Hubo un tiempo en el que el rock argentino poseía una característica sonora absolutamente particular. Esta identidad hacía que, pese a registrar influencias del rock anglosajón, se lograra reconocer una identidad propia. Este período recorrió los últimos años de los sesenta hasta mitad de los setenta. Luego, la intuición primigenia dejó paso a la evolución propia del género e hizo que la llegada del rock sinfónico y, posteriormente la fusión y el jazz-rock, modificara al género el que, poco a poco, fue «globalizando» su sonido y desdibujando su personalidad original. A partir de mitad de la década siguiente, comienza otra historia. Como dijo Pedro Aznar en algún reportaje, «en los ochenta era obligatorio ser divertidos». 

Pero desde hace unos años, se está empezando a recuperar aquel sonido del período inaugural del rock. The Dalton Correction asume ese desafío desde su flamante long-play Beware fo yarará. El álbum, publicado en vinilo, se inscribe en un rock con elementos tomados de aquella época a los que se les suma condimentos de psicodelia y sutiles toques de experimentación.Y es que los cuatro integrantes del grupo son, precisamente, músicos experimentados en varias de estas lides. Escudados en sendos heterónimos (Al Dalton en guitarra eléctrica y acústica y voz, Ernie Dalton en guitarra eléctrica y voz, Gus Dalton en batería, percusión, órgano y coros y Marc Dalton en bajo, guitarra acústica de 12 cuerdas y coros), se encuentran cuatro idóneos músicos: Alan Courtis, Hernán Nuñez, Gustavo Villaverde y Marcelo O´Reilly. 

Los cuatro arremeten con convicción nueve pistas registradas en directo en el estudio de grabación, en las que demuestran de qué manera se puede hacer rock apelando a sonoridades que nos retrotraen a aquel espíritu de osadía y experimentación que tenía el género en aquella época y que, como dijimos más arriba, muchos músicos jóvenes están en la tarea de recuperar. 

Temas vibrantes y vigorosos como Traición (que abre la placa) o Yarara (con sutiles variaciones rítmicas), comparten espacio con canciones con características más tenues como Venganza, Tregua o Jacqueline. En tanto que la más experimental Vertiginosa encuentra su paralelo en Armería, la pista que cierra el álbum. 

Pero hay una clave encerrada en la actitud del grupo que marca el camino sónico que decidió encarar: las versiones de El parque, el tema compuesto por Luis Alberto Spinetta para el primer disco de Billy Bond y la Pesada del Rock and Roll (cantado de manera brillante y apasionada por Al Dalton) y Quiero ser una luciérnaga, compuesto por Kubero Díaz y N. Paul, incluido en el primer disco de La cofradía de la flor solar. El espíritu de ambas canciones se encuentra en toda la placa de los Dalton, que consiguen una llamativa y muy lograda síntesis de rock, audacia sutil y psicodelia basada en el sonido de los setenta, pero trasladada de manera convincente y efectiva a estas primeras décadas del siglo XXI.