Los tiempos que se manejan en Washington son muy distintos a los que se viven en Buenos Aires. Mientras el Fondo Monetario Internacional se apresta a estudiar desde este lunes la solicitud argentina para un programa de ayuda financiera, el gobierno está desplegando toda su artillería para mostrar algo concreto a los mercados apenas un día después. La razón: el martes vencen Letras del Banco Central por un monto de $ 671.875 millones y las autoridades quieren regenerar algo de la confianza perdida para que la mayoría de los inversores renueve la colocación.

Por ese motivo desde la Casa Rosada desempolvaron la agenda de teléfonos de larga distancia y llamaron a varias capitales del mundo, para que líderes de cierto peso en el orden financiero internacional muestren su respaldo a la decisión de Mauricio Macri de acudir al FMI. Ayer el presidente habló con el jefe de gobierno español, Mariano Rajoy, y para mañana se aguarda un intento con Donald Trump, cuyo apoyo simplificará cualquier dificultad burocrática.

El problema es que las gestiones ante el Fondo llevan tiempo. Conseguido ya el visto bueno de su directora gerente, Christine Lagarde (quien en su visita al país de hace dos meses hizo un encendido elogio de la gestión macrista en materia económica), ahora resta definir la letra chica con el staff técnico del organismo.

En la reunión del jueves pasado de la que participó el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, quedó definido que la asistencia será a través de un acuerdo stand-by. En la jerga del FMI, ese tipo de asistencia (que el país decide en qué momento usar y en qué proporción del monto otorgado) es para «los países miembros que enfrenten necesidades de financiamiento externo (…)  con sujeción a las políticas del FMI». Para ello el solicitante «acuerda ajustar sus políticas económicas», compromiso que se vuelca en una carta de intención y en un memorando de políticas económicas y financieras.

En otras palabras, el gobierno deberá presentar un programa económico y financiero, explicitando sus metas y la manera en que piensa cumplirlas. Los técnicos del Fondo deberán evaluar su factibilidad y elevar un dictamen al directorio para que apruebe el acuerdo. En líneas generales, el trámite dura unas seis semanas. Claro que ese horizonte de fines de junio es muy lejano para las urgencias que generó la corrida cambiaria.

Aunque Dujovne pregone que «el Fondo no es el mismo que hace 20 años», se sabe que las exigencias requeridas a cambio de la ayuda son más o menos las mismas de otras épocas: baja de la inflación, tasas de interés positivas para generar ahorro interno y ajuste fiscal para asegurar el pago de los compromisos externos. «El ritmo de reducción del déficit fiscal del 1% por año que anunció el gobierno es tolerable. Somos conscientes de qué es lo que se puede hacer. Si se ve las áreas donde el gasto público ha aumentado más en los últimos diez años se tiene una idea de dónde se puede intervenir», avisó en una entrevista con el canal de televisión América el italiano Roberto Cardarelli, quien encabezó las últimas dos auditorías del FMI en el país, con un ojo en el empleo público y otro en el gasto de las provincias. 

Lo que se preguntan los mercados es qué paridad resulta sustentable para el Fondo. Conocer la respuesta a ese interrogante serviría para descifrar si la suba del dólar de 13,6% en las últimas dos semanas (el viernes cerró a $ 23,73 en su versión minorista), continuará o está cerca de su fin. «Hemos visto un deterioro de la cuenta corriente muy rápido en los últimos dos años», alertó Cardarelli, anticipando que el FMI quiere una paridad que ayude a cerrar la brecha comercial y la fuga de capitales.

Hasta ayer por la tarde no se sabía quiénes integrarán la comitiva argentina que partirá a Washington a pulir estos detalles. «No está confirmado aún. La reunión podría ser el martes», dijeron fuentes de Hacienda a este diario. Lo que ya se sabe es que el stand-by será de «alto acceso», es decir que el Fondo otorgará más dinero del que a Argentina le toca en función del capital que depositó en la entidad. Se habla de entre 20 y 30 mil millones de dólares. Sería un mensaje de que pase lo que pase, el megavencimiento de Lebac del martes (U$S 28.200 millones al cambio del viernes) está garantizado. Por estas horas, no son más que señales lo que puede ofrecer el gobierno para capear el temporal. «

Remate de Lebacs a tasa implícita de 96 por ciento

La retirada de fondos extranjeros y la corrida hacia el dólar provocó un virtual remate de Lebac en el mercado secundario. La consecuente baja en el precio de esas letras hizo que la tasa de interés implícita que otorgan esos títulos subiera a niveles exorbitantes: en un momento del viernes trepó a 96% anual, más del doble de la tasa de política monetaria que fijó el Banco Central (40%) y que se estima será la base que se ofrecerá en la licitación de este martes.

La oferta de títulos hizo que la mesa de dinero del Central saliera a operar, en parte para lograr una reducción de la tasa y también para quitarle presión a la demanda de fondos. Según cita la agencia Télam, voceros de la entidad monetaria informaron que se recompraron $ 30 mil millones en letras y por ese motivo al final del viernes la tasa bajó al 47 por ciento.

Otras fuentes señalaron que Anses también compró títulos con la misma finalidad. La recompra de Lebac por parte de tenedores institucionales y el hecho de que buena parte de esas letras están en poder de bancos alimentan las expectativas del Central de que podrá detener la huida del peso. Lo que está claro es que la tasa a pagar deberá ser suficientemente alta para disuadir a los inversores de migrar hacia el dólar.