendo 3000 abdominales (sic). Tres tandas, con 10 kg de carga. Cuando termine la campaña voy a recuperar en dos semanas», aseguró.

Morales tiene dos celulares. Y en los ratos muertos mira en WhatsApp y sms mensajes de números no agendados con las más diversas demandas. Los mira todo el tiempo y si alguno le llama la atención se lo reenvía a algún ministro para que investigue y resuelva.