Vivir para escribir parece ser la consigna, el precepto a partir del cual el cordobés Santiago Loza organiza su existencia. Es cierto que dicho así puede sonar un poco impostado, algo pretencioso, pero cuando se conoce a Loza queda muy claro que se trata de un impulso vital al que es necesario no desatender. Y no es que haga falta conocerlo demasiado. Alcanza con seguir su trabajo, la evolución de sus carreras como cineasta, dramaturgo o novelista para certificar que ese impulso implica mucho más que el oficio de escritor: una pulsión de vida. Así se llega de vuelta al comienzo: vivir para escribir.

Si bien su trabajo literario recién comienza (a mediados del año pasado la editorial Tusquets publicó El hombre que duerme a mi lado, su primera novela), tanto en el cine como en el teatro la obra de Loza es igualmente pródiga. Desde el estreno de su ópera prima Extraño en 2003, con la que ganó el Festival de Rotterdam, su filmografía acumula diez películas, todas ellas estrenadas, nominadas o premiadas en los mejores festivales del mundo, de Cannes a Berlín, pasando por Huelva, Locarno o los locales Bafici y Mar del Plata. Si a eso se le suma su labor como guionista su obra asciende a 15 títulos, entre ellos la serie de TV Doce Casas, por la que fue distinguido con un Martín Fierro en 2014. 

Como dramaturgo su recorrido no es menos impresionante. Su currículum señala que en dicha área “ha sido destacado con los premios Teatro XXI y Trinidad Guevara, y nominado en varias oportunidades al Florencio Sánchez, el María Guerrero y el Teatro del Mundo”, y que algunos de los actores más destacados del panorama teatral han aceptado ponerse a sus órdenes. Por eso no es extraño que una editorial como Entropía haya decidido dedicarle un volumen que agrupa algunos de sus textos teatrales bajo el ubicuo título de Obra Reunida. El mismo está integrado por los libretos de «La enamorada», «Nadie sabe de mí», «Todas las canciones de amor», «Un gesto común», «Esplendor», «El mar de noche» y, la que tal vez sea su obra más conocida, «Nada del amor me produce envidia». Prologado por la actriz Marilú Marini, el libro funciona no solo como recorrido parcial por la dramaturgia de Loza, sino como puerta de entrada para una obra que a sus 47 años ya tiene visos de inabarcable.

De hecho no es la primera publicación dedicada a difundir parte de su trabajo teatral. Por un lado, algunas de sus obras han sido editadas de manera individual, como ocurre con Yo te vi caer (Ediciones DocumentA) o Nada del amor me produce envidia (Libros Drama) o integrado numerosas antologías de teatro argentino contemporáneo. Por otro, la editorial Biblos publicó en 2015 Textos reunidos, en el que se compilan «La mujer puerca», «Matar cansa», «La vida terrenal», «He nacido para verte sonreír», «Asco» y también «Nada del amor me produce envidia». Sin embargo todos estos libros juntos no son suficientes para contener una obra que según la base de datos de la web <www.alternativateatral.com> alcanza los treinta títulos y contando.

En su texto introductorio, Marini expresa que en la obra de Loza siempre «hay un momento en el que lo intelectual, lo reflexivo, lo lógico desaparece y aparece, de un modo muy profundo, lo emocional, lo primitivamente humano. Ese lugar donde uno puede meterse adentro del otro para reconocer lo propio. Lo que ocurre es, entonces, religioso, en el sentido etimológico del término: la acción de volver a ligar lo que está desligado.» Si bien la actriz, una de las más respetadas de la escena local, hace referencia a los textos tetrales del cordobés, algo de ese espíritu puede comprobarse en su cine y ahora también en su literatura. Un impulso amoroso en el que el autor abraza lo humano para intentar comprenderlo incluso en sus caras más oscuras. Se trata de ese mismo impulso vital que lo empuja a ser y a hacer, es decir, a escribir, que para él es lo mismo. «